Pov Dominic
La noche había sido perfecta, al menos en apariencia. Cenamos en ese pequeño restaurante que ella eligió, y aunque disfruté cada momento, no pude evitar sentir esa molesta presión en el pecho. Alice estaba empezando a sospechar. Era imposible que no lo hiciera. Mis palabras habían sido cuidadosamente elegidas, pero ella no es una mujer fácil de engañar. Lo veía en sus ojos. La chispa de curiosidad, de duda.
Cuando la dejé en su apartamento, me quedé unos minutos en el coche, observando la entrada. Quería regresar y decirle todo, pero el miedo me retenía. ¿Cómo le explico que soy parte de lo que más odia? Sabía que lo que sentía por ella era real, pero también sabía que el precio de estar a mi lado sería alto. ¿Estaría dispuesta a pagar ese precio?
Mi teléfono sonó, rompiendo el silencio del auto. Era Nikolai, uno de mis hombres de confianza. Dudé por un segundo antes de contestar.
—¿Qué sucede? —pregunté con tono seco.
—Tenemos un problema. Han estado husmeando en tu pasado, jefe. Alguien cercano a ti está buscando información que no queremos que salga a la luz.
Mi estómago se hundió. Solo había una persona que podría estar investigando: Alice. No podía ser otra. Sabía que mi vida no era lo que aparentaba, y estaba demasiado cerca de descubrirlo.
—¿Quién es? —pregunté, aunque ya sabía la respuesta.
—Es ella, Dominic. Alice está moviendo sus contactos, quiere saber quién eres de verdad.
Cerré los ojos con fuerza, como si de alguna manera pudiera bloquear el dolor que esas palabras me provocaban. Lo sabía. Sabía que ella no se quedaría de brazos cruzados. Alice era demasiado inteligente, demasiado cuidadosa. Pero lo que más me dolía era que, si ella continuaba, tarde o temprano descubriría todo, y eso podría destruir lo que habíamos empezado a construir.
—Haz que detengan la investigación —ordené con voz firme—. No quiero que nadie le toque ni un pelo. Solo quiero que dejen de darle información. No puede saber más.
—Entendido, jefe. Lo manejaré.
Colgué el teléfono y golpeé el volante con fuerza. Esto era lo que temía desde el principio. Mi vida, todo lo que he construido, no es algo que pueda compartir con alguien como Alice. Ella no sabe lo que realmente soy. No sabe que bajo la fachada de magnate de negocios se esconde un criminal. Pero si lo descubre, si se da cuenta de que mis manos no están tan limpias como aparento, no sé si podrá perdonarlo. No sé si podría seguir mirándome como lo ha hecho hasta ahora.
Encendí el motor y me dirigí hacia uno de mis clubes. Necesitaba distraerme. Al llegar, los hombres en la puerta me saludaron con respeto y temor. Entré sin decir nada, solo queriendo perderme en el bullicio del lugar. Las luces bajas, la música estridente, y el olor a alcohol me envolvieron. Aquí era donde podía ser yo mismo. Aquí, en la oscuridad.
Tomé un trago y me dirigí a la parte trasera del club, donde mis hombres ya me esperaban para una reunión. No era el mejor momento, pero los negocios no esperaban. Me senté en la mesa, cruzando los brazos, mientras ellos exponían las novedades del día.
—La mercancía llega mañana por la noche —dijo uno de ellos—. Todo está en orden. Los puertos han sido asegurados.
Asentí. Era una operación rutinaria, pero en este momento, cualquier distracción era bienvenida. Sin embargo, mi mente seguía en otro lugar. Seguía pensando en Alice. ¿Qué haría si descubriera lo que realmente hacía?
Uno de mis hombres, Boris, notó mi distracción.
—¿Todo bien, jefe? —preguntó con cautela.
—Estoy bien —respondí, tratando de disimular mi preocupación. Pero ellos no eran estúpidos. Sabían que algo me molestaba. Lo podían ver en mi rostro.
La reunión continuó, pero yo no estaba realmente presente. Mi cabeza seguía volviendo a ella. ¿Cómo había permitido que alguien como Alice se metiera bajo mi piel? Siempre había sido capaz de mantener a las personas a distancia, especialmente a las mujeres. Pero con Alice era diferente. Ella me hacía querer ser mejor, pero sabía que nunca podría darle lo que se merecía. Mi mundo no es un lugar para alguien como ella.
Terminada la reunión, salí del club y me dirigí de vuelta a mi casa. Al llegar, me senté en mi despacho, mirando el teléfono. Quería escribirle, explicarle lo que estaba pasando, pero no sabía cómo hacerlo sin perderla para siempre. Y perder a Alice era lo último que quería.
Encendí un cigarro y lo dejé quemarse entre mis dedos mientras pensaba en qué hacer. Había dos opciones: podía seguir escondiendo la verdad, protegerla de todo lo que soy, o podía ser honesto con ella, arriesgándome a que me dejara al descubrir la realidad.
Ambas opciones eran una condena. Si la mantenía en la oscuridad, ella nunca confiaría plenamente en mí. Pero si le decía la verdad, podría perderla para siempre.
Una parte de mí quería protegerla de todo. Quería que nunca conociera esta parte de mi vida. Pero sabía que no podría mantener el secreto para siempre. El pasado siempre encuentra la manera de salir a la luz.
Tomé el teléfono y le escribí.
D- Alice, tenemos que hablar. Hay cosas que no te he contado. Cosas que necesitas saber.
Envió el mensaje y esperé. Mi corazón latía rápido. Había cruzado una línea de la que tal vez no habría retorno. La verdad estaba a punto de salir, y con ella, la decisión que definiría si Alice y yo podíamos seguir adelante o si todo lo que habíamos construido se desmoronaría.
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Editado: 27.10.2024