Una Obra Sin Título

La Paradoja a la que Llamamos Destino

Una ley que domina nuestras vidas. Una fuerza omnipresente que tiene el control sobre nosotros. Algunos dicen que es la voluntad de Dios sobre los seres humanos y, llevándolo a un pensamiento meramente personal, que bien podría ser Dios mismo.

Todos lo conocemos como destino.

¿Qué es el destino? Bueno, te he mencionado algunas cosas que podría ser, hipotéticamente hablando. Pero, ¿qué es en realidad?

Si dijese: “nadie lo sabe con certeza”, sería algo tan típico pero tan cierto, que simplemente acabaría con la razón de seguir escribiendo esto.

Es curioso, casi ilógico. ¿Pero es el destino en realidad carente de toda lógica, o es el destino en realidad carente de toda ilógica? Una propuesta planteada de manera interesante.

¿Qué pruebas tenemos sobre el destino? Bueno. Pruebas y demostraciones existen en cantidades infinitas en todo el mundo, en cada persona, pero yo tengo una peculiar evidencia a la mano que compartiré ahora con ustedes.

La historia de cómo se conocieron mis padres hace una alusión a lo curioso y caprichoso que puede llegar a ser eso que llamamos destino. Les contaré.

Mis padres empezaron a vivir juntos como pareja cuando mi mamá estaba en sus cuarenta y mi papá en sus cuarenta y seis o cuarenta y ocho, más o menos; quizás me equivoco un poco en las edades. Mi mamá me tuvo a sus cuarenta y tres años. Su primer hijo a sus cuarenta y tres años. Papá había llegado a este pueblo para trabar como técnico de radio y televisión en un local junto a un amigo suyo, y mi mamá trabajaba ayudándolo lavando la ropa, cocinando, y limpiando la casa. Poco a poco fueron relacionándose, se enamoraron y empezaron su vida juntos. Pero ¿ellos se conocieron así?

La respuesta es no.

En realidad, mi papá ya había conocido a mi mamá antes, mucho antes, cuando ella tenía tan solo dieciséis o diecisiete años; ella no se acordaba, fue mi papá quien se lo dijo poco tiempo después de empezar a vivir juntos. Todo ocurrió en un bar durante una fiesta en la ciudad. Mi papá se acercó a ella para invitarle una bebida y mi mamá lo bateó con su rechazo y lo puso en su lugar; fue algo divertido de ver a como me lo contaron ellos, pues los amigos de mi papá no paraban de vacilarlo porque lo rechazaron.

Y no fue hasta más de veinte años después que mi mamá y mi papá se enamoraron, y algunos años más tarde me tuvieron a mí.

¿Es algo curioso verdad? Cuan… ¿qué palabra podría usar? Cuan… peculiar, cuan… extraño, cuan… pícaro, cuan…poderoso pueden ser el destino; cuan fuerte pueden ser sus lazos.

Estoy seguro que las historias como la de mi papá y mi mamá abundan en el mundo. Y seguramente hay historias más interesantes y únicas que esta. Pero para mí es algo especial. Historias como esa son una prueba y evidencia de que el destino es tan impredecible como desconocido. Al menos nadie se imaginaría que mis padres terminarían así.

Muchos dicen que el destino es algo que uno mismo controla con nuestras acciones. Puede que sea verdad, eso le da algo de lógica a esta cuestión. Pero con acontecimientos como el antes mencionado, ¿puede seguir vigente esa lógica del control humano sobre el destino? ¿O es algo que varía de tanto en tanto entre seres humanos?

Simple y llanamente una paradoja.

¿Qué es el destino? ¿Una ley que controla nuestras vidas? ¿Una fuerza omnipresente que tiene el control sobre nosotros? ¿La voluntad de Dios sobre los seres humanos? ¿Una representación de Dios, o es en realidad Dios mismo? ¿De verdad tenemos completo control y dominio sobre nuestro destino?

Nuestras acciones y decisiones son las que guían nuestro camino; una verdad que es imposible de refutar. Cada cosa que hagamos tiene su acción y reacción. Un tira y afloja. Luego de dar un paso debes dar otro. Pero, ¿es eso del todo cierto, o solo es cierto hasta cierto punto? Mientras escribo estas palabras que posiblemente sean por completo carentes de lógica, sonrío y río con un sentimiento alegre y casi infantil. ¿Hasta dónde nos puede llevar el destino? ¿Qué tan fijo y certero es el control sobre este?

¿De verdad tenemos una respuesta a esta paradoja a la que llamamos destino? Me gusta preguntarme eso a mí mismo y meditar sobre ella.

¿Tienes control sobre tú propio destino? ¿Tengo control sobre mí propio destino? ¿Tenemos control sobre nuestros destinos? Personalmente pienso que nuestro único destino fijo es la muerte. Es el final de nuestro camino. El final de nuestro futuro, por más pesimista que pueda sonar o ser esa realidad.

Nacer y morir. Son estas las dos únicas cosas seguras de la existencia. Todo lo que ocurre entre estas dos es algo incierto e impredecible, imprevisible, invisible, todo lo que ocurre entre estas dos cosas únicas es a lo que llamamos destino.

 Es tanto así, que no sabemos que nos espera mañana. Ni siquiera sabemos con certeza lo que nos espera hoy, en el presente. Lo único que sabemos es lo que ya hemos experimentado: nuestro pasado; o cuando menos, lo que hemos estudiado.

Puedes decir: “claro que sé lo que me pasará hoy, porque yo sé que haré hoy”. Te pregunto, ¿ese es tu destino para hoy? ¿Y si te encuentras algo o alguien conocido de camino a casa, por ejemplo? ¿Estabas consiente de que te encontrarías ese algo o ese alguien hoy? Y si no te encuentras a ninguna de las dos, ¿estabas completamente consiente de que no te encontrarías ese algo o alguien hoy? Es lo mismo con los accidentes. Conclusión: No puedes saber exactamente lo que te ocurrirá hoy, ni mucho menos lo que te ocurrirá mañana, e intentar deducir o adivinar es solo cuestión de probabilidades nada más. Quizás es lo más cercano a “leer el futuro” que una persona normal puede tener.




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