Vecino de número

Capítulo 8

 

Durante mi periodo de escuela, había estado en la dirección un par de veces después de una pelea. Al inicio intentaba defenderme, así que era común que llegara hasta los golpes cada que alguien intentaba humillarme. Después de un tiempo descubrí que, a diferencia de lo que tanto repiten los motivadores, defenderme no hizo que me respetaran más. En realidad, las burlas solo aumentaron.

Estar en el cuarto más temido por los estudiantes en la situación en la que me encontraba, me trajo recuerdos. No eran recuerdos agradables, pero me acercó a esa emoción furiosa que antes había estado encendida en mí y que había olvidado.

Loris estaba a mi derecha, tenía un raspón en el brazo porque en medio de la pelea había terminado en el suelo, pero su rostro y gran parte de su piel visible estaban intactos. César, por otro lado, tenía una mejilla hinchada y un labio roto. Nada que no fuese a estar mejor con un poco de hielo.

Hielo que no serviría para sanar su orgullo.

―¿Cómo es posible que dos de nuestros estudiantes estuvieran peleándose de esa forma, como si se educaran en una cárcel? ―regañaba el director. Había empezado hacía un buen rato.

―El sistema de la mayoría de los colegios está basado en la lógica carcelaria, lo dice Foucault.

Quizá no era la mejor situación para hacerlo ver, pero quería decirlo. Me arrepentí cuando observé el rostro del hombre de unos cincuenta años frunciéndose y formando muchos pliegues en su frente.

César resopló hastiado. Loris, en cambio, mantuvo una posición arrepentida, con la cabeza baja y asintiendo cada que el director decía algo. No es que se viese burlón, pero luego de varios minutos tampoco me pareció sincero.

―Las agresiones no son buenas, muchachos, ¿si hacen eso ahora cómo van a comportarse cuando sean adultos?

―La violencia no es la solución ―dijo Loris.

―Si tienen un problema, las cosas se pueden remediar hablando ―dijo el director.

―Tenemos que aprender a convivir ―dijo Loris.

―… y si sienten que los están violentando, pueden acudir a los profesores ―dijo el director.

―Tenemos que confiar en nuestros mayores ―dijo Loris.

―… que… muchachos como ustedes se golpeen, no solo habla de ustedes sino de sus familias… ―dijo el director.

―… la educación empieza en cas…

―¡¿Quieres callarte?! ¡Deja de interrumpirme cuando hablo!

Loris soltó un sonidillo lastimero y se disculpó. Casi lo imaginé con las orejas caídas de un animalillo regañado.

―¡Esto es una estupidez! Para empezar, este tipo ni siquiera es estudiante de este colegio ―explotó César.

―¿Qué?

―Y además es un modelo de internet, es mayor de edad y tiene dieciocho.

Yo abrí los ojos sorprendida. Claro que César conocía a Loris, de ahí había leído la frase que usó la otra vez. Tenía la esperanza de que pensara que era de otro colegio, pero siendo Loris una persona con mayoría de edad, no le correspondía intervenir al colegio, sino a la policía.

―¡Eso no es cierto! ―dije.

―¿No es mayor de edad?

Tartamudeé un momento, dudosa.

―Me refiero… sí es mayor de edad, ¡pero tiene problemas mentales! Véale la cara.

―Eso no es justificación para agredir a un menor.

―¿Soy yo o acaba de asumir que tengo problemas mentales en base a mi rostro? ―susurró Loris.

Lo ignoré.

―Además, Loris me estaba defendiendo porque César se estaba burlando de mí.

Maldije internamente, salvar a Loris de un arresto de una noche me iba a costar una enemistad aún mayor de parte del idiota de César.

―¿Es eso cierto? ―cuestionó el director.

―Claro que no, yo solo hablaba con ella.

―No es cierto ―lo encaré―. Él siempre me está molestando por mi apariencia ―remarqué lo último. Ningún adulto medianamente cuerdo se atrevería a desconfiar de lo que yo decía.

―Y este chico que no es de este colegio y que es mayor de edad te defendió… ¿Qué relación tienen ustedes, por cierto?

―Es un amigo que pasaba por casualidad.

―¿Somos amigos? ―preguntó Loris con una sonrisa entusiasmada.

El hombre frente a nosotros suspiró y pasó la vista por los tres, de seguro repasando los acontecimientos y decidiendo qué diablos podía hacer que no implicara extenderse más de lo que ya había perdido por una riña que si hubiera ocurrido un par de metros más lejos de su colegio habría ignorado.

Pensar en ello me dio una idea.

―Podemos fingir que nada ocurrió ―propuse. Cuando vi que tenía la atención de todos, continué―. Loris y yo no pensamos decir nada al respecto si César tampoco lo hace. No creo que quiera que llamen a sus padres ―le dije con un gesto acusador―, y yo estoy dispuesta a dejar esto por la paz si César promete dejar de molestarme.

Sabía que aceptaría eso… prometerlo, no cumplirlo.

El director dudó, estaba claro que podía meterse en un problema, pero también era un problema llamar a la policía y que el asunto pasara a mayores. En todo caso, en un futuro en que la situación se complicara podía alegar haber llegado a un acuerdo entre las partes en su momento.



#39492 en Novela romántica

En el texto hay: amor juvenil, familia, amistad

Editado: 13.11.2023

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