Hola, soy Sophie
Cuando llegué a casa de Amelia, Amy me llevó a la biblioteca y me deseó suerte.
Abrí la puerta en silencio y me senté al lado de Amelia. Ella me ignoraba, pero sabía que lo hacía a propósito. Le bajé el libro para que me mirara y cuando los ojos se le aguaron la abracé.
-Puedes llorar- le dije- no te voy a juzgar.
-Lo sé, pero no quiero hacerlo, no por él.
-¿Qué es lo que sientes Amelia?
-¿Sinceramente? No lo sé. Siento que podría llegar a gustarme, luego recuerdo que es un grandísimo imbécil y… no sé qué pensar.
-¿Has escuchado que los opuestos se atraen?- mencioné con inocencia y ella contestó sin mirarme.
-¿Estás aquí para que me sienta mejor o para obligarme a enamorarme de él?
-Esas cosas no son tan sencillas de lograr, solo te voy a escuchar.
Dos horas después Hernesto y yo quedamos en reunirnos en una heladería cercana.
-¿Qué lograste con Jonathan?- le pregunté.
-Creo que está enamorado de Amelia. Aunque tal vez aún no se haya dado cuenta. ¿Tú qué lograste?
-Bueno. Amelia está siendo tan terca como siempre y se niega a analizar sus sentimientos, creo que necesita tiempo.
-Le dije a Jonathan que aprovechara la cena del sábado. Sus padres invitaron a Stella y a sus padres para una reunión de negocios pero sé que con gusto la aceptarán.
-¿Y tú crees que Amelia acepte algo así?
-Jonathan me contó que ella sospecha que hay otra persona. Joseph era engañado por Julián. Le dirás que vaya para que “averigüe” algunas cosas. ¿Qué te parece?
-Creo que no debemos meternos en su relación. Especialmente tú, por eso están así.
-Piénsalo. De yo no haber aparecido a Jonathan le seguirían robando el dinero y él y Amelia no estarían enamorados.
-Hernesto, no están enamorados.
-No aún, nosotros lo vamos a arreglar.