Ángeles
El silencio se hizo protagonista del momento.
Las miradas solo eran las que hablaban.
La de él fue por un segundo de desconcierto total, a pasar al más vacío de los escrutinios recordándole al hombre que conoció, ese que la despreciaba, mientras en sus ojos se podía denotar la ansiedad de escuchar algo que saliese de sus labios.
Que dijese que si o que no, pero que hablara porque su mutismo la estaba desquiciando.
Sabía perfectamente que el en primera estancia se negaría, que no la dejaría explicarse, que la rotundidad reinaría con respecto al proceder que pretendía efectuar, pero nunca se imaginó que se quedaría callado por tanto tiempo.
Era como si tuviera una lucha interna por responder.
Entendía que lo tomó por sorpresa, que debía procesar la magnitud de su petición, pero necesitaba que le comunicase su opinión.
Comprendía lo que suponía a los ojos del mundo, cuando la anulación de una unión no era considerada, pero se podía, y ella quería intentarlo sin importarle que eso le costara la ruina en todos los aspectos de su vida.
...
Tras unos largos minutos que parecieron horas, decidió cortar el silencio que ya no soportaba.
—Duncan que...— trató de articular, pero este la frenó con una mirada severa que le congeló las entrañas, en conjunto con un meneo de cabeza apropiándose de la negación.
—Como bien lo has dicho no es el lugar, ni el momento para hablar del tema— pasó por su lado enfilándose hacia demonio—. Sera mejor que emprendamos rumbo antes de que se haga más tarde— suspiró aceptando su imposición pese a que quería que le respondiera, mientras se ajustaba el saco en los hombros, tiritando no precisamente por el frescor de la noche.
Dejaría pasar el tema por esa vez, pero a primera hora comenzaría a preparar todo para que esa unión se disolviera lo antes posible.
De igual manera no existían motivos suficientes para continuar unidos.
Antes de que quedara a su costado y que se ofreciera a ayudarla a montar a demonio la enfrentó sin verle realmente para comunicarle algo que, si bien no era trascendental, la dejó sin palabras.
—Tengo que regresar a Londres mañana y vendrás conmigo— era una orden.
¿Pero que corría por las venas de ese hombre?
Le estaba diciendo que quería acabar con esa farsa, y él lo único que deseaba era seguir con aquella obra de teatro ridícula, en donde su corazón era el único que sufriría.
Trató de recordarle lo que le acababa de decirle, pero se le adelantó dejándola con más desazón.
» Escuche perfectamente tu deseo, así que no tienes por qué preocuparte— accedería—. Solo que este tema lo abordaremos en otro momento, porque es un viaje que no puedo posponer— al parecer le resultaba una nimiedad—. Así que mientras solucionamos este... conflicto ante la ley sigues siendo mi esposa— su mirada se endureció todavía más—. Por ende, estarás donde lo crea conveniente— no podía objetar pese a la rudeza con la que le habló, porque ante los ojos de todos era cierto.
No podía hacer nada si seguía unida a él.
Lo peor del caso siendo, que pese a que dijera lo contrario por ella lo estaría por toda la eternidad.
¿Por qué no la quería?
Hubiesen sido tan felices.
Asintió como toda respuesta, y sin más dilación subió al lomo de la yegua con su ayuda, emprendiendo rumbo al castillo no sin antes ir por el caballo de aquel, que se encontraba de camino atado pastando tranquilo.
Cuando asintió segura de poder cabalgar sola hasta la mansión, este se ubicó en su montura, y junto a ella hizo el recorrido en completo silencio, sin siquiera dedicarle una mirada.
Solo haciéndole compañía mientras de lo lejos avistaban algunos lacayos que al parecer le estaban buscando, pero que con un asentimiento de cabeza les ordenó que regresaran.
No haciendo más gestos o movimientos.
No comprendiendo del todo su actitud, pues seguramente eso era lo que esperaba.
Pues si bien era cierto que no quería perder el título y los beneficios que este traía, podría estar con la mujer que amaba.
Trataría de que no se viese perjudicado, y pudiera seguir con su vida, aunque se veía casi imposible.
Pero lo intentaría.
Si fuera el caso pediría una audiencia con su Majestad, pese a que era algo intransigente, sin embargo, con ella se había comportado permisivo, presupuestando que apenas le hablara al respecto seria implacable y hasta capaz de formar otra guerra por osarse a rechazar a un par del reino.
El segundo en la línea al trono.
Tendría que pensar bien su siguiente movimiento, y consultarlo con su tío, que pese a que no se hablaban se moría por abrazarlo.
Sabía que el la ayudaría en lo que fuera necesario por verle feliz.
Había sido algo injusta, pero se sentía traicionada, defraudada.
Necesitando ese tiempo para comprenderlo, al final no sirviendo porque todo resultó un completo fracaso.
...
Llegaron al castillo en donde los esperaban los sirvientes que soltaron exclamaciones de alivio.
Al bajarse de demonio Honoria, Griselda, y Mirna al igual que los niños que seguían despiertos fueron a su encuentro.
Estaba hecha un desastre, y lo único que anhelaba era descansar de ese día tan fatídico.
Anhelando que terminase ya, pero todavía tenía fuerzas para propinarles algunos mimos a esos pequeños, que se habían desvelado solo para saber de su entidad.
Agradeciendo a los sirvientes por su preocupación.
Después de despedirse de su aun marido con un asentimiento de cabeza salió rumbo a sus aposentos, ya que Honoria no dejaba de molestarle diciendo que tenía que curarle los raspones que portaba por sus brazos, y cara gracias al pequeño incidente.
Se dejó hacer sin quejarse, demasiado absorta pensando en la reacción de Duncan, en cómo llegó a esa decisión, que necesitaba hablarla con alguien si no explotaría.
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Editado: 22.04.2023