Una Obra Sin Título

¿Extraño o Perturbador?

En una casa cualquiera, todo suele estar atado a la rutina. Por ejemplo, las despedidas en la mañana al salir, las charlas al estar reunidos, o las bienvenidas cariñosas al regresar.

Eran las diez de la noche. Una joven mujer le da las buenas noches a su hija, como es costumbre para ella; su rutina. La hija, una tierna niña de diez años de edad, alegre y cariñosa como suelen ser.

La mujer arropa a la niña con una cobija gruesa; es estación fría, y todavía con las ventanas cerradas el frío suele colarse hacia la habitación. Un besito en la frente, un cálido abrazo, y para finalizar, un “buenas noches” y un “te quiero”.

La señora camina hacia la salida, apaga la luz, da una última mirada cariñosa a la niña y cierra la puerta con suavidad.

Tranquilamente, ella camina por el pasillo, hacia las escaleras que dan a la planta baja.

Pero al cruzar la esquina, pierde parte de su compostura. Se pega de espaldas a la pared. Su cara está pálida. Su corazón late desbocado y su respiración es tan acelerada e irregular que cualquiera que la viera pensaría que ha corrido más allá del cansancio.

Sus manos tiemblan. Su sudor es frío, más frío que el clima afuera. Siente como cada uno de sus bellos se erizan y un escabroso escalofrío no hace más que torturarla.

Titubeante, lentamente asoma la mirada por la esquina. Sus ojos expandidos se fijan con pavor sobre la puerta del cuarto de la niña. Pasan los segundos, pero nada ocurre. Aun así, ella no aparta los ojos de la puerta, como si un monstruo fuese a salir de golpe, o cuando menos un fantasma fuera a atravesar la dura puerta de pino.

Espantada, ella aparta la mirada. Vuelve a recostarse de la pared. Siente deseos de bajar las escaleras corriendo, pero eso sería muy arriesgado con lo inquieta que está; si ni siquiera tiene confianza en sus rodillas para bajarlas con calma.

Su saliva es espesa, siente miedo de tragarla pues no quiere hacer ningún ruido más allá del de su respiración desvariada y latidos desbocados.

Por su cabeza, una pregunta cruza dando círculos.

Sin querer, palabras se le escapan en voz baja.

― ¿Quién…? ―decía, tambaleando sus labios― ¿Quién…?

Sintiendo más confianza en sus piernas, ella decide bajar las escaleras con un paso tan sigiloso que cualquier ladrón quedaría en ridículo.

Y mientras baja, susurra la pregunta al silencio de la casa medio alumbrada.

― ¿Quién es esa niña…? ―murmuró, reprimiendo su propio desespero― Esa… ¡Esa no es mi hija…! ¡Yo no tengo hija! ¡Yo vivo sola en esta casa! Entonces… ¿por qué…?

No hay manera de imaginarse como se siente, es difícil ponerse en esa clase de zapatos.

Al pie del primer escalón, temerosa, la mujer mira con recelo y pavor el final de las escaleras, alerta de cualquier cosa que pueda ocurrir. Existe para ella la posibilidad de que eso se asome. Pero ni ella misma sabría qué hacer o cómo reaccionar si ocurriera.

“¡¿Quién es ella?!, ¡¿Qué se supone que era eso?!”, pensaba mientras su mirada seguía fija ahí.

Sintiendo el peso de su temor, ella camina hacia la puerta de salida, dispuesta a correr todo lo que pueda al abrirla; si no fuera porque no quiere hacer ruido, ya habría corrido desde un principio.

Un profundo alivio la llena cuando el pomo de la puerta de entrada no falla al girar.

Lentamente, ella sale y cierra suavemente la puerta tras de ella con el diminuto y casi inaudible sonido del picapor1te al finalizar.

 

 

 

Nota personal: Esta es la primera vez que escribo algo de este género. Es corto, y la verdad no sé si me quedó bien, pero espero que haya sido de tu agrado.

El argumento no es original, lo vi en internet mientras curioseaba imágenes y fanarts en las redes sociales, y me sentí inspirado en hacerlo algo más, no lo sé, ¿intenso o extenso? Meh~.

Pero esta historia sí es mía, y la comparto contigo.




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