Una novia por 15,000 dólares

Capítulo 38

      Amelia había salido. No sabía si ese hombre estaba armado. Y si lo estaba y Amelia quería arriesgar su vida, era su problema.

      Cinco minutos después tocaron la puerta. Eran Hernesto y Sophie.

      -Me alegro de que hayas venido amigo- dijo Hernesto cuando entró- ¿dónde está Amelia? Es hora de trabajar.

      -Creo que se te adelantó. Salió a buscar a Julián- declaré.

      -¡¿La dejaste ir?!                                    

      -Yo le dije que los esperara pero no me escuchó.

      -¡¿Jonathan qué te pasa?! ¿Qué rayos hay en tu cabeza?- me gritó Sophie.

      -¿Qué? Oigan yo solo…

      -Iré a buscarla- me interrumpió Hernesto.

      -Espera, yo voy contigo- siguió Sophie.

      -Ni lo pienses, puede ser peligroso.

      -Amelia también es mi mejor amiga, no voy a dejarla sola.

      Al ver ese nivel de lealtad me sentí un poco culpable. Yo la había dejado marcharse sola en busca de un ladrón y ahora mi mejor amigo y su novia se debatían en quien iría por ella.

      -Yo iré- les dije- ustedes quédense y supervisen por las cámaras si llega la policía, o llámenla.

      -¿Esa es tu idea para limpiar tu consciencia?- inquirió Hernesto.

      -Admito que me equivoqué, déjenme arreglarlo.

      -Más vale que no lo arruines.

      Vaya palabras de aliento me daba el chico que se hacía llamar mi mejor amigo. Salí de la casa cuestionando un poco mis actos impulsivos. Nunca antes había actuado así.

      Estaba de camino y no sabía muy bien qué pensar. De pronto empecé a sentirme un poco desesperado y aceleré. Cuando llegué a la compañía vi que la puerta no tenía seguro y entré. Al hacerlo escuché un disparo.

      Afuera no había patrullas, ¿cómo había llegado antes que la policía?

      Sabía que Amelia no había salido con armas. Ojalá tuviera una en el auto. “Por favor que esté viva” , era mi único pensamiento.

      Fui corriendo la elevador y no funcionaba, subí corriendo las escaleras, ya sabía dónde estaba la oficina. Cuando llegué, Amelia se agarraba un brazo y Julián le apuntaba con un arma.

      No sabía qué hacer. Llamé a Hernesto y contestó enseguida.

      -¿Dónde diablos está la policía?- susurré

      -No se ven en las cámaras- fue toda la respuesta que obtuve.

      -A Amelia le dispararon, no se ve muy grave desde donde estoy pero haz que la policía llegue ya.

      -¡Qué pasa con…!

      Colgué cuando Julián gritaba:

      -¡Quién está ahí!- miró a todos lados y volvió a apuntarle a Amelia- lo siento, pero debo irme.- fue lo último que le dijo cuando apretó el gatillo.

      Antes de apretar el gatillo había cerrado los ojos y sin pensarlo mucho fui corriendo para empujar a Amelia antes de que la bala la alcanzara.

      Pensé que lo había logrado cuando sentí un dolor atroz en mi costado derecho. Oh joder. ¿Así se pagaban las buenas acciones?

      Al parecer todos escuchamos sirenas de policía porque nos giramos a la entrada casi esperando que unos oficiales entraran. En poco tiempo nuestro deseo se hizo realidad.

      -Es… ah- me apreté más la herida- es ese al que buscan- indiqué al oficial.

      -Oficial Kan- habló por su radio el policía arrodillándose a nuestro lado- enviar a una ambulancia pronto, tengo a dos heridos de bala en el piso superior. 

      Enseguida se dirigió a Julián y le pidió que bajara el arma y pusiera sus manos detrás de la cabeza. Él obedeció dócilmente y mientras lo esposaban no le quitó los ojos de encima a Amelia. Ya nos habíamos puesto de pie y cuando nos pasó por el lado le dijo a Amelia:

      -Lo juro, no le hablé de ti.

       El oficial se lo llevó y Amelia se giró hacia mí.

      -Hay otra persona detrás de esto.

      -¿Por qué lo dices?- pregunté como pude.

      -Porque Julián menciona a otra persona.

      -Está loco. ¡Te disparó!

      -Y lo habría dicho de nuevo si tú no hubieras entrado, ¿por qué lo hiciste?

      -Habría hecho eso por cualquiera- contesté rehuyendo de su mirada.

      -Sigue diciéndote eso. Cuando tengas una cicatriz ya veremos de quién te acuerdas.

      Ambos bajamos porque la ambulancia ya había llegado. Empezaron a curarnos y Sophie y Hernesto llegaron en medio de oficiales y paramédicos. Les contamos lo sucedido y claro, estaban angustiados pero felices. Hernesto además de eso estaba impactado por lo que yo había hecho.

      -Adiós Jonathan- fue lo último que Amelia me dijo ese día.




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