Sumas, restas y divisiones
24 de Diciembre a las 20:00 pm
La puerta se abrió. Ambos mundanos ni siquiera se habían dado cuenta de la bruja que estaba a sus espaldas. Estaban tan perdidos entre sus cuerpos que no sabían que serían futuros cadáveres.
Fue extraño.
Una mezcla entre enojo e impotencia, también estaba de colada la tristeza. Era un debate entre tirar de las greñas a ambos o tirarme al suelo a llorar.
Quería gritarles, decirles todos los insultos más callejeros que me sabía.
Quería golpearlos, desde quitarles las cobijas y con las almohadas lanzárselas como misiles.
Al final, solo pude verlos y apretar el peluche a mi pecho.
Ver eso...eso fue doloroso.
No el simple acto, era más que eso. Era la confianza que parecía haberse roto en ese mismo instante. El cariño...los recuerdos.
Lo ves todo y al mismo tiempo nada, se te nubla el juicio y si no es suficiente con eso, las lágrimas hacen lo mismo con tus ojos.
Nunca lloraría por una infidelidad.
Y heme aquí.
Patética.
Apreté las manos y grité, grité su nombre tan fuerte que no les quedó más remedio que volver al mundo real y verme horrorizados. Trataron de taparse, pero me dio risa, y por supuesto que me reí.
-¿Por qué se tapan?-pregunté, y medio reí y lloré-Conozco tu cuerpo Robin-le dije y luego la miré-y sé cómo es el cuerpo de una mujer.
Mis palabras parecieron avergonzarlos más, porque empezaron a vestirse más rápido.
-Lady... ¿qué haces aquí?-preguntó el pusilánime.
-¿Qué hago aquí? Bueno, estoy haciendo el papel de estúpida claramente. Pero si te preguntas porque venía pues ¿para qué crees? Digo, los prometidos por lo menos se ven una vez al mes ¿no? Por qué... aún somos prometidos, ¿verdad? Es raro...nunca escuche que solo se debía ser fiel de corazón y no de cuerpo en una relación ¿será que vivo en otro mundo o estoy loca?
Su rostro empalideció al recordar que tenía anillo en el dedo.
-L-lady, no digas eso...yo pu-puedo explicártelo.
Reí, reí porque de lo contrario iba a llorar con moco y todo por esto.
-¡Vete a la mierda, Robin! Creo esa explicación la paso-me encogí de hombros limpiándome una lágrima y miré hacia otro lado-La charla incómoda de la cigüeña ya la pase con mamá. Ahora, creo que es mejor que me vaya...tú sigue acostándote con tu secretaria.
La idiota abrió los ojos cuando la reconocí. Gruñí dando un portazo. Aquí, la única estúpida eres tú, secretaria. Yo seré patética y la cachuda por esto, pero jamás estúpida.
No tengo una memoria de tres segundos, te reconozco.
Principalmente porque mi amiga te llamaba putiroja-porque ella también tenía mi color de cabello y decía que había días que era extraña la relación entre estos dos.
Debí creerle, o al menos dudar.
Ah, tal vez sí soy una estúpida.
-¡Espera Lady!-gritó desde el cuarto y reí tomando mi maleta.
-¡Para seguirme, primero deberías vestirte! ¿Ves la importancia de la ropa? ¡Disimulan tu falta de dignidad, bastardo infiel!
Y cerré la puerta con fuerza también porque la ira todavía no se iba. Algunas personas estaban afuera, así mismo esperando que les abran las puertas sus familiares. Por esa razón, trate de mantener mi rostro inexpresivo.
No llores, Lady. Las señoritas no lloran ¿no? Eres una puñetera señorita ¡incluso tu nombre es de una! No llores...
No...llores...
¡Mierda! ¡Ya estoy llorando!
Pero, aunque mi rostro trató de mantenerse inexpresivo, mis labios temblaron y los apreté. Al final fallé, cuando las puertas del ascensor se cerraron las lágrimas cayeron.
Me arrimé a la pared de este y con cabeza baja traté de evitar el estremecimiento de mi cuerpo. No pude, incluso mi mano tapó mi boca. Solo una, la otra tenía al señor Gruñoso, al parecer me lo había traído y ni loca volvería a ese departamento.
Mi futuro hogar ¿eh?
Gimoteé dolida. ¿Qué demonios hice mal para esto? ¡Sí! Ya no nos veíamos como antes, pero las conversaciones estaban ahí, las risas también.
¡Aún había amor! ¡Maldita sea!
Aún...
No lo entiendo. No puedo hacerlo.
Lo amo, me duele por ello. Me vi con él en un futuro, ahora todo parecía estar de bajada junto con el ascensor. Y con cada piso que bajaba, parecía romperse cada recuerdo.
¿Tonto no? Subí tan alto para verlo, y ahora descendía para huir de él.
Casi podía verlo como una de esas extrañas metáforas.
Subes tan alto cuando amas...olvidándote que alguna vez el amor tiende a bajar hasta desvanecerse.
Subí en un ascensor y ahora estaba bajando. De alguna manera la vida se estaba riendo en mi cara por esto.
Casi pareciera el milagro de navidad.
Reí amargamente. ¡Claro! ¡Era esa estúpida tradición! Pero...aún no era navidad, aún no eran las doce y claramente se había roto mi compromiso en lugar de encontrarlo.
¡¿Qué clase de estafa era esta?!
¡El milagro estaba jodiéndome de verdad!
Cuando vi que estábamos en el piso uno y la puerta estaba por abrirse, limpié mis ojos y asentí.
Jamás me vería despechada, lo estoy, claramente me sentía como una, pero no dejaré que el resto lo sepa.
Menos aun cuando no podría saber si hablan de mí.
La puerta se abrió y salí. Caminé firme hacia la chica que estaba pálida. Sonreí de lado al entenderlo.
Sabías que entró con una chica, por eso fue tú mirada extraña.
-Debo irme-le dije y le entregué las llaves-Cuando el chico del 235 venga corriendo le entregas las llaves y le dices que ni haga el intento de buscarme. Puede quedarse calientito con compañía, y que, si me viene a buscar, terminará como mínimo comiendo nieve.
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Editado: 25.12.2021