Una noche con el jefe

10. El lado b de la bestia.

Era increíble pero nada de lo que estaba sucediendo en este momento parecía real.

¿Dalton pidiéndome ayuda? Afirmándome que no podía olvidar a Chloe y confesándome que Ben no era la persona que creía que era y no solo el futuro de mi prima no se veía para nada favorecedor sino que su novio además le había pegado por el simple hecho de querer convencerla de que se quedara aquí  y no se fuera a  Las Bahamas con él.

¿Había entrado acaso en un universo interno donde Valmont me demostraba que tenía sentimientos y que se preocupaba por alguien más que no fuese él?

Y ahora debía ser yo quien tenía que actuar como la súper heroína de la historia y ayudarlo a olvidar a la única mujer que al parecer que había amado. Cosa que parecía imposible luego de que me contara todo lo que había hecho para tratar de hacerle cambiar de opinión. Y ella seguía manteniéndose firme ante la idea de irse con Ben.

El sol se posó sobre la ventana de mi cuerpo impactando de lleno en mi rostro, obligándome a despertar. Por lo general era una persona que adoraba las mañanas, las creía bastante fructíferas, era mi momento del día en el que las mejores cosas pasaban y tenía muy buenas ideas, sin embargo esta vez no lo sentía de esa manera, ya que sabía que en cuanto sacara un pie de la cama debía enfrentar el enorme desafío de hacerle olvidar a alguien a Dalton.

Maldije el momento en el que me dejé llevar por el estado de vulnerabilidad en el que me encontraba al verlo así y detesté estar llena de buenas intenciones. Si tan solo me hubiese quedado callada la boca, podría haberme ahorrado muchos dolores de cabeza, no obstante al parecer las malas decisiones y los problemas no hacían más que perseguirme desde ese día en la fiesta.

Estiré mi mano y tantee la cama creyendo que encontraría a lo encontraría a mi lado, en su lugar encontré un trozo de papel en el lugar donde debería estar él durmiendo.

—Ven a la cocina en cuanto te despiertes.

 Repasé con mis dedos las letras escritas en el mensaje. Su caligrafía era por demás exquisita y era obvio que en su pasado había dedicado horas a practicarla.

Deje el papel en su lugar y me envolví en mi albornoz. Al llegar a la cocina él estaba sentado en el taburete leyendo el periódico en su Tablet.

 —Buenos días—dijo sonriendo y al instante una mueca de dolor invadió su rostro.

— ¿Te sigue doliendo?—pregunté caminando hacia él.

Su ojo se veía un poco mejor, lo morado estaba mutando hacía un marrón claro y su labio se veía hinchado aunque tengo que decir que anoche su aspecto era realmente malo.

—Aun un poco pero supongo que podría estar peor. Debo agradecerte a ti por eso— afirmó—No sé qué es lo que habría sido de mi sin ti anoche—admitió.

Su confesión me tomó completamente con la guardia baja. ¿Dalton Valmont agradeciéndole a alguien por su ayuda? ¿Acaso había muerto y estaba en el cielo donde los cretinos se convertían en buenas personas?

—No… no tienes nada que agradecer—respondí y traté de que no se diera cuenta de lo sorprendida que estaba—Solo hice lo que creí que sería correcto. Al fin y al cabo eres una persona, o no?

Soltó una carcajada y dejó la Tablet sobre la mesa.

—De vez en cuando lo soy. Aunque las personas a veces crean que soy lo opuesto a eso. Algunas incluso se han atrevido a llamarme un monstruo, un dictador—agregó abriendo grandes sus ojos.

— ¿Un dictador? ¿No te parece que eso es un poco exagerado?—inquirí divertida.

Sin embargo a Dalton no le encontró nada gracioso a mi pregunta.

—Créeme si te molestaras en hablar con la gente en la editorial estoy casi seguro de que la mayoría de las personas allí te dirían que me comporto de esa manera. Soy un obseso del control, necesito siempre que las cosas salgan como yo quiero, que sean hechas a mi tiempo y si no lo hacen, yo simplemente…

—Pierdes el control—completé la oración.

Clavó sus ojos en mí y lejos de parecer molesto por lo que acababa de decir ahora parecía agradecido de que al fin alguien entendiese como se sentía.

—Eso mismo. Creo que los golpes en mi rostro son prueba suficiente de ello, ¿no es así?

—Eso y como golpeas a veces cosas cuando las cosas se escapaban de tu control.

—Lo siento—se disculpó y por su tono de voz me di cuenta de que lo hacía de verdad— Espero que no creas que soy una especie de monstruo o mucho peor un psicópata— añadió cabizbajo.

Decir que sentí lástima por él en cuanto dijo eso era quedarse corta. No podía creer que él pensara que la gente lo veía de esa forma. Sé que era bastante hipócrita de mi parte juzgar a los que sí lo hacían pero ahora que me permitía conocerlo un poco mejor me daba cuenta de que lo había prejuzgado erróneamente.

Rodeé la isla y me paré frente a él. Tal vez lo que estaba a punto de hacer no marcaría una gran diferencia y dudaba mucho que pudiese hacerlo cambiar de opinión, había tratado con gente como Dalton antes y sabía que era difícil hacerles ver que no eran lo que ellos creían que eran.

—Valmont, mírame—ordené.

Dalton giró su cabeza en mi dirección y decidí que lo mejor que podía hacer antes de abrir mi boca era observarlo unos segundos en silencio. Había algo en él que no estaba bien. No se comportaba como el de siempre, algo había cambiado desde anoche, y no sabía que era. Lucia como un niño pequeño al que la gente regañaba por cosas que hacía, sin querer, pero que igual les molestaban.

— ¿Esa es la opinión que crees que tengo de ti?

Asintió.

— ¿De  verdad?—pregunté molesta— ¿Cómo podría pensar eso del hombre que me salvó de que muriese estrellada contra el piso en una patética fiesta de fraternidad? ¿O del que al fin, luego de unos cuantos errores, se digna a demostrarme que tiene emociones y no es un maldito robot? No solo eso, sino que me confesó que estaba enamorado aun de Chloe—agregué con un poco de pesar.




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