Celine
Raiden se retiró con la promesa de regresar más tarde.
Mi padre sostiene mis hombros y la pareja esta frente a nosotros con una postura firme. Como si convencerme para que no declare en contra de su hija fuera su misión.
Bueno, en realidad es su misión. Y lo entiendo, son sus padres y ningún padre quiere ver a sus hijos en prisión. Menos siendo tan joven, linda, inteligente y con un futuro prometedor.
—Celine, señor Abbey. — hablo primero la mujer. —No vinimos a pelear, solo queremos llegar a un acuerdo.
—Su hija intento matar a la mía. — la mujer callo y bajo la mirada ante las frías palabras de mi padre.
—No vamos a negar que lo que nuestra hija hizo estuvo mal, pero hay que tomar en cuenta que estaba bajo los efectos de alcohol y en ese momento estaba sufriendo un ataque de ira.
—¿Ataque de ira? — pregunte. —Ella realmente estaba enojada, me culpaba por todo lo que pasa en su vida y su mirada estaba llena odio. En verdad parecía que quería matarme. — el hombre asintió y ahora fue él quien hablo.
—Claudia sufrió un desmayo y cuando despertó no recordaba nada, tenía miedo ya que no sabía porque estaba arrestada. Cuando le explicaron la situación ella se asustó de sí misma y no podía creer lo que te hizo.
—El doctor nos recomendó que la lleváramos con un especialista. — la mujer se aclaró la garganta y siguió hablando. —Con un psicólogo para que pueda darnos un diagnostico asertivo.
—¿Un psicólogo? — ambos asintieron.
—Si, por esa razón queremos que le des una segunda oportunidad a nuestra hija para que podamos ayudarla.
Me quedé callada, entonces me di cuenta de que no fui la única que ha estado sufriendo en silencio. La persona a quien consideraba el amor de mi vida me engaño y fue muy doloroso para mí, pero Claudia perdió el de ella con tan solo 11 años. No solo se trataba de su primer amor, sino también de su amigo de la infancia, su mejor amigo. Y yo fui quien le causo ese sufrimiento.
Incluso años después, se dio la oportunidad de volver a amar y de nuevo yo le cause un gran dolor. No estoy diciendo que lo que hizo tiene justificación, pero si puedo entender porque me odia tanto.
—Por favor. — volví a mirar a la pareja y me sorprendí al ver al hombre arrodillado. —Danos la oportunidad de disculparnos con nuestra hija al no darnos cuenta de lo que sufría. Como padre me siento avergonzado por pensar que todo está bien con mi hija solo por el hecho de verla sonreír, pero nunca me detuve a hablar con ella y preguntar el cómo esta o como se siente.
Escuché atentamente y sentí como mi padre apretó un poco mis hombros. La mujer sollozo. Recordé que solo he visto a los padres de Claudia dos veces, en la graduación de la primaria y ayer cuando termino la ceremonia de graduación.
Siempre me ha parecido que Claudia tenía mucha libertad, y eso deja en claro que es verdad que no es muy cercana a sus padres y me da lástima que tuviera que suceder esto para que ellos se dieran cuenta de que su hija necesita ayuda.
—Si no te sientes segura podemos irnos a otro lugar, mudarnos lejos. Pero por favor evita que vaya a la cárcel y así nosotros podamos ayudarla. — negué suavemente mirando a ambos.
—No es necesario que hagan algo tan extremo como mudarse. Claudia tiene amigos y una vida aquí. Irse solo la lastimara más.
Mire a mi padre y con la mirada me disculpe, pero no quiero enviar a Claudia a prisión.
—No levantare cargos. — ambos suspiraron aliviados y la mujer ayudo a que su esposo se pusiera de pie. —Solo quiero que me prometen que ayudaran a Claudia. Que no la dejarán en ese proceso y siempre estarán para apoyarla. Que serán sinceros y forzarán su relación como padres e hija.
—Si.
—Claudia me lastimo mucho, pero sinceramente creo que ella ha sufrido más que yo. Por esa razón quiero que ella pueda recuperarse y así por fin logre encontrar la felicidad teniendo una consciencia tranquila que no sea manipulada por odio.
—Es lo que también queremos. — asentí con una media sonrisa.
—De verdad no le deseo ningún mal a Claudia, por favor díganle que no le tengo resentimiento.
—Muchas gracias Celine.
En ese momento entraron unos oficiales a la habitación y un hombre de traje que vino a tomar mi declaración para procesar los cargos a Claudia, pero les informe que no levantare cargos contra Claudia Anais.
Cuando lo dije, la vida volvió a la pareja y ambos se abrazaron consolando al otro. El hombre me hizo algunas preguntas para asegurarse de que no estoy abaja amenaza o recibí un soborno, después de casi una hora se retiraron.
Los señores Anais también se retiraron agradeciéndome un sinfín de veces más. Mi padre suspiro y se sentó a mi lado.
—Tienes un corazón de oro. — negué con una sonrisa. —Aun así, me sentí identificado con los padres de esa chica. — lo mire en silencio. —Yo tampoco me di cuenta por lo que estabas pasando, yo también pensé que solo porque sonreías y no te quejabas estabas bien. Y de alguna manera entiendo por qué perdonaste a esa chica.
—Hoy me darán el alta, ¿ya te lo dijo el doctor? — asintió. —Sera difícil olvidarnos de esto, pero hay que seguir papá. La principal razón por mi decisión de no levantar cargos contra Claudia, es porque si voy a buscar ayuda, es porque quiero recuperarme y quiero dar ese paso sin tener resentimiento guardado. — exprese con una firme mirada.
—Entiendo y respeto tu decisión. — suspire dejando salir toda la tensión que guardaba mi cuerpo.
No pasaron ni cinco minutos cuando tres molestos chicos entraron a la habitación y corrieron haciendo un escándalo.
—¡Por fin puedo verte! — exclamo Pheope mientras me destrozaba el cuello.
—Chicos, más cuidado con mi hija por favor. — mi padre entendió mis señas de ayuda y los chicos soltaron mi cuello dejándome respirar.