A diferencia de otros aristócratas, el Duque y de la Duquesa de Mensis dormían en la misma habitación. La atmósfera que ellos procuraban frente a Rubín era tranquila y acogedora, como una gran familia unida.
En conclusión, la pareja ducal de Mensis, en la intimidad de su habitación, eran amorosos y comprensivos, pero modestos y serios frente a sus sirvientes y la sociedad.
La Duquesa aún reposaba sobre la recámara, era el inicio de semana, pero tenía un terrible dolor de cuerpo, por lo que había planeado descansar el resto del día; el Duque, por otro lado, estaba listo para salir y cumplir con sus labores diarias; sin embargo, su hija recién llegada del Palacio Real tocó a su puerta y se presentó para hablar sobre algunos asuntos referentes a sus proyectos que no podía aplazar por ningún día más.
El desayuno ya estaba sirviéndose, mas Sky no quería esperar solo necesitaba un "sí" de su padre para viajar directamente al distrito de Caibos y continuara con la implementación del Proyecto Piloto. Ya había estado fuera de su casa por tres días y necesitaba pedir cuentas a Micaela y Reene.
—¡Otra vez con eso, muchacha! Es que no entiendes que la prometida del príncipe no puede estar todo el día con los plebeyos. En vez de eso, dedica tu tiempo en procurar que el príncipe no se deslumbre por otra mujer. Ya escuché de los rumores, ¿qué hay de esa Lady Tamara?
—¡Su Excelencia! —cuestionó Rubín—. Necesito seguir con esto, no puedo dejar inconclusas mis acciones, todo esto es por el bien del Ducado y el futuro del Reino. Duquesa, Lady Tamara es una muchacha coqueta y desinhibida, no es el tipo de mujer que le agrade al príncipe así que no se preocupe, porque yo tampoco lo hago —refutó Sky. "Además de que el Príncipe está de perro guardián de otra doncella".
El Duque, un hombre apacible y sabio, de ojos violetas y de un atractivo agradable. Miró a la Duquesa y su hija, enternecido porque nunca imaginó que Vera Rubín algún día estaría interesada en velar por las tierras de su Ducado y por el futuro de los desvalidos, se sentó al lado de su amada y tomándole una mano le dijo suavemente:
—Su Excelencia, ¿usted no es débil a las peticiones de nuestra niña? Si pasadas chucherías egoístas ha consentido, con mayor razón debe ser indulgente con una petición sincera que busca ayudar al prójimo.
Sky pensaba que el Duque estaba sometido a los caprichosos de su esposa que también era una mujer deseosa de poder y según la reseña, embustera; sin embargo, en esta ocasión, la Duquesa parecía ser la débil ante las palabras del Duque.
—Su excelencia, es el que consiente demasiado a nuestra niña, por eso ella viene a usted primero. ¿Qué tengo que decir ahora? ¿Acaso puedo negarme? Está bien, Vera Rubín, pero lleva a toda una escolta contigo, no solo basta con Reene. Y a todo esto, ¿ya desayunaste?
—Desayuna conmigo antes de irte, hija.
—Sus Excelencias, ya he comido algo por el camino. Ahora mismo, necesito partir y regresaré por lo menos a las siete. Gracias por su permiso y bendición.
Sky realizó una reverencia y luego se retiró hacia su habitación a cambiarse a unas prendas más ligeras. Después de ello, junto Reene, el hijo de mayordomo, y Quizi, arribaron a Caibos. Allí encontraron a Micaela junto a Ezio, ellos estaban supervisando la remodelación del local mientas Lios atendía a los niños inquietos que llegaban y se iban como polluelos en un jardín.
Un grupo de pequeños reconoció a Rubín y se arremolinó a su alrededor. Micaela espero su turno para hablar, ya que los niños habían atraído completamente la atención de la dama. Admiraba que Lady Rubín no era igual a los otros aristócratas de la realeza y la nobleza, ella supo compenetrarse y ganar la simpatía de los sencillos niños de la calle que venían sucios y mal olientes. Sky Blue se presentaba, revolvía los cabellos con cariño, los invitaba a lavarse, los atendía con sus propias manos sin usar los arrogantes guantes; ella hacía que esos niños se sintieran valiosos. Rubín representaba el héroe que Micaela siempre quiso tener en su infancia, una infancia que día a día seguían viviendo los niños de los distritos negros.
—Maestra, el trabajo estará terminado en una semana más —afirmó Micaela con las manos en la cintura— ¿por qué vino tan pronto, no confía en nosotros? —dijo con un tono simplón.
—No, no, para nada, vine rápido porque los extrañé. Quería saber qué hacen mis adorables niños —Lady Rubín sonrió, su melodiosa voz elevaba sus palabras como el más lindo de los cumplidos que Micaela había oído.
—Ezio está al fondo, si la ve saltará sobre usted. No imaginábamos que vendría tan pronto. ¿Por qué trajo a Reene? Él solo sabe criticar.
—¡Insolente! —espetó Reene—, sigues sin hablar con respeto. Soy Sir Reene y no llames maestra a Milady, llámala cómo se debe.
—¿Dónde está mi querido Ezio? —llamó Sky sin atender los comunes roces entre la muchacha ruda y el hijo sensible del mayordomo— ¿Y Lios?
Los mellizos eran los hermanos menores de Micaela, tenía catorce años, pero su desarrollo había sido rápido por lo que su altura competía con la de Reene, a pesar que él tenía dieciocho años.
Ezio escuchó la voz de su maestra, dejó los tablones de madera y salió corriendo al encuentro. Cómo lo había predicho Micaela, Ezio se lanzó a las faldas de Rubín como si fuese un fiel cachorro. La voz y el rostro del adolescente era aniñada y poco varonil, eso hacía un gran contraste con su altura.
—¡Maestraaaaa! Mire, mire, he cargado tantos tablones y he pintado cerca de la mitad del local. ¡He trabajado mucho!
—¡Muy bien! Eso merece un premio, niño bueno —Sky revolvió los castaños cabellos del muchacho con suavidad y lo invitó a salir a jugar con los demás.
Los resultados del catastro aún estaban incompletos; de toda la tierra del Ducado solo el tres por ciento había sido censado. Los dos meses ausentes de la vida social fue insuficiente para que Sky pudiera concretizar todas sus ideas. Gracias a un interrogatorio que hizo a sus guardias, al personal de servicio y los libros contables de su padre, decidió hacer el plan piloto de "Voluntariado Real" en Caibos, en donde había un gran índice de pobreza y delincuencia. Y era un punto crítico importante porque marcaba la frontera con el pequeño Reino de Kwoka.