No hacía mucho había descubierto que era una persona mañanera. Los rayos del sol se posaban justo en el piso de arriba de la cama marinera, donde Maeve dormía, y se hizo paso por su cabello rizado y denso. Mientras sacaba mechones negros de su rostro, un par de ojos del mismo color se hacían paso hacia la ventana, saliendo de un salto por la escalerilla
—¡Haz silencio! —Una voz masculina le llamó la atención, y nunca supo si la chica lo había escuchado. Al contrario que ella, Finn prefería quedarse hasta tarde, pero los pasos de su melliza en el suelo del apartamento obstaculizaban su descanso.
Maeve lo había escuchado, pero su entusiasmo no le permitía pisar más despacio. Sus padres la vieron como un flash pasando por el pasillo, dirigiéndose hacia la puerta principal; el diario, que tanto había esperado toda la semana, no se encontraba donde debía estar. Antes de que pudiera objetar, su madre la frenó en el aire.
—Hoy los periódicos están de huelga. —Tan rápido como corrió a la puerta, volvió a la cama refunfuñando. Finn se preguntaba cómo hacía para dormirse tan rápido, si ahora por su culpa él no podía volver a cerrar los ojos.
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Aquel hábito de Maeve no había nacido solo. Aquel día, con las redes sociales caídas, se había quedado sin forma de contactar a los mayores canales de información global que conocía; la televisión solo pasaba información sobre lo que ya todos sabían cuando no estaba mostrando accidentes grotescos, y fue entonces que se le ocurrió mirar el periódico que yacía sobre la mesa ratona. "Soy medio estúpida como para recién notar que está ahí..." Quizás sí era estúpida, pero a decir verdad siempre había ignorado aquella pila de papel que tanta información tenía.
Al principio, terminarlo había sido algo que le tomó bastante tiempo, no porque leyera lento sino porque la información era tanta y el tiempo que tenía para gastar era incluso más. Pero después de eso, todos los días comenzó a tomar el hábito de volver de la escuela y leer el periódico de sus padres. Las partes de economía y política eran descartadas rápidamente, para leer las secciones de farándula y noticias generales. Como sus padres se enojarían si lo recortaba, escribía su propio resumen en un blog que después se atrevió a hacer público. No eran muchos los seguidores, pero eran suficientes para que Maeve se sintiera orgullosa de sus habilidades de comunicación.
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Era algo extraño, pues aunque fuera una extrovertida de manual, parecía que nadie se le quería acercar por su aura energética. La única amiga a la que podía hablarle sin parar era Sarita; luego estaba Lassie, quien le proveía de los últimos chismes escolares. Todavía no se había dispuesto a divulgar rumores, pero algún día se atrevería a enviar al frente a todos quien merecieran ser expuestos.
Esta, de todos modos, no es una historia de colegio. Esta es la historia de lo que es capaz de hacer una jovencita que ve interrumpido su momento favorito. Aquel sábado, resignarse no estaba en los planes de Maeve.