Una navidad para recordar. [libro 1]

Capítulo Siete

Sebastián

Salgo del auto, caminando hacía la entrada del gran edificio frente a mí., de ese lugar donde pasé mis mejores y peores momentos.

Al ingresar las miradas de algunos empleados se posan e mi persona, mientras los cuchicheos no se hacen esperar.

No presto mucha atención, solo me dispongo a buscar el elevador para ir hasta mi oficina.

La empresa "Cannon", una de las empresas de fotografía más imponente en el estado de California. Lugar donde grandes estrellas vienen por nuestros servicios en edición.

Mamá siempre decía que yo sería el dueño y jefe del lugar cuando ya papá y ella no estuvieran, aunque yo me rehusaba a ello, ya que sabía que yo estaba hecho para otras cosas, menos para el negocio familiar. Pero tras la muerte de mamá mi padre junto con Patricia me convenció en seguir con el negocio familiar, y solo por mi madre lo hice.

Ingreso al elevador, ese con esa música navideña, que nos recuerda que dentro de unos días este año se va y otro viene, con mejores cosas, nuevos proyectos, nuevas metas.

Espero con poca paciencia a que el elevador se detenga en el piso que corresponde.

Al llegar las puertas se abren dándome paso para empezar a caminar por el angosto pasillo. Al llegar a la puerta ni siquiera toco para entrar.

— ¿Y los modales? —pregunta mi padre de manera reprobatoria mirándome desde su silla.

Cierro la puerta tras de mí y me fijo que en el sofá está sentada Patricia, llevando a sus labios esa copa con vino en ella.

—Padre — saludo tomando lugar al lado de Patricia.

Ella me regala una sonrisa de boca cerrada, la cual no correspondo.

Me fijo en mi padre, ese hombre imponente con su mirada fría y vacía.

—Déjame solo con tu hermano —ordena fijándose en Patricia.

Esta deja la copa sobre el escritorio, y de mala gana se levanta para salir de la oficina, no sin antes cerrar la puerta de un golpe.

Al vernos solos posa su mirada nuevamente en mí, recargando sus codos sobre el grande escritorio.

—¿Quién es la chica? —pregunta curioso.

—La nueva secretaria.

—Sabes que nunca me ha gusta que me desobedezcan —dice en tono suave, cosa que me hace alertar más —.Me alegro de que mi hijo sea un caballero, en sacar a la pobre damisela en apuros para llevarla al hospital, ya que con alguien mas no pudo hacerlo —su tono de voz va cambiando a medida que sigue hablando.

—Si esto es por eso, creo que esta conversación está fuera de lugar —respondo sintiendo un nudo en la garganta ante los recuerdos.

—¿Sabes lo que más me parece curioso? —pregunta ignorando mi comentario —.Que esta chica se parezca tanto a Eli...

—No te atrevas a mencionar siquiera su nombre —escupo con odio.

Él solo sonríe de manera triunfante. Acaba de lograr lo que quería, molestarme y verme débil.

—¿Todavía con eso, Sebastián? —pregunta burlón recostándose y cruzándose de brazos.

— ¿Terminaste? — pregunto ya cansado, en medio de una marea de emociones.

—Sí —responde restando importancia. Solo asiento para empezar levantarme y caminar hacia la puerta. Cuando ya tengo el pomo entre mi mano, le escucho carraspear.

—El odio no es bueno, envenena el alma. Recuerda que ella está en un lugar mejor —abro la puerta sin siquiera seguir escuchando más de su palabrería.

Empiezo a caminar hacia el ascensor con el corazón en la mano, sintiendo mis ojos picar, con un nudo en la garganta, y una irá incontrolable.

—Sebastián —siento que alguien me toma del brazo para detenerme, pero me suelto de su agarre rápidamente —.Detente, por favor —suplica Patricia, pero la ignoro.

Llego al ascensor y espero a que abra.

—Patricia, déjame solo, por favor —le ordeno al sentirla a mi lado.

—Pe...

—PERO NADA .— Me giro hacia ella después de gritarle.

Retrocede unos cuantos pasos con su mirada cristalizada. Cierro los ojos fuertemente al entenderla cagada que acabo de hacer, pero no hay vuelta atrás, solo en estos momentos necesito salir de este lugar.

(...)

Le doy una última mirada a la fotografía que hay en la mesita de noche de mi habitación. Paso mis dedos deslizándolos por su rostro, ese que en algún momento pudo sentir y besar hasta que me cansara.

Me fijo en la hora en de mi reloj: 7:34 pm.

Una idea descabellada pasa por mi mente, por lo que me levanto de la cama y tomar el saco de mi traje y colocármelo de nuevo.

Abro la puerta y bajo las escaleras de dos en dos hasta llegar a la cocina. Al ingresar saludo a Erik, el cual está tomando una cerveza sentado en la encimera de la cocina.

—¿Dónde vas? —pregunta al verme tomar las llaves de mi auto.

—No te voy a llevar, si eso piensas —aviso saliendo de la cocina.

—Hombre, pero si vengo a visitarte y te la pasas es encerrándote en tu habitación.

—Puedes sobrevivir con ello —le digo con burla.

Cierro la puerta de la entrada, dejándolo hablando solo. Erik aparte de ser mi mejor amigo es mi cuñado. Es de esos amigos incondicionales que ven a tu hermana y se enamoran de ella, sí, de esos amigos.

En mi mente está el rostro de Emily, quiero verla, ansío verla. Sé perfectamente que no debía encariñarme, pero solo sucedió.

Subo a mi coche, y lo enciendo para salir de este lugar.

Al verla hoy en el suelo, con sus ojos cerrados, pensé que la perdería también. Me angustie demasiado, así que sólo pensé en llevarla dónde sabía que estaría bien.

La primera vez que la vi en mi oficina, mi corazón empezó a latir frenéticamente, estaba nervioso no sabía cómo afrontar esa situación de ver la, tan igual a ella. La palidez en su piel, esos ojos color café...

Todo en ella es tan similar, por eso Patricia me advirtió que no debía encariñarme, que no era ella.

Me advirtió que no la lastimara solamente porque su recuerdo venía a mi mente. Intenté alejarme, pero fue en vano. Por eso el día que invité a Emily a almorzar, Patricia interrumpió todo; Según ella sólo me estoy dejando llevar por los recuerdos.




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