Una niñera para papá

Capítulo 3. Izel


Habbab

Me cayó como anillo al dedo. 

Nunca imagine que la persona que vendría a esta casa sería la misma chica con la que pase una noche el otro día. Aún la recordaba, pero no tanto, la noche estuvo muy intensa y su rostro no se me hacía tan conocido. 

—No te preocupes por el pago. 

—No, no me preocupo. Deberá pagarme muy bien si quiere que me quede. 

—Espero que no tengas alguna enfermedad contagiosa —digo. 

Lo que menos quiero es que mi hija enferme. 

—No. 

—Bien, ¿cuando puedes empezar? 

Me mira con ganas de querer matarme. Le quitaron las cosas que podrían asesinarme, así que dudo que lo logre con esos brazos flacuchos. 

—Te presentaré a mi hija —pero primero tomo la hoja del contrato y se la paso a ella incluida con una pluma. —Pero debes firmar primero. 

—¿Puedo leerla antes? 

—Hazlo. 

Toma la hoja y la empieza a leer, por cada párrafo que lee frunce sus cejas y chasquea la lengua. 

—¿Donde están mis vacaciones? —musita acomplejada. 

—No tienes vacaciones hasta que tengas un año en empleo. 

—Ya entiendo porque no le duran las niñeras — se burla. No me resulta nada gracioso. —Voy a firmar mi propia muerte. 

—Déjate de cuentos, Erin. A lo mejor después puedo darte un empleo en mi empresa — eso le hace brillar los ojos. —Nada mal ¿no? Firma. 

Bajo mi presión la hago firmar. 

Me siento como el mismísimo hijo de puta que siempre he sido. Me pasa la hoja firmada. 

—Esto es oro para mí— concluyó. 

—Lo supuse — escupe molesta. —¿Y donde esta su hija? 

—Iremos con ella ahora, por favor no menciones a su madre. Ella no sabe quien es ni donde esta, evita hablarle del tema. 

—¿No le habla de su madre? Que poca. 

—Si mi hija aprende malas palabras será rotundamente tu culpa —la señalo.—¿Okey? 

—Sipi. 

Me sigue hasta la sala donde esta jugando mi hija. 

—Izel — la llamo. 

Voltea a vernos, primero observa de pies a cabeza a Erin y sigue jugando. Ella sabe que está niñera no le va a durar más de dos semanas, y si lo hace, yo habré ganado. 

—¿No quieres conocer a tu nueva niñera? — le digo. 

—Para las próximas dos semanas no. 

—A lo mejor ella se queda más tiempo, ven, Izel. 

Mi hija se levanta del piso.

Estira su manita y saluda a Erin como si fuera una persona mayor. 

—Un gusto. 

—Aw, pareces una muñequita —se emociona —Yo tenía una igualita a ti cuando era pequeña. 

—No es una muñeca, Erin. Es una niña de carne y hueso— la despavilo—. Trátala así. 

—Don amargado. 

—Bueno, las dejó solas para que se conozcan. Si necesitas algo, Izel sabe a quien puedes pedírselo. 

Le doy una última ojeada y me retiro. 

Me meto al despacho y enciendo la cámara de la sala donde juega mi hija. No voy a dejarla sin supervisión frente a una desconocida. 

Subo el volumen para escuchar de lo que hablan, la cámara esta en un oso de mi hija, nadie puede darse cuenta a menos que sea tan inteligente para descubrirla. 

—¿Y qué quieres que juguemos? 

—Contigo, nada— es tajante —Quiero jugar sola. 

Erin hace una mueca. 

—Así que eres de esas niñas malcriadas. 

—¿Me dijiste malcriada? — no sabe con quien se está metiendo. Izel es muy molesta cuando se le da la gana. 

—Eso parece no. 

—Las otras niñeras sólo duraban dos semanas —le cuenta —Tú tendrá suerte si duras tres días. 

—¿Es una advertencia? 

—Si, y ahora quiero jugar a correr. 

Erin carga puestos un par de tacones que solo en su locura se pudo poner para venir aquí. 

Mi hija lo sabe y lo está usando a su ventaja. 

—¿Corres conmigo? — la jala de la mano. 

—No, traigo tacones. 

—¡Corre conmigo! —grita más alto. 

Izel, vas a correr a otra niñera y tardaré años en encontrar otra. 

Erin se sienta en la alfombra y coge las muñecas de mi hija, coge un pequeño peine de juguete y se pone a cepillarles el cabello. 

—¿Quieres que le hagamos ropa a tus muñecas? — dice emocionada. 

Aún lleva su niña interior dentro. 

—No, mi papá compra ropa para mis muñecas. Tienen un armario lleno. Incluso más que tú. 

—Oh, eso dolió— susurra. 

—La otra niñera se fue porque le corté el cabello —cuenta. 

Ni siquiera yo sabía eso. 

—¿Por qué lo hiciste? El cabello de las personas es sagrado, no debes tocarlo y menos cortarlo. Eso fue muy grosero —mi hija baja la cabeza. Es la primera persona a la que no le responde tajante. 

—Quería que se fuera, me regañaba y se la pasaba todo el día en el celular —mi hija está abriéndose con ella, algo que no había hecho con ninguna otra. —¿Tú no vas a dejarme? 

Erin comprende bien su pregunta, no hace falta que lo diga otra vez. 

—No te prometo nada pero si tú te portas bien conmigo, entonces no me iré. ¿Hacemos un trato? 

Mi hija sonríe. 

—Sí— juntan su meñique —Ahora levántate de la alfombra de mis muñecas.

Apago la cámara y salgo del despacho, vagan muchas ideas por mi mente ahora mismo. 

Busco a Carl para pedirle un favor. 

—Carl— lo llamo. 

Aparece como un fantasma. Siempre esta cuando lo necesito. 

—Dígame, señor. 

—Pide que arreglen una habitación para la nueva niñera. 

—Sí, señor. 

—A la par de la mía — musitó. 

—¿Pero la servidumbre no duerme en la planta de arriba? Señor. Su lugar está en la planta baja. 

—Está vez no— me arreglo el saco. —Ella es diferente. 

Carl sonríe adivinando mis pensamientos. 

—Me alegro que encontrará una persona así, señor. Lo noté cuando venía en el auto, es una chica muy linda. 

—Espero no estarme equivocando. 

—Verá que no, debe volver a confiar de nuevo en las mujeres. No todas son unas brujas malas —palmea mi hombro —La habitación estará lista en dos horas. 

Vuelvo al despacho para vigilar a ese par, sin embargo ya no están en la sala de juegos. 



#811 en Otros
#271 en Humor
#2201 en Novela romántica

En el texto hay: magnate, humor amor, niñera y ceo

Editado: 01.12.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.