"Quiero dormir para siempre, sabes a lo que me refiero, porque al menos en los sueños puedo ser feliz, en esas pequeñas utopías que duran segundos cuando en realidad pasan horas. Ahí, exactamente ahí es donde quiero vivir y dejar de sufrir en esta triste realidad..."
Lunes, 6:00 a. m.
Por lo general, acostumbraba levantarme a las 6:00 de la mañana.
Eso generaba una incomodidad de mierda, y solo deseaba que todo eso acabara pronto. No dormía lo suficiente y creía que era necesario para no despertar con demasiado sueño, a penas dormía seis horas cuando en realidad debía dormir ocho, pero a la mierda todo, soy un maldito adolescente.
Como a las 6:30 era cuando terminaba de bostezar, sobarme los ojos y sentarme en mi cama para poder quitarme el sueño (sí, me demoraba treinta minutos en todo eso) entraba a la ducha para tomar un baño con agua caliente, o tibia. Por lo menos me demoraba entre media hora a una hora, a veces menos, dependiendo de qué tan tarde me haya levantado o que tan apurado haya estado, además que a veces me gusta jugar con el agua, es de las cosas que me calman.
Luego me secaba para poder vestirme lo más rápido posible o a veces lento (maldición), hacerme el desayuno, lavarme los dientes e ir al colegio y claro siempre tratando de llegar temprano, sin que me anoten una tardanza porque eso jodía a mi papá.
Otro de los deseos que tenía siempre cuando me levantaba era el de mantenerme pegado a las sábanas y no despertar nunca. Eso para mí significa muchas cosas como no ir al aburrido colegio ya que solo dormiría y caería en un sueño profundo por siempre, o vivir en un mundo utópico, uno que este hecho para mí y en dónde por fin pueda ser feliz en comparación a la realidad en la que vivo.
Lamentablemente aquello solo es posible en los sueños y solamente en los sueños, esos mundos raros hechos de pensamientos residuo.
Creía y aún creo que a mí solo me queda vivir en mi grisácea y sosa realidad que no es mala, creo, pero tampoco es lo que busco.
O sea...
Siempre fue así, bastante fastidioso y demasiado aburrido, no había forma alguna de hacer que esa pequeña parte del día cambie, o al menos no la encontré.
Lo intenté todo, pero las cosas seguían siendo lo mismo, nada podía cambiar la rutina, algo me faltaba, algo que no tenía de entre todas las cosas que me habían dado alguna vez.
Hasta que un día lo pensé y resultó que lo que tenía que hacer siempre es parte de las rutinas de la vida, al fin y al cabo, muchas personas se van acostumbrado a este paso de todas las mañanas.
Yo tuve que acostumbrarme, no había cambio alguno, no podía ser un maldito perezoso que siempre que llegara un nuevo día habría otra clase perdida o alguna otra cosa, además que mi madre me podía hacer cosas inimaginables, exagerando...
Soy de los que se acostumbran a cualquier tipo de rutina muy rápido, tanto que se vuelve sofocante hacerlo una vez más.
Mientras, pasaban los días, el tiempo transcurría rápido y frente a mis ojos se iban gastando más y más los colores que tenía a mi alrededor cuando despertaba por las mañanas, tanto hasta simplemente ver cada despertar del color más puro de las películas antiguas, una escala de grises o un tono a blanco y negro.
Todo eso se volvió muy triste, hasta los resplandecientes y bellos rayos del sol que descansaban en mi rostro y le daban un ambiente cálido a mi despertar, terminaron siendo cintas simples de color blanco que morían por segunda vez al llegar a mi pómulo derecho, como si mis poros fuesen muerte.
Los desayunos se volvían cada vez más insípidos y ya no había emoción alguna como amor al prepararlos como los hacía la temeraria mujer que me dio la vida.
Los baños eran terribles, las gotas de agua que en algún tiempo atrás salían por la ducha y se deslizaban suavemente por mi cuerpo recordándome que el día iba ser el mejor simplemente se convirtieron en gotas que raspaban y lastimaban mi cuerpo lenta y dolorosamente, sin dejar marca alguna.
El dolor que para cualquier otro era irresistible cesaba al momento que finalizaba su vía por mi cuerpo, tan solo llegando a la planta de mis pies; las gotas ponían un filtro en mis ojos que tornaba todo el día en lo peor y más aburrido posible.
Aunque ya me había acostumbrado al dolor, tanto que el dolor ya no era nada, prácticamente era parte de mí y yo parte de eso.
El trayecto a la escuela era de las cosas más aburridas antes de aquel 22 de Octubre, el ambiente fue bastante taciturno cuando me dirigía al colegio, tan solo era una simple imagen repetitiva, una película del elegante cine blanco y negro pero sin la elegancia de este.
Odiaba que siempre se vuelva a poner la misma imagen de la calle cada vez que salía de mi casa, rebobinándose y rebobinándose, mientras veía a mis vecinos hablar en ignorando lo que decían.
Cerca a mi casa había un paradero de autos que me llevaban hasta la escuela y yo tenía que esperar entre unos 5 a 6 minutos a que llegue el auto, todo para solo ver los mismos paisajes cada día y solamente ver a otro tipo de personas que al fin y al cabo no podía conocer.
En algún momento de mi vida mis sueños gradualmente fueron cambiando, primero soñaba imposibilidades, fantasía, cosas que solo eran posibles en mis sueños, luego soñaba con escenarios más probables pero que estaban lejos de lo que podía hacer, luego cosas realistas, cosas felices que creía que podía realizar, y un día fueron cosas tristes, cosas deprimentes que deformaban la realidad de mis sueños, que jugaban con mi felicidad.
Mis sueños dieron un gran salto a lo posible y luego a la nada; dejé de soñar todas las noches para soñar solo algunas, y los pocos sueños que tenía eran tristes o normales.