Capítulo quince.
Al mirarlo no supe si gritarle por estar a unos cinco centímetros de volarme la cabeza a mí también, o saltar de alegría. Pero sólo me quedé muda y perpleja, literalmente en blanco. Él reaccionó rápido y vino hasta mí para desatarme los pies. Con una mano echó abajo el cuerpo de Carter que todavía estaba tumbado sobre mí (yo con las manos arriba al nivel del pecho y la boca formando un cero). El peso del cadáver golpeó contra el suelo y una vez así, Noa me estrechó en sus brazos tomándome como a una niña pequeña. Instintivamente aferré brazos y piernas a él, hundiendo la nariz en su cuello y soltando toda la tensión de pánico y miedo que padecía, en forma de lágrimas mudas.
─Está muerto ─sollocé con los ojos muy abiertos brotando terror─. Lo mataste.
─Vine por ti ─dijo─, no iba a detenerme ante nada.
─Sólo buscaba una manera de huir ─traté de explicar, estúpidamente.
─No importa, lo sé.
Quise abrazarlo con más fuerza como si se tratara de un pilar en medio de una tormenta: no quería volver a ser quebrada por el viento. No quería volver a sentirme a la deriva. Sin embargo él me hizo bajar y me tomó fuerte de la mano; debíamos irnos ya.
Volteé a mirar el cuerpo de Carter una vez más mientras corrimos hacia las escaleras, sólo por corroborar que no estaba soñando. Y cuando llegamos a la superficie tras la puerta chirriante, Noa pasó por encima de otro cuerpo que yacía en el suelo: era Dexter. Lo miré anonadada lo que me tomó saltarlo, pero lo siguiente que ocurrió logró descartar todo lo demás. Aparte de que Noa no estaba solo y que al llegar a la pequeña salita, de otros cuartos salieron un par de tipos con sus armas al frente y en esa típica postura preparada para cualquier ataque, anunciaron que no había nadie más en casa. Hasta que todo se paralizó: de un rincón junto a una ventana saltó uno y dijo:
─Está llegando.
Próximo a ello, se escuchó el ruido del coche de Abel acercándose, y juraría que el corazón me dejó de latir de repente. Noa me apretó con más fuerza y dijo a los demás (que hasta ahora eran sólo tres) que se "posicionaran". No sabía plenamente qué podía significar eso, pero de inmediato y lo único que me hizo recordar fue esa palabra muchas veces oída estos días: "guerra".
Los chicos de Noa apagaron todas las luces y se agacharon bajo las ventanas. El coche aparcó al frente y los focos blancos se extinguieron un segundo después. Pronuncié el nombre de Noa casi en un temblor, pero antes de que pudiera seguir a preguntar "¿ahora qué?", él haló de mi mano conduciéndome a algún lugar. Yendo a las escaleras se encorvó para abrir la puertecita bajo éstas, y me dijo que entrara ahí. Por la premura de los acontecimientos, lo obedecí sin chistar. Pero una vez adentro me giré antes de que se fuera, halándolo fuerte de la mano y le dije:
─Prométeme que volverás.
Él se demoró sólo un segundo de indecisión en responder.
─Te prometo que haré todo por volver ─dijo.
Entonces de un jalón me hizo soltarlo, y cerró la puerta en medio de un grito mío con su nombre. Luego, y otra vez, oscuridad.
🌼🌼🌼
El primer disparo lo recibió Adrien el chófer, directo a la frente una vez que fue el primero en bajar y asomarse por encima del techo del auto. La segunda bala hizo trizas el cristal de la ventana del copiloto donde iba Abel y que, por gracia o desgracia, se agachó para cubrirse. Enseguida los dos, Derian y Abel, tomaron conciencia de lo que estaba pasando, y que toda su gana confianza les había hecho una muy mala jugada. Jonah había venido con todo.
Abel hizo lo que pudo por acomodarse y responder al tiroteo escondiéndose tras la puerta. Pero no consiguió nada más que balas rozándole la coronilla. Enseguida volvió abajo.
El cuerpo de Adrien ya estaba tendido en la carretera y su sangre corría por el asfalto, oscura ante la noche, y con brillos que reflejaban los focos de la calle. Derian dio un puño contra el asiento y maldijo hasta al aire.
De inmediato se dieron cuenta de lo condenados que estaban, y se pusieron a buscar salidas fáciles. Después de todo, estaban atrapados dentro del coche sin saber lo que estaba ocurriendo adentro, privados de defenderse de otra forma más que salir a la ventura y empezar a disparar contra todas las ventanas. Ninguno haría tal cosa.
─Han de ser cuatro.
─Cinco, diría yo ─aclaró Abel.
─Carter y Dexter están muertos ─aseguró Derian por pura lógica─. Sólo saldremos de esto a través de acuerdos.
Fue cuando el teléfono de Jonah vibró en una llamada. Se recostó de la pared sentado en el suelo, como soldado en trinchera, y regresó el comunicado. Ahí fue cuando yo pude oírlo, cuando los disparos cesaron y la noche quedó en silencio puro. Tenía el costado de la cabeza reclinado contra la pared dentro del cuartito bajo la escalera, y su voz era lo único que se escuchaba en aquella penumbra.
─¿Ya te rindes? ─lo oí─ Porque sabes que a mí no me engañas... ─Por un espacio de tiempo, Noa se calló para dejar al otro hablar, pero no duró demasiado. De inmediato saltó con la pregunta: ─¿De qué hablaríamos más que de dejar llevármela y no volver a vernos las caras nunca más? Escúchame, que no pienso hablar con nadie, y en lo que se te ocurra asomar la cabeza considérate muerto.
Desde su ubicación, Abel guardó un resentido y frustrado silencio luego de que Noa le cortara la llamada. Entonces llegó un mensaje, simple y directo:
"Sabes que todo el Sur de Jamaica está más de parte mía que tuya. Estás en mi casa, y en mi barrio, Jonah".
Transcurrió aproximadamente una hora, lo que conté como dos metida ahí dentro. Noa había vuelto a hablar con Abel, pero Abel hablaba más, y Noa guardaba silencio. Abel estaba persuadiéndolo como siempre le había gustado hacer, yo lo sabía, y me aterraba qué acuerdo estaría dispuesto Jonah en aceptar por acabar con esta guerra. De pronto, éste último indicó una par de cosas a sus chicos: me pareció que les pidió no disparar, bajar la guardia, y esperar por su orden. Me inquietó pensar que realmente los tres se encontrarían dentro de la casa para "hablar". Así que agucé más el oído y me puse atenta.
Editado: 07.09.2021