Sky seguía jugueteando con sus largas mangas hasta que su fiel sirvienta apareció para guiarla y llevarla rápidamente a su habitación. Quizi la encontró escondida entre una columna hundida en la pared de piedra, parecía que su ama divagaba en otro mundo. Sky, acababa de darse cuenta que de la situación entre Lady Rubín y el Príncipe estaba cayendo en un lugar oscuro, olvidado. Tal vez habría caído polvo y telarañas que ahora Lady Rubín parecía ser despreciable para él. Bastaron ver esas pupilas y las cejas, fue una micro expresión que fácilmente podía pasar desapercibida, pero no para Sky.
Allí podía nacer el odio.
Pero Sky, tampoco olvidaba la forma como el príncipe heredero se refirió a su propio hermano. “¿Estaba mal jugar? ¿De verdad, fue tan malo acompañar a un niño pequeño y divertirse junto a él? ¿Hasta para jugar necesito la etiqueta? Estúpida etiqueta. ¡Cuántos reyes, duques y príncipes hay en el mundo! ¿por qué no puedo llamarlo por su nombre mil veces valioso, único original?”.
Quizi le había comunicado que un criado del Rey había dejado un mensaje. Una invitación para cenar en el Prime Palace junto al Príncipe Heredero. Mientras se acicalaba, Sky conversaba con Quizi para repasar la etiqueta.
La habitación de Lady Rubín era espaciosa, estaba ubicada justo al espaldar de la habitación del Príncipe Luscher, pese a ello, ninguna vez se habían encontrado por el pasillo. Quizi acicaló con sumo cuidado a su señorita, ya que no todos los días podía estar frente al Rey. Ella tenía que hacer notar su belleza y elegancia. El orgullo del Ducado, la joya más valiosa y más linda no podía ser opacada por ninguna mujer de clase menor a la de ella. La Duquesa Janine le había encomendado esa tarea, “más te vale mantener a Lady Vera presentable. Realza siempre su belleza para que esas moscas que vuelan cerca del Príncipe, sepan cuál es su lugar”.
Sky tenía otros problemas en los cuales preocuparse. El Rey. No estaba preparada para verle tan pronto, estaba absolutamente nerviosa que sentía recorrer el frio por todo su cuerpo, aunque solo hacía poco que había salido de la cálida ducha. La etiqueta todavía seguía siendo su punto débil y no quería que ninguna de sus maneras sean tomadas ofensivas, menos que la Duquesa se enterara de algún error suyo frente al Rey.
Era hora. Sky caminó por los pasillos, siguiendo al criado que había llegado a recogerla, un hombre mayor y de rostro tranquilo. Al llegar al comedor, presentó a la joven con sumo respeto y así Lady Rubín apareció frente al Rey.
Dentro del gran y lujoso comedor, el Rey estaba sentado a la cabeza, por alguna razón en la reseña solo había sido mencionado ligeramente, dando a entender que su rol no era transcendente para la historia. Sky al verlo sintió que era un hombre sabio, aunque algo no le cuadraba en su mirada. Tenía los cabellos rubios al igual que sus hijos, y sus ojos eran un tono más oscuro que el de ellos. Si de físico hablamos, era un hombre atractivo, sin duda alguna.
—Es un honor, volverlo a ver, Su Majestad —Lady Rubín se inclinó tomando los lados de su vestido blanco como la nieve.
—Hija mía, cada vez estás más hermosa. Toma asiento por favor, frente a tu futuro esposo.
Sky vio la expresión ofuscada del futuro esposo y se sintió incómoda.
—¿Cómo vamos de salud? —Su Majestad hablaba sin formalismos, lo que alivió un poco la tensión.
—Bien, gracias por preguntar. El descanso me ha hecho recobrar todas mis fuerzas.
—¡Ya lo creo! —exclamó el Rey con diversión— Lan me contó que pasaste toda la tarde junto a él.
—Oh, su Majestad, ¡ojalá no se moleste! Pero tiene un hijo tan encantador —respondió Sky con nerviosismo—. Hasta tomé las prendas del Príncipe para poder jugar con él. Ordenaré que se le sean confeccionadas unas nuevas en su reemplazo… con el mejor modista. Disculpe por tal atrevimiento.
Lusher pensaba que ella se estaba haciendo la víctima, buscando solo el favor del Rey al acercarse a su hermano menor, pues nunca antes se había dignado en hablarle. Lástima que él no podía leer los corazones ni interpretar las miradas cuando estaba predeterminado a aborrecer a una persona, su juicio no era el más acertado; un defecto que el Rey encontraba de los más perjudicial.
—No te preocupes. Al contrario, soy yo quien te lo agradece, Lan es un niño introvertido, y tampoco tiene aptitud para los estudios o la espada, es grato que pueda jugar y dejar de lado toda presión.
“Aptitud para la espada y los estudios, ¿cuánto años tiene ese pequeñuelo? ¿Cómo va ser excelente en ello si aún está en etapa de formación?”
Sky se preocupó— Si no fuera tanto mi atrevimiento, le sugeriría que organizara pequeñas reuniones con los hijos de los nobles de edad cercana al príncipe, así él podría abrirse más con la gente a su alrededor y socializar.
El Rey elevó una ceja— No son muchos los niños de la realeza que sean dignos amigos para mi hijo, por lo que no lo creo prudente. Aun así, gracias por su sugerencia, Lady Rubín.
Sky notó el cambio de tono en la voz del Rey y no quiso seguir insistiendo.
La cena continuó con una conversación bilateral entre el Rey y Lady Rubín, el Príncipe a duras penas aportaba algo a la conversación y cuando lo hacía, discretamente traía a colación las virtudes extrañas de su prometida.