El día siguiente al encuentro con la chica, Andrés estuvo reunido todo el día con unos compañeros haciendo un proyecto grupal, sin dar margen a reanudar su particular búsqueda más allá de sus recorridos habituales. Esto le hizo pensar que quizá lo mejor sería esperar a encontrarse con ella por casualidad en lugar de estar persiguiéndola prácticamente a ciegas y sin un mínimo de información. Preguntó sobre ella a sus amigos cercanos y uno de ellos, Jaime, le dijo que una vez había visto a una chica en silla de ruedas cerca a la entrada, aunque la vio desde lejos y no recuerda sus rasgos físicos, por lo que no podía asegurarle que fuera la misma persona.
Es miércoles y ha pasado una semana desde el encuentro que conmovió la mente de Andrés. Él ha tratado de ser fiel a su plan de no perder tiempo tratando de buscar a la chica y esperar a encontrarla de manera fortuita, aunque no puede resistir tomar algunos caminos diferentes a los que siempre ha recorrido con la esperanza de incrementar sus probabilidades. También ha seguido su plan de almorzar cada día en una cafetería distinta.
Hoy es un día un poco diferente; además de ser un día bastante caluroso producto de la total ausencia de nubes en el firmamento, el programa del día tiene una leve variación, ya que en la tarde está invitado a un seminario sobre seguridad informática. No es que le entusiasme demasiado, pero al menos es más interesante que las clases de siempre. Con el estómago lleno tras haber almorzado en la cafetería de la facultad de Derecho, emprende su camino hacia el auditorio principal, sitio donde tendrá lugar el evento.
Al llegar, nota que ya hay un buen número de personas en la entrada, algo lógico teniendo en cuenta que el seminario está abierto no solo a los estudiantes de ingeniería informática, sino a todos los interesados en el tema. Aún faltan veinte minutos para el inicio del evento, pero no teniendo nada mejor que hacer y con la necesidad de resguardarse del sol implacable, decide entrar. El auditorio aún está bastante vacío, así que Andrés puede elegir en qué lugar sentarse. Decide ir hacia la parte alta y, una vez sentado, saca el celular para entretenerse un poco mientras empieza el evento.
En mitad de la charla, Andrés nota a una persona sentada fuera de la fila de asientos. Un segundo más tarde se da cuenta de que es una silla de ruedas. Su corazón se estremece cuando se da cuenta de que es la chica que ha estado buscando por una semana. La tiene a la vista pero muy lejos a la vez, ya que ella está en la primera fila mientras que él está sentado en la parte alta del amplio recinto.
El resto de la charla pasa como una eternidad para Andrés, que planea la salida del auditorio de tal manera que no pierda de vista a la chica. Sabe que es difícil debido a la cantidad de personas y a lo distantes que están entre sí. Apenas termina el evento, Andrés se pone de pie al mismo tiempo que sigue mirando hacia donde está la chica. Se empieza a organizar la salida y la gente de las filas más cercanas a las salidas son los primeros en abandonar el auditorio. Andrés ve cómo la chica sale en medio de la multitud, mientras él aún está de pie en medio de la fila sin poder hacer nada. Se inclina hacia un lado tratando de ver si los que están delante de él se mueven, mientras se rasca impacientemente la cabeza. Finalmente, la fila empieza a moverse, pero Andrés ya ha perdido minutos valiosos y es poco probable que ubique a la chica, lo cual se confirma a la salida donde no puede localizarla.
Andrés sale del auditorio maldiciendo su suerte y lamentando la oportunidad perdida, cuando es golpeado por los rayos del sol que lo sacan momentáneamente de sus pensamientos y le recuerda que ya está en el exterior. Malhumorado pero con la necesidad de refrescarse para hacer frente a la alta temperatura ambiental, va al pequeño quiosco cercano a comprar una botella de jugo de naranja. Con el preciado líquido en sus manos, ahora tiene que buscar algo de sombra. Decide ir a una zona verde cercana, dotada de árboles frondosos que lo protegerán del calor abrasador.
Cuando se dirige a uno de los bancos mira a su derecha y no puede creer lo que ve: la chica que había perdido de vista hace unos minutos y que creía que no iba a ver por el resto del día —y probablemente por varios días— está a unos metros de él. Está sola, a la sombra de un árbol refugiándose del calor, mientras lee un libro con una expresión relajada. Andrés se queda inmóvil por un momento, sin saber muy bien qué hacer pero consciente de que difícilmente tendrá otra oportunidad como ésta. Afortunadamente, la chica está ubicada al lado de un banco sobre el cual tiene puesta su mochila, así que Andrés tiene la excusa perfecta para sentarse cerca de ella y hablarle.
Decide rodear un poco el recorrido porque no quiere que vea que se está aproximando directamente a ella, y mientras camina no puede dejar de mirarla: hoy está más bonita que la vez anterior, con un vestido de flores que realza su feminidad y unas sandalias propicias para un día caluroso como el de hoy. A medida que se acerca, nota que sus piernas, a pesar de la falta de movimiento, conservan gran parte del tono muscular y desembocan en unos pies lisos y delicados. Cada vez está más cerca y la tensión en su mente va creciendo.