“Don't wanna sleep 'cause we're dreaming out loud”
Así como no creo en el Conejo de Pascua, tampoco creo que esta rápida unión —o afiliación— a Underclass Hero haya sido así de fácil. No me cabe en la cabeza dicha situación, demasiado irreal. Algo debe haber entre líneas, pero aun así creo ser la única que sospecha aquello, porque Flora y Mandy estaban bastante cómodas con la situación.
Ese mismo día, llegué a casa y coloqué todas las malditas libretas sobre mi escritorio, me dispuse a leer todos los malditos detalles en ellas, pero solo terminaba aburriéndome, porque no se encontraba nada fuera de lo común, nada que me dijera que esta comunidad era algo peligroso.
Absolutamente nada, solo era... una especie de diario de vida de Underclass Hero.
Je, un diario de vida.
—¿Tendrán uno ahora? Digo... ¿tendremos?
Se siente raro decirlo en voz alta.
Mi madre nos llamó a cenar y, al abrir la puerta y ver a Derrick, creo que ambos pensamos en hacer una carrera camino al comedor. Y si bien tenía ventaja al poder llegar más rápido a la escalera, Derrick era un bruto que me empujó y me adelantó.
—¡Si serás, mocoso! —grité, a pesar de que le seguía el paso por las escaleras, él solo se reía.
De todas maneras perdí, pero mamá nos regañó por escandalosos.
★★★
Mandy, Flora y yo, decidimos no decir nada al respecto. No podíamos llegar y decirles a Caitlyn y Angeline que nos unimos a Underclass Hero, porque podría suponer un chisme y, con eso, delatar al resto de los miembros. Taylor había dicho que todo se basaba en confianza, y no me sentía capaz de traicionar la confianza que alguien estaba depositando en mí; estoy segura de que las otras chicas tampoco se sienten capaces.
El día jueves, el día siguiente de nuestra unión, las conversaciones y ratos con Caitlyn y Angeline estaban cargados de cierta tensión, pero solo nosotras tres parecíamos percibirla. Ellas se reían y hablaban con total normalidad, mientras Mandy observaba cuidadosamente a ambas chicas, y Flora miraba hacia todos lados, parecía una espía; por mi parte, mordía mi uña a modo de liberar esa tensión y el impulso de idiotez que me significaba decirles.
—Relájate un poco —me dijo Mandy en clases—, no es como si nos estuvieran vigilando.
Y entendí por qué Flora estaba actuando de esa manera. Estábamos siendo un blanco para una comunidad que busca implantar cierto terrorismo en la universidad: Máscaras Blancas.
—No estoy actuando así —me defendí, volviendo a tomar el bolígrafo—, déjame ver tus apuntes.
Mandy no dijo nada, solo rio levemente y me acercó su cuaderno. Al terminar esa última clase del día, Caitlyn y Angeline insistían en que nos quedáramos una hora para que las pudiera ayudar con Ortografía Española, Flora y Mandy también se unían.
—¿Solo una hora? —pregunté—. Pero en la biblioteca no podemos meter comida, y yo tengo hambre.
—Déjame eso a mí —insistió Mandy—. Esconderemos comida entre los pechos de Caitlyn, o los tuyos.
—Qué.
—¡¿Qué?! —exclamó Caitlyn, poniéndose rápidamente roja.
—Es broma —sonrió—. Pero, anda, Pandora.
—Bueno —asentí—, pero primero vayamos a la cafetería. Insisto, tengo hambre.
—Esa es mi Pandora —Angeline me abrazó y salió de la facultad abriendo los brazos y suspirando—. Qué día tan bello.
—Parece emocionada —dijo Flora.
—Es porque está por reprobar —aseguró Caitlyn, ya volviendo un poco a su paliducho color—. Debe sacarse un ocho en el examen para pasar con un promedio de seis.
Salimos de la facultad para ir a la cafetería, Angeline se nos adelantó bastante y ya estaba haciendo la fila. En verdad estaba muy ansiosa por que la ayudara. Estaba sacando mi billetera, así como las chicas, y me colocaba tras Mandy, cuando escuché que alguien me llamaba por mi apellido.
—¡Thurman!
No había sacado ni un dólar y Andy ya se estaba acercando a mí, corriendo... ¿Este chico solo tiene ropa negra? ¿En serio?
—¿Qué?
—Hola para ti también —ironizó—. Estoy bien, muchas gracias —no respondí, seguí mirándolo con total seriedad y empezando a golpetear la punta de la plata del pie, queriéndole decir que se apure—. Iré al grano, maldita impaciente —rodó los ojos—: necesito tu número de teléfono.
Angeline y Caitlyn estaban atentas a la conversación —si se le puede decir de esa forma—, y cuando Andy dijo aquello, sus expresiones eran bastantes molestosas, además de estar enseñándome el pulgar arriba; Mandy y Flora, alzaban sus putas cejas.
—No tengo celular.
—No lo tomes de esa manera —chasqueó la lengua, me tomó el brazo y me alejó un poco—. Necesito mantenerte contactada.
—Me alejaste de la fila, y yo quería comprar mis galletas.
—Pues pídele a una de tus amigas que te las compre —dijo secamente—. Esto es serio.
Fruncí un poco el seño, le pedí que me esperara y le pasé dinero a Mandy para que me comprara las oreo con sabor a limón, y volví a mi encuentro con Andy.
—¿Para qué lo quieres?
—Necesito estar en contacto contigo —insistió—, si no, cómo mierda esperas que te avise de las reuniones de estudio.
Ah... Era por eso.
—Tiene sentido entonces —dije, a lo que él reaccionó mirándome con extrañeza—. ¿Qué?
—¿Por qué dices eso? —sacó su celular—. ¿Nunca te han pedido el número de teléfono?
—Claro que sí —duh.
—¿Entonces?
—Cállate, no entiendes nada —extendí la mano, él me entregó su celular.
—Si no me explicas...
—No pienso hacerlo.
Maldición, este tipo tiene un iPhone y yo no... Pero ya lo tendré. Anoté mi número y me guardé como “P. Thurman”.
—Listo —se lo devolví—. Avísame cuando sea que hagan las ayudantías —hablé un poco fuerte, para disipar cualquier rumor que se estuviese tejiendo entre los que miraban la situación, aunque no fuesen muchos—. Que no se te olvide.