Una madre para mis hijos, una esposa para mí.

Celebrando, como siempre soñé.

Cap 24

— Es un buen punto de vista— dijo él— será entonces que yo he complicado mi vida. 

— Esa respuesta la tienes tú— dijo ella. 

— ¿Estás enojada conmigo?— preguntó él. 

— No tengo porque— dijo ella. 

— Quizás por haber salido sin despedirte de mi madre y mi hermana— se atrevió a decir Hafid. 

— Tu tienes tus razones y aunque tengo mis sospechas— dijo ella— no son sino suposiciones y eso no ayuda mucho. 

Él la miró con un brillo extraño en la mirada, que a ella le hizo sentir un calor extraño. 

— ¿Sabes algo muchachita?— dijo Hafid— me estás gustando y eso no me agrada. 

Ella arrugó el entrecejo sin comprender lo que le estaba diciendo. 

— ¿Qué está sucediendo?— preguntó ella. 

— No me hagas caso—dijo Hafid. 

Sylvia se quedó meditando aquello que dijo él, su mirada le había removido algo internamente que no sabía que era, nunca había experimentado este sentimiento. 

Hafid se encerró en su estudio, allí estaba la foto de Rachel, sonriente y llena de vida; ¿porque tenía que amarla tanto? ¿Cuándo iba a sacarse a esta maldita mujer de su corazón? 

Tomó el portaretrato y lo lanzó contra la pared y el vidrio saltó en pedazos, saliendo a un lado la foto de Rachel, la tomó del suelo y luego la rasgó en pedazos. 

Buscó un incinerador, la colocó y luego la quemó, vió como se fue consumiendo hasta quedar solo cenizas. 

Después se agarró la cabeza entre las manos y empezó a llorar, de pronto escuchó en su mente la voz de Sylvia decir: "No permitas que los recuerdos te dominen".

Respiró como ella le había indicado y se sintió mejor, salió hasta su habitación, se desvistió, tomaría un baño para despejar su cabeza. 

Entró al baño y dejó que la ducha tibia cayera sobre su piel para relajar sus músculos cansados, estuvo algunos minutos disfrutando de un baño relajante. 

Salió envuelto en una diminuta toalla alrededor de sus caderas, Sylvia había entrado a la habitación y se quedó paralizada cuando él se secaba la cabeza sin darse cuenta que ella estaba mirándolo. 

Se sacó la toalla y ella lanzó un pequeño grito de advertencia, haciendo que el se pusiera alerta. 

— ¡Lo siento no sabía que estabas en la habitación! — dijo Hafid contrariado. 

Ella estaba de mil colores y salió de la habitación avergonzada, en primer  lugar él sintió vergüenza y se rascó la cabeza, pero después sonrió al ver la cara de Sylvia por verlo completamente desnudo. 

Se vistió con toda su parsimonia y luego salió hacia el comedor, era la hora de cenar, cuando estuvo frente a Sylvia, ella no lo miraba de frente, cuando alzaba el rostro, se ponía roja por la vergüenza. 

En el fondo se sentía divertido, ya habían pasado cinco meses y aunque dormían en la misma habitación y en la misma cama jamás había habido intimidad entre ellos, mucho menos verse desnudos. 

Aunque en una oportunidad, él la vió tal como Dios la trajo al mundo, ella no se había enterado de ese suceso. Cuando quedaron solos ella se atrevió a decir. 

— Hafid, ¿ crees en la navidad? — preguntó ella. 

Él arrugó el entrecejo y dijo:

— Si, ¿por qué? 

— Porque deseo colocar adornos alusivos a esa celebración— dijo ella. 

— Está bien, hazlo no soy mucho de celebraciones, pero estás en tu casa y puedes hacer lo que te plazca— dijo Hafid. 

Ella al día siguiente salió con los niños a comprar cualquier cantidad de adornos para decorar su casa y darle la bienvenida a la Navidad. 

Los niños estaban emocionados, llegaron buscando a su padre para mostrar la cantidad  de objetos hermosos que habían comprado con su mamá. 

— Ven papá, vamos a colocar los adornos y decorar toda la casa, mamá nos está esperando.— dijo Amira.

Hafid se dejó llevar, no tenía mucho ánimo para éstas cosas, pero sus hijos estaban entusiasmados y no quería defraudarlos. 

Sylvia, al verlo, le sonrió con timidez y dijo:

—Espero no haber exagerado, pero compré muchos adornos para empezar a decorar. 

— Ya tus hijos me traen para que participe, así que manos a la obra— dijo él. 

Empezaron a sacar cada uno y fueron colocando en los lugares más vistosos de la casa, salieron al exterior y colocaron luces, alrededor de las ventanas, en los laterales, el jardín, todo quedó iluminado. 

Los niños gritaron de alegría cuando se encendieron las luces, Hafid dijo:

— Estas segura que ésto no provocará un incendio. 

— No, sólo son leds, no hay ningún peligro— dijo ella— todavía falta colocar el árbol y comprar regalos para todos para  poner al pie de éste. 

—¿Eso lo haremos cuando?— preguntó él

— ¡Mañana papá!— dijeron los niños— vamos a comprar muchos regalos para el árbol. 

— Está bien, mañana salimos todos a comprar regalos— dijo Hafid. 

Esa semana fue de ir y hacer compras para prepararse para la Navidad, Sylvia imprimió villancicos para cantar entre ellos, los empleados, y su familia, siempre había soñado con preparar una celebración así. 

Todos se entusiasmaron por participar, prepararon juegos, Sylvia había pasado todo ese tiempo desde que había llegado preparando obsequios para cada uno y usarlos en el día de Navidad entre todos ellos. 

Habló con la encargada de la cocina para que hiciera una comida especial de Navidad para disfrutar entre ellos, colocó un regalo para cada uno, se sentía llena de satisfacción por haberlo logrado. 

Por fin llegó la Navidad, el inmenso árbol era el adorno preferido de los niños, desde muy temprano estuvieron preparando los alimentos para disfrutar esa noche, le dijo a Hafid para llamar a Halima y a Abir. 

Los  niños llamaron a sus abuelos en Navidad, los empleados también llamaron en Navidad a los familiares que estaban lejos, fue un gesto que no pasó desapercibido para ninguno. 

Todos se sentaron a escuchar el dulce Relator de Sylvia acerca del significado de la Navidad. 

— Hace muchos años nació un bebé en una familia muy pobre ese hermoso pequeño, un día se convertiría en un ser bondadoso que traería muchos regalos a los niños de toda la ciudad— explicaba ella. 



#1598 en Novela romántica

En el texto hay: romance +18

Editado: 02.04.2023

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