Para llegar antes a mi alcoba me cogió en brazos, a medida que avanzábamos por las escaleras del castillo me aferré instintivamente a su cuello, sintiendo el latido de su corazón resonar contra mí. El roce de su piel con la mía enviaba pequeñas descargas de energía a lo largo de mi cuerpo, despertando sensaciones que nunca antes había experimentado. Con cada paso que daba parecía que mi pulso se aceleraba; y aunque intentaba mantener la compostura, mi mente y mi corazón estaban en una danza caótica de emociones.
Al llegar a la alcoba, sus brazos me rodearon con seguridad, depositándome con suavidad sobre las sábanas de mi cama. El suave crujido de la tela bajo mi peso resonó en la habitación, creando un eco de anticipación. La mirada intensa que me dedicaba me dejaba sin aliento, como si pudiera leer mis pensamientos más profundos con solo una sola mirada.
La luz que se filtraba por las cortinas entreabiertas pintaba un halo dorado alrededor de su figura, realzando su belleza y confiriéndole un aire casi celestial. Era como si estuviera ante un ser de otro mundo, poderoso y seductor, pero al mismo tiempo cálido y reconfortante.
El ambiente estaba cargado de una tensión irresistible, como si el simple roce del aire entre nosotros pudiera encender una chispa de fuego ardiente. Mis ojos seguían cada movimiento suyo con una intensidad casi hipnótica, mientras se deshacía de su camisa con una lentitud calculada, como si cada botón desabrochado fuera un paso más hacia un destino inevitable. Cada músculo de su torso estaba delineado por la luz de la luna que se filtraba por la ventana, creando un juego de sombras que realzaba su figura imponente.
La habitación parecía encogerse a nuestro alrededor, reduciendo todo a la intensidad de nuestras miradas entrelazadas. Cada instante se estiraba como un elástico, prolongando la anticipación de lo que estaba por venir. Y cuando finalmente gateó hacia mí en la cama, fue como si el tiempo se detuviera por completo, dejándonos atrapados en un universo mágico de sensaciones mutuas, donde solo existíamos nosotros dos y la promesa de lo desconocido.
Nuestros labios se encontraron en un beso ardiente y apasionado, donde parecía que el mundo exterior desaparecía y solo quedábamos él y yo, unidos en un torbellino de deseo y emoción. Me sentía envuelta por su aroma embriagador, por la calidez de su piel bajo mis manos temblorosas.
Con suavidad, lo hice girar para que quedara debajo de mí, para que sintiese el peso de su mi cuerpo contra el suyo. Mis labios se deslizaron por su cuello, dejando un rastro de besos mientras mis manos exploraban cada centímetro de su torso, apreciando la firmeza de sus músculos y la suavidad de su piel.
Con cada caricia, el deseo crecía dentro de mí, avivando el fuego que nos consumía. Descendí lentamente por su abdomen, trazando un camino de besos y susurros, hasta llegar a la cintura de su pantalón, donde la promesa de lo que estaba por venir se volvía más palpable que nunca.
—No sigas, por favor. —Le escuche suplicar.
Su súplica resonó en la habitación, interrumpiendo el frenesí de nuestras pasiones desatadas. Detuve mis caricias de inmediato, sorprendida por el tono de su voz y la súplica en sus palabras. Levanté la mirada hacia él, buscando pasión en sus ojos dorados, pero lo que encontré fue una mezcla de angustia y desesperación.
—¿Qué sucede? —pregunté, con mi voz apenas en un susurro en la penumbra de la habitación. Mis manos aún temblaban ligeramente, el calor de nuestro momento compartido aún era palpable en el aire, pero se eclipsó por la sombra de su angustia.
Él apartó la mirada, incapaz de enfrentarse a mi mirada penetrante. Suspiró profundamente, como si luchara por encontrar las palabras adecuadas para explicarme lo que le atormentaba. La distancia entre nosotros se hizo tangible, un abismo de incertidumbre y dolor que amenazaba con separarnos antes incluso de haber llegado demasiado lejos.
—No puedo seguir adelante así —murmuró, su voz apenas un susurro cargado de pesar. —Hay cosas... cosas que necesitas saber antes de... antes de que esto vaya más lejos.
Su confesión me llenó de inquietud, no podía dejar de preguntarme qué secretos ocultos albergarían detrás de esa fachada de tranquilidad. Pero antes de que pudiera preguntar, su expresión se endureció, como si hubiera tomado una decisión que lo liberaba de un peso insoportable.
—Debo marcharme —dijo, con una voz firme a pesar del dolor que reflejaban sus ojos. —Ahora mismo.
El cambio repentino en su actitud me dejó sin aliento, mi corazón seguía latiendo con fuerza en mi pecho, mientras intentaba comprender lo que acababa de suceder. La realidad de la situación se estrelló contra mí como una ola, dejándome con una sensación de vacío y confusión.
Sin decir una palabra más, me levanté de la cama, era incapaz de seguir mirándole a los ojos. Sus pasos resonaban en la habitación mientras se dirigía hacia la puerta, luchando por contener las lágrimas que amenazaban con desbordarse por mis mejillas.
Por lo que decidí respirar hondo y tragármelas de golpe, porque el calor que sentía dentro de mi ser era mucho más fuerte que mis ganas de llorar; así que me olvidé de todas aquellas palabras, me puse de pie y me posicioné frente a la puerta, decidida a no dejarlo escapar de mi alcoba.
Sus ojos dorados me miraron con una mezcla de sorpresa y ansiedad, como si no pudiera comprender mis acciones. Sin embargo, no retrocedí, mantuve mi postura con firmeza mientras continué desabrochando su cinturón. La tensión que existía entre nosotros casi era palpable, pero estaba decidida a enfrentar lo que viniera, incluso si significaba desenterrar los secretos más oscuros de su pasado.
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Editado: 19.06.2024