Si me preguntaran como me siento, no sabría que responder. El mundo en el que me encuentro parece producto de una pesadilla de algún loco. ¿Personas a las que se les caía la piel? ¿Matar a alguien sin que nada importe? No sé en qué tipo de lugar creí que iba a despertarme cuando abandoné la seguridad de mi burbuja, pero este era el último que me imaginaba.
¿Me arrepiento? Probablemente, no podría decir que esto es algo que esperaba conseguir al salir de mi escudo protector. Me intriga de la misma manera que me aterroriza.
Tal vez estoy siendo algo inconsciente, tal vez no estoy apreciando mi vida lo suficiente. Casi muero en mis primeras horas de libertad, hay mucho que no entiendo y pasé por sensaciones que ojalá no vuelva a pasar en mi vida.
La curiosidad creo que es más fuerte que mi cordura. El pensamiento de que necesito entender lo que me rodea, necesito administrar, organizar, analizar y digerir cada gota de información que me proporcione este mundo. La comprensión de lo que me rodea parece mucho más importante que cualquier cosa.
Creo que desde que salí de mi burbuja puedo hacer preguntas mucho más agudas, ya no me siento constantemente adormecida.
—¿Segura que no querés que te cargue? —Resoplo como respuesta, no sé por qué Nina tiene tantas ganas de llevarme a cuestas.
Claro, por mis pies, no voy a negar que me duelen demasiado, sumado a que comienzo a sentir algo de frío. Creo que mis sentidos aún se encuentran algo adormecidos.
Niego, trato de ser amable. Veo que ella titubea, nos encontramos en un barrio escalofriante. No me parece buen momento para reducir la marcha.
Las casas se ven viejas, tienen la pintura desgastada, la naturaleza se está comiendo las edificaciones. No escucho a nadie acá, ningún vecino, ni siquiera hay niños jugando. ¿Están todos convertidos en esos locos que nos persiguieron?
Espero que Nina sea la fuente de información que deseo que sea. Se mueve con mucha seguridad, parecería que siempre sabe lo que debe hacer, uno no puede sobrevivir si no sabe lo suficiente.
—Ya estamos por llegar —habla concentrada.
La miro con atención, espero que esta vez sea cierto. Me tuvo alrededor de 20 minutos rondando por esta zona hasta desorientarme. Hicimos varias pausas escondidas en lugares bastante rebuscados. Tal vez mi acompañante es un poco paranoica.
No sé que me daría más miedo, que ella sea una persona paranoica, o que tenga motivos para ser paranoica. No se ve como alguien especialmente debil y tal vez suene muy simplista, pero si alguien que se ve preparada para estas situaciones tiene miedo, ¿qué le espera a alguien que no lo está?
Finalmente llegamos a una casa, la cual se veía igual de abandonada que el resto. Nina avanzó un par de pasos, yo me quede esperando junto a la pequeña cerca. Al abrir la puerta vi como un perro peludo y de pelaje rubio se lanzaba sobre ella, emocionado de verla.
—Pasa, ¿quéres que te ayude a caminar? —me preguntó, yo negué. Soy completamente capaz de poner un pie frente a otro
Por desgracia, estaba distraída mirando a la bola de pelos y no noté que la cerca tenía la mitad de un clavo delgado expuesto, el cual me clavé en la planta del pie.
Llevé una mano a mi boca, tratando de no gritar del dolor. Nina notó mi expresión y corrió a ayudarme. Una vez que me deshice del clavo, mi acompañante me levantó y me llevó dentro de la casa.
Fue sorprendente ver que el interior estaba lleno de cosas, un poco descuidado, pero se veía muy cálido. Me recuerda a mi burbuja de una forma que no podría explicar, no se asemeja físicamente, sino esa hermosa sensación de comodidad. Tal vez lo habría apreciado más si no estuviera sufriendo un intenso dolor en el pié, el cual me sacaba lágrimas.
Las manos temblorosas de la muchacha pelinegra me hicieron alarmarme, miro mis pies, con una mirada rápida y salió corriendo por el pasillo. Mientras tanto, la bola de pelos se quedó observándome con ojos curiosos, inclinando su cabeza y levantando sus orejas para percibir cada movimiento mío.
Acerqué con cuidado mi mano, dejando que me olfateara. Verlo hacía que me distrajera un poco del dolor. Después de unos minutos oliendo mi mano, comenzó a mover su colita con mucha alegría.
Nina llegó corriendo a la sala, tenía varias cosas en una pequeña valija. No había notado que mi pie sangraba tanto que había manchado un almohadón del sofá. Llevé una rodilla a mi pecho, un poco avergonzada.
Rápidamente contuvo el sangrado con un par de gasas embebidas en alcohol. Respiré hondo, ardía mucho, pero también sé que es lo mejor para mi y que quejarme no sería prudente. Traté de distraerme acariciando a la bola de pelos, apenas moví mi mano, la mirada de mi acompañante de abrigo rojo se clavó en mi.
Me quedé inmóvil, asustada, como si que la acabara de insultar por esa acción, al ver que la bolita de pelos se refregaba contra mi, cambió el semblante serio y me miró con ternura.
—Tsunami es muy cariñosa. —Así que es perra—. Creo que le agradas.
Sonreí como respuesta, comenzó a vendar, primero el pie al que el clavo lo traspasó, después revisó el otro. No termino de sentir mis extremidades, es como si que aún estuvieran adormecidas como en mi burbuja.
—¿Cómo seguiste caminando? Estás muy lastimada…
—No sé, no siento del todo mi cuerpo —sonreí, un poco avergonzada.
Me miró dubitativa, para luego sonreírme.
—¿De dónde venís? —arrugué el entrecejo, un poco extrañada por su pregunta. Ella es la rara acá, no yo—. Es que tu actitud es un poco… extravagante.
—De mi burbuja.
Paro de limpiar mis cortes para mirarme durante unos segundos.
—¿Eso dónde queda?
—En el espacio.
Se quedó callada, vi sus labios moverse a punto de comentar algo más, pero las palabras no salieron de su boca. Supuse que tal vez podía comenzar a indagar en qué situación me encuentro.