Una Noche En New York

02. Sueños en realidad aumentada.

Hay un simple sentimiento que divide a los perdidos de los felices. Un algo que no se puede definir en palabras, pero que a veces empieza a fluir dentro de ti como el agua de un arroyo. Ocurre cuando deseas algo con intensidad, o cuando la intensidad de ese algo te hace ver la vida con luz y admiración. Es un inexplicable lente multicolor que está listo para usarse en todo lo que hacemos a diario; y ver cómo se pierde en la rutina despierta en ti la misma sensación de ver algo desvanecerse poco a poco.

Esa luz que se cuela en la tormenta es esperanza, y es mi única petición para quienes me rodean. Es lo que siento cada vez que veo al chico que está sentado junto a mí mirando despreocupado a través de la ventana.

De repente gira su cabeza en mi dirección y cuando sus preciosos ojos azules me atrapan viéndolo descaradamente, adquieren una combinación de intensidad y curiosidad que me deja abrumada.

— ¿Estás tratando de leerme la mente, señorita? Que descortés —. Su sonrisa pícara es contagiosa.

— Claro que no, caballero, simplemente estaba preguntándome cuál es el nombre de su estilista. Tal parece que hace milagros—. Él se pone una mano en el pecho con fingida indignación.

— ¿Está intentando decirme que ser guapo es un ticket de una sola cita?

— Solo digo que debe ser un milagro que cada vez luzcas más guapo —. Mi comentario lo toma por sorpresa, pero no pierde la oportunidad para mirarme de arriba a abajo.

— Pues digamos que tú tampoco estás mal — bromea.

— ¡¿Así me devuelves un cumplido, ingrato?! — protesto, y él suelta una carcajada que sorprende hasta al chófer. — ¿Quién es el descortés ahora, principito? — levanto una ceja.

— Vas a pagar por ese comentario, señorita — anuncia acercándose a mí.

— Ya hemos llegado — Vocifera el chófer con tranquilidad.

— Ouhhh. Salvada por la campana, dama —. Kostya recupera su postura con una gran expresión de felicidad, para bajarse del auto con prisa y abrirme la puerta. — Señorita Melania — Me extiende su mano para ayudarme a salir, luego hace una reverencia pequeña y finalmente besa mi mano. — Es un placer ser su acompañante esta noche.

— El gusto siempre es mío — Devuelvo y luego me acerco a él con sutileza para susurrarle. — Pero no vuelvas a decir eso, que me haces ver como si tuviera un compañero diferente cada día.

Ante mi comentario, él contiene una risa y responde: — Ay, mi querida. Me vuelves loco.

Cuando entramos al lugar, un hombre nos dirige hasta una gran puerta blanca, en la que Kostya se detiene y le da instrucciones antes de volver a mí con una venda en las manos.

— Creo que nunca te lo he dicho, pero no me van las citas a ciegas, así que el potencial asesino en serie dentro se quedará esperando — Le susurro tan seria como si no hubiese acabado de soltar una broma tan fuera de lugar. Sin embargo, él parece no reparar demasiado en ella y me pone la venda en los ojos.

— Tendrás que bailar sobre mi tumba antes de tener una cita a ciegas — Le escucho mofarse detrás de mí.

— Los chistes sobre la muerte son de mal gusto, cariño.

En lugar de responderme, me toma de la cintura con suavidad y me impulsa hacia adelante. Caminamos un poco y de repente, me suelta.

— ¿Lista? — Cuestiona.

— Lista.

Al descubrir mis ojos, veo una pequeña luz a lo lejos y sorpresivamente todo empieza a iluminarse a mi alrededor en forma de fuegos artificiales.

— Me trajiste a ver un concierto de Katy Perry — afirmo asombrada.

— Algo mucho mejor.

Todo vuelve a quedarse en completa oscuridad, y su voz interrumpe el silencio.

— Una cena es superficial para alguien como tú, Mel, así que decidí que esta vez haría algo con todo lo que sé de ti. Algo con lo que más amas en el mundo: las personas.

No tuve tiempo de reaccionar porque el salón se iluminó y el rostro de alguien apareció en una gran pantalla en frente de mí.

— Hola, Melania, mi nombre es Daniela Van — una mujer de tez morena y cabello rizado saluda con una sonrisa. — Uhhm ¿el mejor día dices? — pregunta hacia el camarógrafo y ante su respuesta, se toca el mentón por unos segundos meditando. — El mejor día de mi vida fue cuando nació mi hija Caroline — ríe con el rostro lleno de emociones. — Mi embarazo tuvo muchas complicaciones, y tuvieron que operar dos veces dentro de mi vientre para después decirme que la probabilidad de que mi hija naciera viva era del diez porciento... por poco tiempo pensé que no sobreviviría, pero cuando nació, estaba sana y a salvo. Fue como una especie de milagro — finalizó conmovida. Yo simplemente observé la escena con una sensación de satisfacción y felicidad por ella y su historia, agradecida de que todo haya salido bien.

— ¿Puedo decirle Meli? — cuestionó un hombre muy mayor en la siguiente toma, y luego hubo un pequeño corte para que él volviera a empezar. — Hola, Meli, mi nombre es Jeffrey y serví en el ejercito toda mi vida... Mi peor día fue el 24 de Septiembre de 1970 — hace una pequeña pausa y mira hacia arriba. — Mi hermano y yo estábamos en servicio y nos arrojaron una granada. Él murió hace mucho tiempo ya, pero creo que lo extrañaré por siempre —. Al final su sonrisa estaba acompañada de lágrimas y nostalgia, al igual que mi rostro.

Sin darme cuenta cuando lo hice, me encontré sentada en una banca con Kostya a mi izquierda rodeándome con un brazo, y una caja con pañuelos a mi derecha.

Casi dos horas de anécdotas tristes y felices después, la pantalla se apagó por completo y las luces se encendieron, iluminando un salón gigante con paredes blancas. En ese lapso de tiempo limpié mi cara con un pañuelo y me levanté de la silla con todo mi remolino de emociones en el corazón.

Mi novio se posicionó en frente de mí con satisfacción.

— Que irónica la vida... Yo que me había prometido nunca hacerte llorar —. Pone sus manos en sus bolsillos y me observa detalladamente.



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En el texto hay: romance, drama, realeza

Editado: 22.08.2021

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