Stella.
El coche avanzaba por la carretera mientras la tensión se mantenía pesada. David seguía abrazado a su osito de peluche, observando el paisaje que se deslizaba por la ventana del auto. Podía sentir su intranquilidad y traté de enviarle pensamientos reconfortantes sin dejar que se notara mi propio nerviosismo.
—¿Quién es Madame Clarice en realidad? Escuché sobre ella por Ben, pero no me dijo exactamente quién era —pregunté, rompiendo el silencio incómodo.
—Madame Clarice es una experta en fenómenos paranormales y conexiones psíquicas —respondió Alba—. Ha trabajado con Wolf Messing en casos muy complejos y extraños, por eso creemos que puede ayudarnos a entender lo que está pasando contigo y David.
—Ella tiene un don especial para percibir el futuro, analizar energías y conexiones que otros no pueden —añadió María sin apartar la vista de la carretera—. Es nuestra mejor opción ahora mismo. Si no, tendríamos que ir por la vía judicial y científica.
—¿Qué? ¿No nos van a estudiar como conejillos de indias? —exclamé.
—No queremos eso, por eso tienes que hablar con Robert —dijo María.
Asentí, procesando la información. No sabía exactamente qué esperar, pero sentía una creciente ansiedad de que, tal vez, Madame Clarice pudiera ofrecernos las respuestas que necesitábamos sin pasar por un hospital psiquiátrico.
Finalmente, llegamos a una casa grande y antigua en las afueras de la ciudad. Robert estaba esperándonos en la entrada, su expresión grave se suavizó un poco al vernos llegar.
—¿Todo salió bien? —preguntó Robert—. Vamos, tenemos que movernos rápido.
Entramos en la casa y me impresionó la atmósfera acogedora y segura que irradiaba. Robert nos guio hacia una sala amplia donde una luz tenue y cálida iluminaba el espacio. Nos sentamos alrededor de una mesa, y David se acomodó a mi lado, abrazando su osito de peluche. Podía sentir que aún estaba enfadado conmigo y eso no me gustaba.
En realidad, nunca había tratado con niños, no sabía cómo comportarme, qué decir para que me escucharan y obedecieran. Y en el caso de David, era aún más difícil. En primer lugar, lo sentía como a mí misma y él a mí. En segundo lugar, sabía que nuestra conexión tan estrecha era una especie de desviación provocada por Smith. En tercer lugar, no quería que él supiera como me atormentaban las dudas sobre nuestro futuro. Pero, por otro lado, sabía que teníamos un futuro común. No en vano David me eligió como su madre, porque comencé a sentirme así. Estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para brindarle protección.
—Necesitamos entender qué está pasando y cómo podemos ayudar a David —dije, rompiendo el silencio.
Robert asintió y se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la mesa.
—Hemos estado investigando a fondo y he encontrado algunas cosas inquietantes sobre Cruz y tu trabajo para él. Puedes estar tranquila, no te pueden involucrar en nada judicialmente, no hay indicios directos. —dijo Robert—. Pero antes de continuar, necesito que me cuentes todo lo que sabes sobre Smith, todo lo posible para entender qué ha pasado en aquel sótano.
Tomé aire y comencé a relatar todo lo que me dijo Cruz sobre Smith, aunque oculté que él me había violado unos meses antes. Hablé de mis visiones, de cómo podía escuchar los pensamientos del niño y de cómo él podía escuchar los míos. Hablé de la extraña conexión que sentíamos y de cómo parecía ir más allá de lo que es normal.
-Todo esto empecé sentir después de que me inyectaron aquella sustancia, aunque no estoy segura, porque vi a David antes, o no. – dije confundida al final.
Robert escuchó atentamente, asintiendo de vez en cuando. Cuando terminé, se recostó en su silla y suspiró.
—Esto es más serio de lo que pensaba —dijo—. No solo estamos lidiando con una mafia, el tráfico de drogas y armas; lo que me dijiste es mucho más grave. Está claro que ese misterioso Smith es un peligro muy real. Cruz puede estar en coma, pero sus aliados aún pueden causar problemas, pero no es lo que me preocupa. Lo más grave es que no sabemos las posibilidades de Smith. La policía secreta no sabe nada de él. ¿Puedes describirlo?
—Pienso que sí. Pero no quiero tener que tratar con la policía —contesté categóricamente.
—Por eso necesitan ver a Madame Clarice —intervino Alba—. Ella puede ayudarles a entender mejor esta conexión y a proteger a David. Pienso que el mejor sitio para vivir seguros sería mi apartamento en la capital.
Robert asintió.
—Entiendo, porque nuestros enemigos podrían poner vigilancia en casa de Fernando. Pero antes de que se vayan, quiero que hables con Ben y hagan un fotorrobot de Smith.
—Está bien, si eso puede ayudar a atrapar a este monstruo, estoy dispuesta, pero no quiero que nos involucren en este caso. No quiero que me estudien y no permitiré que lo hagan con David.
—Te lo prometo, nadie de la policía sabrá lo que me dijiste ahora —prometió Robert—. Ahora puedes ir a descansar. El viaje a la capital lo haremos por la noche.
Lo tomé en mis brazos a David y fui a la habitación de al lado para acostarlo. Suspiré, sintiendo una mezcla de alivio y cansancio. Miré al niño, que parecía un poco más tranquilo, y le acaricié el cabello.
—Vamos a estar bien, te lo prometo —le susurré.
David asintió levemente y se acomodó contra mí, ofreciéndome su osito.
—Es para ti —escuché en mi mente.
—¿Me quieres regalar tu peluche preferido? —pregunté, sin entender su generoso gesto.
—Sí. Ella dijo que debo dártelo.
—¿Quién es ella?
—No recuerdo, pero sé que tengo que darte mi Barni.
Mi corazón se encogió un poco al escuchar esas palabras. ¿Quién podría ser esa "ella" de la que hablaba David? ¿Y por qué pensaba que debía darme su oso de peluche? Acepté el oso con cuidado, sin querer contradecir sus sentimientos ni desestimar la importancia de su gesto.
—Gracias, David. Barni y yo cuidaremos de ti juntos —le dije con una sonrisa, abrazando el peluche con cariño.
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Editado: 23.07.2024