Una vida en su interior

CAPITULO 7: Transformación

Breiser abrió los ojos lentamente encontrándose a una altura muy prolongada, sus sentidos se agudizaron, sus garras se afilaron manteniéndolo firme.

“¿En dónde estoy?” se preguntó observando a su alrededor, no recordaba haber estado en un lugar así antes, él casi nunca salía de casa. “¿En dónde está Peish?”

Agachó las orejas con pena, sabía que no podría ir muy lejos si decidía irse por sí solo a casa, y eso era si es que llegaba a casa, decidió quedarse a esperarla, Breiser sabía que ella jamás lo abandonaría.

Los muchachos se hallaban alrededor de la muchacha, esperando a que abriese los ojos en algún momento, su rostro se encontraba marcado, tenía rasguños por los pómulos, una pequeña herida en el labio, moretones en los brazos además de estar raspados y sus rodillas rojas, llenas de heridas, su piel estaba dañada.

-No despierta…- dijo Matt acercándose a Jaxon, mirándolo fijamente. - No despierta, deberíamos avisarles a nuestros padres. - habló con desesperación.

Cuando comenzaron a preocuparse por la tardanza de Peish habían salido a buscarla, al darse cuenta de que ya no se hallaba en la escuela, supusieron que ya no estaría en ese lugar y se habría ido a casa, la encontraron en medio de la pista, cubierta de sangre en las extremidades y sin consciencia. Matt la tomó en brazos rápidamente y entre todos curaron sus heridas, rompieron una ventana e ingresaron por ahí, ahora sólo se hallaban a su alrededor esperando.

-Jaxon no despierta…

-Mira…- señaló el rubio a la cama en donde se encontraba su hermana. Marcus se sentó a su lado empujando a Matt, tomó su frente para ver si tenía fiebre diciendo.

-Peish… despierta. - dijo con voz cálida, acariciando la frente de la muchacha, la única área en donde no debía de sentir dolor.

La muchacha tardó en tener consciencia hasta por fin reconocer los rostros que se encontraban rodeándola, la habitación y las circunstancias.

Jaxon cruzó la habitación dando zancadas largas, quitó a Marcus de un empujón quedando junto a su hermana, su rostro era nulo, sus ojos gritaban dolor y furia.

- ¿¡En qué demonios estabas pensando!?- bramó.

 

El felino miró hacia el cielo, esa forma de círculo de luz blanca y brillosa se encontraba encima suyo, con miles de puntos brillantes a su alrededor…

Su respiración era agitada, su cola caída, pero, sobre todo, su mirada era un enorme agujero negro de tristeza, sus ojitos verdes esmeralda habían desaparecido, en su lugar se encontraban unos de color más oscuro que el de siempre, adornando su rostro, dándole un toque melancólico de gato solitario.

Peish estaba tardando en volver a por él.

¿Ya no lo quería? - se preguntó, e instintivamente un dolor en su pecho comenzó

No… Ella iba a buscarlo ¿Cierto?

No sabía en donde se encontraba, no sabía a donde lo había llevado esa extraña caja con ruedas.

Peish no iba a buscarlo.

“Los humanos son difíciles” dijo para sí, siempre se lo decía, había cientos de cosas que ellos hacían que no entendía, ni entendería, él no era humano.

Pero deseaba serlo.

Quería caminar en dos patas, no tener tanto pelo y hablar, hablar con Peish, escucharla, aspirar su aroma más de cerca… Quería ser humano desde el momento en el que descubrió que existían criaturas más… evolucionadas.

Quería que Peish viniera a buscarlo, pero probablemente no sabría donde comenzar, ni él mismo sabía dónde se hallaba, pero eran lugares estrechos, muy por debajo se extendía un gran conglomerado de agua, tanto que le ponía los pelos de punta al recordarlo… la necesitaba.

Entonces sintió algo…

Su pecho… su pecho dolía… y mucho, dándole punzadas repetitivas sin descanso, estrujándolo de dolor.

“Lo necesito…”

Sus orejas se alertaron al escucharla a lo lejos… ¿En dnde estaba?, Aún con el dolor, se puso ed cuatro patas, buscando con la mirada.

“¿Él también me ha dejado? ¿¡Que le han hecho!?”

Nuevamente su voz… no la veía… no estaba.

Creyó sentir algo en su vientre, expandiéndose hasta su pecho, dirigiéndose a su cabeza, era… era algo nuevo.

No podía describirlo con palabras, habría que sentirlo para poder reconocerlo, los animales no saben cómo expresar sus sentimientos con palabras, y Breiser aún desconocía de muchas.

“Te necesito Breiser… ¡Vuelve!” la oyó gritar, y nada más eso faltó para que se echara a correr, no sabía a donde iba, pero algo era seguro, regresaría con Peish así fuese lo último que hiciese.

Se escabulló por los túneles, tenían cientos de salidas y entradas, en los que ráfagas de aire lo hacían retroceder y dirigirse por otro camino.




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