Un día movido
Los ojos de Génesis se abrieron con un dolor muy fuerte en su cabeza, nudillos y espalda. Su vista cayó por todo el espacio del lugar, su habitación no era, ni mucho menos las habitaciones de su equipo.
Giró para seguir mirando la estancia, muebles blancos, piso de mármol, escaleras y unas vallas. Su ceño se frunció, no entendía cómo había llegado a una casa de algún desconocido.
¿No me había ido con los chicos? ¿Pero si recuerdo habernos subido al taxi...?
Al recordar los sucedido se paró de golpe, tambaleándose en el transcurso y gruñendo en voz baja, era claro, estaba en la casa de uno de sus ex's.
Uno con el cual no terminaron nada bien, él siempre se la pasó trabajando y ella viajando, dos personas que no tienen tiempo para verse, terminaban teniendo complicaciones con los tiempos. Ni cinco minutos sacaban de sus tiempos para solo verse apenas segundos, fue una relación agradable para Génesis aunque tuvieron discusiones, por la parte de ella no quedaron resentimientos pero por la parte de él... no quedó muy a gusto.
—¡Diablos! —dijo en voz baja al darse cuenta que gruñó muy alto.
¿Si se había ido con sus amigos, por qué la dejaron irse a la casa de su ex?
Gen se volvió a sentar pero en las escaleras de la entrada, sostuvo con sus manos su cabeza y desordenó su cabello por la frustración al recordar lo sucedido.
—Vamos, Gen, ya hemos llegado —le había susurrado sobre la oreja Jack, quién le movió un poco los hombros.
Todos se habían bajado ya del coche, esperando afuera a que Gen bajará pero ésta ni se inmutó.
—¡Wow! No —dijo con una sonrisa levantando su mano y ubicando su dedo índice sobre lo labios de éste, que no se movió.
—Hay muchas cosas que hacer mañana, Gen —Alexander habló con irritación.
—¿Por qué no? —se había animado a preguntar Jack.
—Porque... porque... no lo hay —dijo encogiéndose de hombros y soltando un aire de relajación—. ¡Ah, si! Porque debo ir a visitar a mí ex.
Todos exhalaron con sorpresa, Davis ya se lo veía venir, no hablaba de él, hablaba de su otro ex.
—Pues eso no va a pasar —dijeron todos al mismo tiempo.
El chofer estaba esperando pacientemente, a aquel le encantaban los chismes y más cuando le había tocado llevar a unos futbolistas italianos a sus aposentos.
—Ustedes no deciden por mí —y por último le dio un puñetazo en la mejilla a Jack para que éste se salga del coche—. A la casa de mí ex, por favor, siga derecho que yo le digo por dónde es.
Uno de los jugadores trató de meterse pero terminó como el primero, con un puño en su mejilla y al otro, que había recobrado fuerzas, con un golpe bastante duro en su estómago.
El taxista al ver que ella le hacía señas de que fuera a una velocidad ilegal para que los italianos no corrieran hacia ellos, empezó a escuchar en diferentes idiomas por dónde ir, supone como manejar la situación ya que ésta al hablar señalaba con la mano por dónde ir.
—Ya llegamos —dijo el taxista.
Al ver como ella sacaba solo un billete con el valor de la mitad de la tarifa, él decidió dejarlo pasar, cuando ella se despertara va a necesitar el dinero para volver lo mas rápido posible pensó el señor.
Con los pasos descoordinados, trató de llegar a la puerta, está claro que no pudo llegar no sin antes caerse varias veces. Los vecinos al escuchar unos quejidos fuertes y malas palabras, se habían asomado hacia las ventanas, viendo a una mujer intentando pararse con el agarre de un duende.
—Sos un enano inútil, demonios no sirves para nada —soltó en español mientras pateaba el duende.
La pobre cerámica había quedado añicos por lo que Gen se asustó y trató de buscar algún poso para esconder estos trozos, los vecinos veían la escena con risas silenciosas, ver que en la entrada del vecino más trabajador se encontraba una mujer loca y gritona, era algo que ellos no veían como algo cotidiano.
—Diablos, diablos, una pala, ¿Dónde hay una maldita pala? —susurró mientras que estaba de rodillas.
Frustrada golpeó las manos sobre sus rodillas y comenzó a cavar un mini pozo, gruñó al sentir como le había quedado tierra sobre sus uñas pero suspiró cuando ya los trozos no eran visibles.
—Gracias manos, son algo que nunca diré que son inútiles —dijo besando sus palmas y mirándolas.
Luego se paró, sus piernas temblaron muy notoriamente y comenzaron a avanzar hacia la puerta. Primero golpeó con los nudillos un poco bajo, segundo ya golpeaba algo fuerte y audible, pero al final se había vuelto impaciente que ya le daba igual que los vecinos escucharan sus gritos.
—DESAGRADECIDO, COBARDE, RATA DE DOS PATAS, ¿HAS TRABAJADO TANTO QUE NO ESCUCHAS LA PUERTA? —los golpes ya no eran con los nudillos ni dedos, eran más bien patadas y puños.
Los cuales tenía un poco rojo y con estos golpes se volverían lastimaduras a carne viva.
Bufó al no tener respuestas, los vecinos estaban un poco tentados a llamar a la policía pero lo dejaron pasar al ver que ella no hacía más que sentarse allí y esperar, ellos se iban a ir a dormir pero el ruido de algo romperse había llamado la atención de estos y luego un golpe algo fuerte.
Gen había desenterrado un trozo del duende, con él lo lanzó hacia la ventana de la habitación de él, el cual no tuvo resultado porque éste no se encontraba en el país. Ella al no obtener respuestas, se había dejado caer pesadamente sobre la puerta y con ese golpe en su cabeza, se había quedado dormida.
Volviendo un poco a el presente, Brown se tocaba el bolsillo para encontrar su teléfono sin batería y el dinero que le había sobrado, agradecía al taxista por no pedirle más.
—¿Necesitas ayuda? —uno de los vecinos que la había visto en la madrugada se había acercado al ver el estado de la chica.