Una nueva oportunidad

Capítulo 4

Lo primero que encontró fue la colección de monedas. 

—Es increíble que haya coleccionado tantas monedas —mencionó Elsie, observando el álbum—. Todavía recuerdo cuando creyó haberlas perdido. 

 —Buscamos en el parque todo el día —rememoró Johann, recordando aquel instante de su infancia.  

—¿Quién iba pensar que nuestra abuela las había puesto en este álbum para darle una sorpresa? 

Elsie rio divertida. Esa era la primera vez, en mucho tiempo, que Johann la escuchaba reír; de hecho, era la primera vez que él también reía al recordar a su amigo. Ambos se dieron cuenta de eso, por lo que, entablaron un breve contacto visual. Los dos seguían extrañando a Christopher, no obstante, eran conscientes de que existían remembranzas que lo mantenían vivo.

Enseguida la muchacha sacó las tarjetas de béisbol. 

—Chris esperaba que usaras esa colección sabiamente —indicó Johann—, vale una pequeña fortuna, así que sé cuidadosa con ella, por favor; yo te guiaré en caso de que desees vender alguna tarjeta. 

—Nunca me dejó tocar una sola de estas —recordó Elsie—, claro que me contentaba regalándome las que tenía repetidas. —Ella suspiró y enseguida admitió—... No guardé ni una sola. 

—Entonces, ¿no fue exagerado en su petición de que yo te ayudara a manejarlas? 

—Creo que no. 

Ambos rieron sin poder evitarlo. 

Ella continuó indagando y, entonces, sacó un álbum con fotografías. 

«Chris, ¿en esta época quién tiene álbumes de fotos? Eres la única persona que conozco que hace estas cosas», decía ella cuando lo veía imprimiendo y colocándolas, una por una, dentro del álbum. 

«Prefiero recordar los mejores momentos, de la vieja forma, la manera confiable. ¿Qué haré cuando tenga hijos y se vaya la luz? ¿Cómo los voy a entretener?»  

Ese recuerdo volvió apagar el brillo de Elsie. Le frustraba pensar en tantos planes y en el futuro que ya no sería. No fue capaz de abrir el álbum fotográfico y siguió extrayendo cosas de la caja. Las puntas de sus dedos se toparon con un marco y entonces, con cuidado, sacó ese pequeño cuadro que yacía al fondo. 

Se trataba de un retrato de Christopher y ella cuando eran niños. Esa fotografía se las tomaron en el campamento de verano, justo antes de que regresaran a casa y que se dieran cuenta de que la vida de ambos cambiaría para siempre, pues sus padres habían decidido divorciarse. 

Dejó el retrato encima de la mesa y continúo observando lo demás. Precisaba olvidarse de aquellos tormentosos momentos. 

—Era un gran fotógrafo —admitió Johann, observando las imágenes que captó en su viaje por Europa—. No pude ir con él a ese viaje, pero no creo que la haya pasado mal —agregó al ver una fotografía en la que posaba con unas chicas. 

La joven sonrió y miró también. 

—Había terminado su relación con «la que no debe ser nombrada», así que me alegra saber que se divirtió. 

 

Elsie se percató de que un grupo de fotografías, salían del libro que había abierto. Las tomó cuidadosamente y con atención las contempló. 

Eran imágenes de la boda de su padre. Para ella no resultaba grato recordar esos momentos. Se negó terminantemente asistir al enlace nupcial, aun cuando su progenitor insistió y le envió dinero para que viajara hacia Nueva York, pues era allí donde se celebraría la unión…  

«Quiero que estés aquí, Elsie. Por favor, deseo que me acompañes en este día tan especial», había dicho él en una llamada telefónica.  

Ella y Christopher nunca peleaban, sin embargo, ese día discutieron terriblemente. Él intentó persuadirla de acompañar a su padre en la nueva etapa de su vida, pero Elsie no aceptó ir a la boda. Estuvieron enojados por algún tiempo, hasta que ella no pudo seguir alejada de él; Christopher era la única persona de su familia a la que amaba, no quería perderlo ni distanciarse, hizo de todo para que él la perdonara, ¿quién diría que después de dos años él sería diagnosticado con aquella espantosa enfermedad? ¿Quién iba imaginar que lo perdería aun a pesar de todo el amor que le profesaba? La palabra «cáncer» resonaba en su cabeza como una cruel letanía.  

La duda le carcomía el alma. 

¿Si ella hubiera sido generosa con su padre, Dios no le hubiera arrebatado a su hermano? 

—Sé que es un tema sensible para ti —dijo Johann, armándose de valor para enfrentar el problema—. Fue muy triste lo que sucedió en el pasado. Christopher también estuvo enojado con Ben, con todo y eso, decidió darle una segunda oportunidad. 

—Sí, Fletcher, ya sé. El caso es que yo no soy tan buena como Chris, yo... no he podido perdonarle y olvidarme de todo. 

—No se trata de ser bueno o malo, cada quien enfrenta las adversidades de manera diferente —indicó Johann sin perder la paciencia—. Lo importante es que sepas valorar todo eso que aún tienes. No es tarde para que recuperes tu relación con él y seas parte de su vida. 

Elsie se encogió de hombros. 

—Mi padre vive al otro lado del país, no es como que pudiéramos convivir y ser muy cercanos.  

Johann hizo un gesto de desaprobación. 

—¿Y acaso no existe la tecnología? ¿En qué mundo vives, Wilder? ¿No hay suficientes medios para contactarlo? Te aseguro que ni siquiera has leído los mensajes que han llegado a tu celular, estás empeñada en seguir pensando que no le importas a tu padre —argumentó el abogado al tiempo que Elsie se levantaba de su asiento para alejarse de él. Johann no pensaba quedarse callado, así que le dio alcance y prosiguió—. ¿Piensas que Ben no se acuerda de tu cumpleaños? ¡Por Dios! Eres su hija y te ama. ¿Por qué te niegas a aceptarlo? 

—Es fácil para ti, hablas desde tu ignorancia porque tus padres siempre han estado juntos y tu papá, ciertamente, nunca te dejó de lado —contestó la joven, haciendo un esfuerzo para no llorar—. ¡No tienes idea de cómo se siente! 

—Quizá no conozca ese sentimiento, pero de lo que sí estoy seguro, es de que nadie está exento de cometer errores. Tu padre no es perfecto, mas, ¿esa es razón suficiente para odiarle por el resto de tu existencia?  




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