Isaías
Miro el montón de papeles sobre mi escritorio y no puedo evitar desajustar mi corbata, ni siquiera sé cuántas horas llevo aquí. Odio los trajes, odio todo este papeleo y sobre todo odio haber caído de golpe en el infierno.
Northlake es una república independiente cerca del mar griego, gobernada por un principado del cual he sido una parte prescindible toda la vida.
Soy el tercer heredero al trono en la línea de sucesión o al menos lo era, Mi hermano el Rey Ismael fue quien gobernó está nación después de que nuestros padres fallecieran hace catorce años, consiguió una bonita esposa y tuvo un hermoso hijo que me alejó mucho más del trono.
No sé si realmente otras personas hubiesen encontrado eso agradable, pero yo lo hacía. Disfrutaba de todos los privilegios de ser príncipe, sin responsabilidades sociales excesivamente preparadas, sin necesidad de casarme para hacer feliz a la familia y sin hijos que engendrar.
Viví así por treinta años, pero ahora todo se acabó, mi vida de paz lejos del trono termino. Todo eso que he intentado alejar de mí cayó sobre mis hombros.
Mi hermano murió hace dos meses, así que fuí coronado Rey.
¿Puede hacer algo peor?
¡Si lo hay!
Mi hermano tenía un niño, un chiquillo que he visto tres veces en mi vida. Uno del que ahora soy tutor hasta que cumpla su mayoría de edad para que pueda asumir el trono. Se suponía que no debía ser rey, no nací para cuidar niños o gobernar.
Pero la vida es cruel y ahora no solo perdí a mi hermano, sino que he sido obligado a tomar la responsabilidad.
Reviso otros documentos de estado que dejaron sobre mi escritorio e intento no salir corriendo cuando la interminable fila de papeles me hace gruñir. En una hora tengo una reunión con la nueva tutora para David.
La quinta en dos meses, ese niño es incontrolable, comprendo que se siente perdido.
Podría jurar que siento lo mismo, pero sinceramente jugarle bromas desagradables a pobres señoras de sesenta años no es precisamente una buena forma de descargar tu frustración.
Llamé a la antigua tutora, pero se negó rotundamente a trasladarse desde la antigua ciudad donde trabajaba, así que he intentado encontrar alguien bastante conocido para cuidar de David si tan solo ese niño no fuera un pequeño demonio.
La puerta de mi despacho se abre, alzo la vista hacia la empleada con cara de pocos amigos que le indica al chico de ocho años sentarse en uno de los asientos y puedo ver una expresión de paz en ella mientras cierra la puerta.
—Buenos días Dav.
Digo al chico tratando de sonar amable, pero él solamente sé cruda de brazos ignorando mis palabras, suspiro sin saber cómo tratarlo.
—¿Por qué tengo que estar aquí?
Dice después de un momento. Lo miro, firmo otro documento que ni siquiera me molesto en leer harto de ellos antes de contestarle.
—Tu nueva tutora llegará en unas horas—explico—quiero que te comportes.
—No quiero una tutora—dice él—no quiero a nadie.
—Tienes que instruirte para ser rey como lo fue tu padre.
Su rostro se vuelve triste, aleja sus ojos desafiantes de mí para enfocarlo en sus brazos cruzados, mostrándome esa expresión vacía que me hace sentir igual de infeliz.
—Quiero regresar a casa.
Paso una mano por mi cabello, muevo mis ojos hasta él y grito una respuesta con demasiada frustración.
—¡No puedes regresar a casa!
Cierro mis ojos arrepintiéndome de haberlas dicho de esa manera, pero no podemos seguir teniendo está conversación una y otra vez. Su madre prefirió cuidarlo lejos de todas las cámaras o responsabilidades de ser heredero, quería mantenerlo lejos de todo el mayor tiempo posible y eso está siendo un problema ahora.
—Te odio.
Gruñe haciéndome voltear los ojos, Pongo los míos en los documentos una vez más preguntándome si su vocabulario se ha reducido a «te odio»y la frase «no quiero» me pregunto si solo lo ha hecho conmigo, porque realmente me estoy volviendo loco.
Tengo mis propios problemas de adaptación a esta vida, así que lidiar con un chico malcriado que prácticamente no he visto más de tres veces en toda mi vida solo empeora las cosas.
Me despojo del saco y remango las mangas de mi camisa antes de volver a los documentos. El chico sentado sobre una de las inmensas sillas me ignora, así que hago lo mismo.
Un toque en la puerta me hace alzar la mirada, los tacones repiqueteantes que se detienen me dicen que la nueva tutora ha llegado y suspiro listo para tratar con otra pomposa señora de...
La persona que entra detiene mis pensamientos, la chica rubia de ojos grandes me devuelve la mirada. Lleva un vestido oscuro, quizás una talla menos de la que usa. Su busto simplemente sobresale, así que intento recordar quien soy ahora para saludarla sin mucho interés.
David, como siempre se porta desagradable, sale de la oficina dejándome a solas con esta increíble joven maestra. Le pido llamarme por mi nombre antes de sentarme a su lado en uno de los sofás.
—¿Es usted Lady Leticia?
Cuestiono, ella humedece ligeramente los labios rosados bastante tentadores.
—Por favor solo Leticia—pide—¿Ese era el príncipe?
La miro intentando descubrir si está lista, para salir corriendo, pero sorprendentemente solo luce divertida mientras mira hacia la puerta por la que salió el niño.
—Si, mi sobrino ha pasado por...
—¿Sobrino?—carraspea—creí que era su hijo.
—No tengo hijos—respondo—ni esposa, ni amante...
Digo sin poder evitarlo y ella hace una pequeña O con sus labios.
—Bueno, genial, supongo...
Responde haciéndome reír, carraspeo para intentar volver a la realidad. No estoy en un club, ella no es una chica común y yo soy el nuevo rey. Me pongo en pie, cruzo los brazos sobre mi pecho antes de hablarle.
—Señorita..., Leticia, realmente no imaginé que fuera tan joven—admito—pero como ya le dije David necesita paciencia, la muerte de sus padres lo tiene un tanto... descolocado.
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Editado: 29.11.2022