Unicorniocienta

Noche arruinada

Después de que Unicorniocienta le dijera eso sin pensar a la Madrastra ésta se enojó tanto que no la dejó ir al baile del palacio. Después de estar insistiendo tanto con querer ir al baile la Madrastra dejó que ésta fuera sólo si limpiaba la casa y lavara la ropa a mano.

—Odio a esta mujer. —susurró con las manos en la ropa mojada.

Estaba lavando a manos la ropa en un pequeño lavadero detrás de la casa enorme. Ahí era que se veía lo que en realidad era la casa o al menos ese trío de brujas. Era un pequeño cuarto donde ellas tiraban las cosas que no les gustaban, sean vestidos, pantalones, zapatillas, joyas, cosas de la habitación, regalos de sus pretendientes, hasta ropa interior.

Después de lavar y quejarse mientras lo hacia tuvo que ordenar el pequeño cuarto, duró mucho más tiempo ordenando y limpiando ese cuarto que toda la casa. Tuvo que buscar muchas bolsas grandes en el supermercado más cercano para poder sacar los trapos a los que les llamaban ropa y los regalos rechazados de los pretendientes de las hijas de la madrastra. Ahí mismo sacó unas joyas que por lo que leyó las había mandado el hermoso chico que antes vivía en frente de su casa, no sabía como un chico tan guapo se hubiera fijado en Pizzella, esa chica ni el pelo tenía bonito pero ahora entendía muchas cosas, entre ellas cuando Pizzella se negaba a salir afuera por las tardes...

Después se halló un vestido de color amarilla y unas grandes telas color rosa, por último entre unas cajas se halló unos pares de zapatillas que daban juego con los pedazos de tela que se había encontrado. Agarró todo y lo entró en una de las cajas más cercanas.

Después de terminar el aseo por toda la casa agarró unos utensilios de coser que habían en el cuarto de la Madrastra, esa mujer ni porque la amenazaran de muerte cosía pero siempre estaba preparada para que Unicorniocienta le cosiera sus calzones que siempre estaban rotos, ¿por qué? Nadie sabía... Luego empezó a coser el vestido, le añadió la tela y a las 9:50pm la madrastra se iba con sus hijas detrás. Unicorniocienta bajó corriendo muy apurada gritándole que la esperarán.

—Ya me arregle, lo que me dió más trabajo fueron las chismosa del salón que duraron mucho tiempo para arreglarme el pelo y maquillarse pero aquí estoy. —terminó hablando a la vez que ya estaba cerca de ellas. —¿Nos vamos? —preguntó mostrando una sonrisa ladeada.

Las hermanas se pusieron locas de celos al verla, una de ellas la miró de arriba a abajo y se acercó a la Madrastra mientras le gritó:

—¡Ella no puede ir! ¡Esta ridícula no puede ir! ¡Nos quitará la atención de todo el mundo y el Príncipe la elegirá a ella!

La madrastra trató de calmar a sus hijas mientras Unicorniocienta aún no entendía lo que pasaba "¿Qué tienen estas locas? ¿Habrían bebido alcohol? Lo dudo" pensaba Unicorniocienta mientras las veía con una cara muy extraña y asustada, por suerte estaba lista para correr si se le metían lo bipolar, sus zapatillas ni eran zapatillas. Eran unos zapatos, los mejores que tenía y los tenía que usar.

Después de que la Madrastra y sus hijas murmuran hasta no poder le hablaron con una sonrisa ladeada "Creo que esto es parte de la bipolaridad" pensó Unicorniocienta cuando las vió con esas caras de idiotas. Antes de poder reaccionar la madrastra le avisó que ya se iban todas juntas en un carruaje pequeño que había mandado el Rey a todas las casas de los invitados, lo malo de esto era que iban a tener que cruzar algo así como un pequeño lago con un puente primero.

Cuando salieron de la casa había un pequeño charco lleno de lodo que cruzar por un pequeño camino donde cabían sólo dos personas delgadas. Unicorniocienta iba sola en el medio mientras que delante iba la madrastra y detrás iban sus hermanastras. Iba muy feliz pensando en como sería el príncipe ya que como no salía al pueblo a menudo nunca había visto el príncipe, sólo el castillo por la ventanilla de su "habitación". Se distrajo en sus pensamientos de cuentos de hadas, y de repente sintió unas manos en su espalda las cuales la tiraron hacia el pequeño charco que estaban cruzando desviandola del camino y dejando que ese pequeño charco se convirtiera en un pozo bien asqueroso de lodo. Su vestido se había arruinado, sus joyas estaban llenas de lodo y sus zapatos se hundían en el lodo, ella lloraba sin consolación mientras vió hacia el frente. Sus hermanastras riendo y su madrastra la cual no le daba el rostro, con una sonrisa caminando hacia su destino.

—¿Aún quieres ir asquerocienta? Yo no sé pero parece como que algo se murió ahí donde estás o será que no te bañaste. —se burló Pizzella mientras reía a carcajadas.

—Su objetivo esta listo. Es hora de irnos... Nos esperan. —avisó la Madrastra con esa voz de misterio y horror profunda, la cual seguía caminando sin mirara hacía atrás.



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En el texto hay: humor, cenicienta, romance amor

Editado: 21.03.2020

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