—¡¡Ariana!! Si sigues durmiendo llegarás tarde a la universidad—gritó su madre Natalia desde el comedor.
Ariana, una chica de 26 años, vive con su madre Natalia y su padrastro Rubén en el barrio de Caballito en Buenos Aires.
Ariana ya se encontraba despierta y vestida; Se puso su ropa favorita, su jeans negro, zapatillas convers negras de cordones blancos, una remera blanca ajustada al cuerpo, le gusta mucho llevar el pelo suelto, largo hasta los hombros, al igual que su madre tiene el pelo rubio, pero en Ariana se ondula más. Se delinea los ojos para que resalte el azul de sus ojos. Los labios pintados de un rojo suavemente casual, prefiere verse natural.
Controla cuánto tiempo tardaría su madre en darse cuenta que no se levantó. «sólo 15 minutos» pensó, tomó su morral gris, que se encontraba en la cama recién tendida, siempre le gustó ser ordena, como su madre le enseñó de pequeña; vio por una última vez su habitación, la cual está pintada de un color verde manzana, de techo alto y blanco, con una bella y cálida claridad que ingresaba por los ventanales. Salió de su habitación, caminó por el pasillo, de paredes blancas con cuadros que recuerdan su niñez , fotos de su graduación de la primaria, siendo abanderada en el secundario, como también de escolta en los actos escolares, también de toda su familia, antes de bajar por las escalera toca la foto de su padre a modo de saludo, al bajar las escaleras giró a la izquierda.
Ya en el comedor, que no es muy grande pero sí acogedor, su madre, una mujer elegante de 56 años que trabaja de psicóloga en su propio estudio en capital federal, sirve el desayuno en una mesa de madera negra con una cesta de fruta en el medio. Un café y medialunas para Rubén, marido de Natalia desde hace 15 años y padrastro de Ariana. Es un importante arquitecto. Pero últimamente un tanto indiferente con Ariana, él se encontraba en la punta de la mesa, en una mano sostenía el diario y en la otro una taza de café « todavía no le agrada la idea de leer las noticias en el celular como ya lo hacen todos, aun así, siempre me inspiró mucho respeto» Ariana, tenía 11 años cuando lo vió por primera vez a Rubén de la mano de su madre, es el único padre que conoció; «Antes de Rubén, no conocí a mi padre. solo por fotos y cuentos o anécdotas que me contaba mi madre cuando me sentía mal, él murió cuando tenía 5 años, en un accidente de trabajo, me da tristeza tener pocos recuerdos de él».
—Buenos días— saluda Ariana al entrar al comedor.
—Buen día, Ariana— saluda Natalia.
Rubén deja la taza en la mesa y hace un ademán con la mano a modo de saludo.
—Hija hoy te noto muy alegre— Sonríe Natalia.
—Y eso que se acercan los parciales— Responde Ariana sonriendo un poco preocupada.
—Todo va a ir muy bien, últimamente estás muy enfocada en tus estudios.
—Estoy a punto de cumplir 27 años, no creo poder cumplir con todo lo que lograste a mi edad, pero haré lo mejor posible, como me enseñaste, siempre dando lo mejor de mí— Se queja con mucha alegría mientras se sienta a la izquierda de Rubén.
—No te presiones tanto cariño, no estás obligada a nada, hacé lo que te haga feliz, te queremos mucho y siempre vamos a estar orgullosos de tí— se acerca a Ariana y le frota el pelo mientras le sirve un té.
Ariana sonríe, Abraza a su madre por la cintura—Bueno Ma, sabes que los amo mucho pero…—bebe un poco de té— se me hace tarde—se levanta apurada, da un beso a su madre, la mira a los ojos —con una manzana voy a sobrevivir— toma la manzana del centro de la mesa y se marcha apurada.
Ariana sale de la casa y cuando llega hasta su auto, un Renault Clío de color rojo, regalo de su madre al cumplir sus 18 años. Busca las llaves en los bolsillos, dentro del morral y no las encuentra, recuerda que dejó las llaves sobre la mesa al tomar la manzana. Sonríe, da media vuelta y decide volver, ésta vez más tranquila, abre la puerta de madera oscura, al entrar escuchó que sus padres están hablando de una modo casi de secretismo, queda parada en el lugar para escuchar con atención lo que dicen
—Ya es tiempo de que Ariana se entere.
—No creo que sea el momento para contárselo— Dice Natalia con un tono triste.
—Mientras más tardemos, más tiempo seguiremos con ésta farsa—dice Ruben molesto.
Ariana, al escuchar esto, ya imagina de qué va la charla y decide dar un pequeño portazo para que se enteren que entró en la casa, camina directo al comedor.
El ambiente ya no era el mismo, siente todo frío y falso.
Su madre está sentada junto a Rubén, él sigue leyendo el diario y no la miró al entrar al comedor, Natalia da una sonrisa, ahora Ariana puede darse cuenta que es falsa.
—¿Qué pasó hija?— preguntó Natalia.
—Es que... Me olvidé las llaves del auto—Ve que su madre se sorprende y muestra un poco de desconfianza y miedo— Pero acá están —dice y camina hasta la mesa, toma las llaves— Bueno me voy, ya voy atrasada— da una leve sonrisa y trata de irse rápidamente, pero la interrumpe su madre y se detiene.
—¿Vendrás a comer más tarde?— preguntó Natalia.
—Todavía no sé Ma, después te mando un mensaje— Ariana aparta la mirada.
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Editado: 19.03.2024