Una nueva perspectiva

1. Un día fuera de lo normal

Una tenue luz empieza a asomar a través de la ventana, señal de que ya está despuntando el alba. Andrés toma el celular con resignación, consciente de que faltan pocos minutos para que suene el despertador. Tras tomar una ducha tibia y coger unos pantalones vaqueros y una camisa a cuadros del ropero, escucha el llamado de su madre que le indica que el desayuno está listo. Come rápidamente los huevos revueltos con tostadas, dejando el café con leche sobre la mesa porque aún está demasiado caliente. Alista sus cosas y se despide de sus padres mientras toma los últimos sorbos de su café, dando inicio a un día más en la universidad.

Su viaje en autobús de camino a la universidad transcurre como de costumbre. El semestre empezó hace apenas un par de semanas, pero la rutina ya se hace sentir y Andrés no tiene nada mejor que hacer que ver por la ventana el caótico tráfico de la capital. No es un viaje muy largo, y el aviso sonoro del autobús lo saca de sus pensamientos para indicarle que ya ha llegado a su destino. La estación de autobús está junto a la entrada de la universidad, y diez minutos después ya está frente a los salones de Ingeniería Informática. La clase de teoría de la información se le hace bastante pesada, ya que está pagando las consecuencias de no haber dormido lo suficiente la noche anterior; afortunadamente tiene un descanso de una hora antes de la siguiente clase. Es hora de ir a por otro café. Con el pequeño vaso de plástico en su mano, considera que es buena idea hacer una caminata por el campus para despejar la mente.

Siempre que hace este tipo de caminatas no suele fijarse mucho en las personas que le rodean; parece como perdido en sus propios pensamientos. Mientras bebe un sorbo de su café, algo llama su atención: es una chica en silla de ruedas. La chica cruza el sendero por el que pasa Andrés, empujando su silla con algo de esfuerzo hasta desaparecer entre la multitud de estudiantes. Lo que pudo ver Andrés en los pocos segundos que la chica estuvo a su vista es que tenía cabello castaño oscuro y piel trigueña, vestía un buzo de lana gris y una falda que se extendía hasta un poco por debajo de sus rodillas, además de unas zapatillas blancas. Andrés sintió algo extraño al verla, algo que no había sentido nunca aun con chicas más atractivas.

Bebiendo lo que resta del café de un tirón y depositando el vaso en la papelera más cercana, acelera el paso y toma el sendero por el que ella estaba transitando con la esperanza de alcanzarla. Tras varios minutos de búsqueda minuciosa, la chica parece haberse esfumado; probablemente ha entrado a un edificio cercano. Andrés no tiene siquiera una pista de ella, y quiere saber al menos en qué facultad estudia, ya que esto incrementa enormemente las probabilidades de encontrarla. Continúa su camino unos metros más cuando mira su reloj: faltan diez minutos para la siguiente clase, así que debe regresar a la facultad.

Durante la clase, la mente de Andrés está ausente y ajena a la explicación del profesor; su cabeza está dando vueltas pensando en la misteriosa chica. Se pregunta qué tenía de especial. Sí, era bonita, pero tampoco tenía una belleza extraordinaria comparada con otras chicas de la universidad. ¿Acaso le atrajo el hecho de que estuviera en silla de ruedas? Lo que sintió Andrés en ese momento era algo especial, algo que iba más allá de simplemente haber visto a una mujer atractiva como tantas otras.

Para ese momento la somnolencia del principio del día ya ha desaparecido; la cafeína, junto con el inesperado encuentro han activado por completo su estado de alerta. Llegada la hora del almuerzo, Andrés tiene otra idea: hoy no va a almorzar en el edificio de Ingeniería. En su lugar, irá a la cafetería ubicada frente a la facultad de Economía, la más cercana al cruce de senderos por el que vio pasar a la chica.

Con la bandeja en sus manos, Andrés encuentra una mesa libre, asegurándose de sentarse mirando a la entrada. Aunque sabe que es poco probable que la chica entre a la cafetería, Andrés se nota ansioso, levantando la vista constantemente para observar a las personas que entran, moviendo las piernas con un ritmo repetitivo y enredando ociosamente los espaguetis de su almuerzo con el tenedor, lo cual da cuenta de su impaciencia. Cuando termina su comida y se dispone a salir de la cafetería, echa un último vistazo, sin lograr ver a la persona que busca. En su camino de regreso al edificio de ingeniería, decide que en los siguientes días almorzará en cada una de las distintas cafeterías del campus.

Tras la última clase del día suele quedar con sus amigos para jugar al fútbol en la zona verde ubicada detrás del edificio. Pero hoy no tiene ganas de fútbol: hay una tarea más importante para él; va a dar otra caminata por el campus, recorriendo los senderos que conducen hasta la biblioteca central, donde considera que podría estar la chica. Llega al lugar y, tras haber recorrido cada uno de los cuatro pisos del recinto, no encuentra quien busca. Cae en la cuenta de que se está obsesionando demasiado buscando a la chica, que podría haberse ido a casa desde hace horas. La búsqueda ha concluido por hoy.

En el autobús de regreso a casa, sigue pensando por qué había sentido esa extraña sensación con una chica en silla de ruedas. Hoy como nunca ha experimentado un entusiasmo mezclado con ansiedad que no había sentido en los últimos años, donde había tenido una vida monótona y había vivido como en piloto automático. Algo ha cambiado en él.




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