Anika y Austin
Humillada.
Echada a menos.
Sin una pisca de valor.
Así era como se sentía mientras abandonaba Rothesay Palace, tras un intento fallido de querer recuperar el hombre y el titulo que deberían pertenecerle.
Pero lo único que obtuvo en las dos veces que se expuso, fue que Duncan MacGregor la tratase por lo que había sido los últimos años en su vida.
La vulgar amante que nunca pretendió reconocer por lo que también era.
El amor de su vida.
Lo último no afectándole en lo más mínimo.
Por lo menos no en el ámbito sentimental.
Resultándole al inicio un afianzamiento de lo que en un principio sería un argumento valedero, para hacerse al estatus que por años se había propuesto a llegar, porque se lo merecía.
No por nada había soportado la poca personalidad que ostentaba el Duque de Rothesay, porque su belleza, aunque resultaba un aliciente a la par de la pasión para sobrellevarlo a la hora de retozar, le faltaba la chispa que lograba prenderla por entero.
La locura asfixiante del único ser que tenía su corazón, y la había desechado por no ser suficiente para merecerse ostentar el título de Marquesa, orillándola a continuar con su vida, buscando un protector que llegase de la mano con su venganza por hacerla menos, poniéndose en bandeja de plata cuando apareció en aquel club, con ganas de perderse en la bebida por fantasmas que hasta el momento seguían sin impórtale, creyéndolo una señal del creador para aprovecharse de la situación matando dos pájaros de un solo tiro.
No sirviéndole de nada, cuando lo único que obtuvo fue ser utilizada nuevamente, pero ahora humillada delante de los hombres que en secreto pretendían sus favores, por los mismos que la despreciaban.
Se ajustó el abrigo que cubría su cuerpo, mientras era escoltada hacia la salida por el cochero del dueño de las tierras, que la tomaba del brazo sin importar su forcejeo por zafarse, demostrándole con ese gesto que nunca fue de su gracia.
Portaba la cabeza gacha, mientras se mordía el labio dejando que las lágrimas amargas escaparan de sus ojos, gritando en su interior llena de frustración.
Se las pagarían.
Si creía que dejaría aquello de ese tamaño, no la conocía.
Porque ella siempre obtenía lo que quería.
Y si no era el título de Duquesa, bien sería el dinero del que lo ostentaba.
Ese mismo que mitigaría sus caprichos, porque ella resultaba ser un espécimen inolvidable.
Solo necesitaba tiempo para que lo comprendiese.
...
Antes de subir al carruaje que la llevaría a la residencia, que con su esfuerzo se había ganado aguantando al rubio, una voz familiar puso su cuerpo en completa tensión, pasmándola en su lugar, más cuando la interceptó del brazo que tenía libre dirigiendo su atención al cochero para darle una nueva instrucción.
—Mi preciado Taffy— exclamó con retintín, provocando que el nombrado se inclinara torpemente correspondiendo al saludo—. Te liberare de esta agobiante obligación, dándote un respiro de lo que ha sido un día extenuante— tragó grueso entendiendo sus palabras, sin poder objetar puesto que la voz se le había perdido solo con oler su aroma—. Me encargare de la señorita, asegurándote que la pondré a salvo en el lugar que le corresponde ocupar.
Alzó la mirada del suelo, topándose con los ojos amarillos que le traspasaron las entendederas, ya que tenía la mirada fija en su entidad.
El señor Taffy la libró de su agarre, dejándola a la merced del que resultaría ser la amenaza de cualquier historia.
—Como ordene Señoría— con eso se despidió, dando media vuelta poniéndola en bandeja de plata, y gritar en señal de ayuda no le serviría.
Antes de que si quiera pudiera luchar para irse por su cuenta así fuese andando, ya que un coche de alquiler era imposible hallarles a esas horas, fue arrastrada hacia el carruaje del Lord, siendo introducida a este con brusquedad.
Solo pudiéndose afianzar de la silla de aquel, para no caer de bruces al suelo del artefacto.
Apreció mientras ella se reacomodaba con un gruñido ahogado, que el mobiliario adquiría peso extra y después de un golpe seco iniciaba el trayecto, escuchándose de fondo no solo el traqueteo de las ruedas y los cascos de los caballos, sino un chasquido de lengua que indicaba lo patético que había resultado su proceder.
Puso las manos en puño, sobre su regazo mientras lo enfocaba con sus ojos esmeralda centellantes de ira y acuosos por las lágrimas amargas que indicaba su perdida. Topándose con la imagen de un hombre que la estaba pasando en grande por su bochornosa actuación.
—Así que no te bastó con la negativa de mi querido primo, que pretendiste que te sacara a patadas como lo que siempre has sido.
—Cállate— siseó.
—¿Duele que te recalque lo poco valiosa que eres? — la miró con curiosidad, insultándola más que con las palabras.
—Austin— trató de articular, pero el negó no permitiendo que hablase.
—Tu única labor era hacerte a un hombre que supuestamente te escogería sin rechistar, pero como todo lo que resulte un esfuerzo más que el de abrir tus preciosa piernas— le tocó sin previo aviso las nombradas, sacándole un jadeo—, se convierte en algo imposible de ejecutar con éxito para tu entidad— trató de decir algo, pero ahora la nariz de él rozaba la suya, regalándole su aliento reconfortante que le robaba las entendederas.
» Así que eso solo afianza mi teoría de que, por más que te de oportunidades para que deshagas mis hipótesis, solo me ratificas que únicamente funcionas como calentón de cama.
Trató de apartarse, pero con la mano que tenía libre la tomó del cuello, obligándole a soportar que la mirase con ira contenida.
Como si su error fuese la peor jugada de todas, cuando lo cierto es que él fue el primero que le buscó para que lo ayudase, contradiciéndose, cuando al inicio le ordenó que se alejara de su familia.
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Editado: 22.04.2023