Al día siguiente, fui a ver a Dani al hospital. Quería saber si había alguna forma de que él se estuviera comunicando con Steffi. Era todo muy raro y había muchos cabos sueltos y eso no me estaba dejando dormir, pasaba noches enteras en vela, pensado en Steffi, en porque me había dejado de hablar de un momento a otro, en su don, en nuestra relación, en su mamá, en Dani.
Entré a la habitación y ahí estaba Dani, postrado en esa cama, lleno de tubos por todos lados, en la habitación entraba mucha luz, así que podía ver los detalles de su cara. Dani se veía muy flaco y tenía aspecto de estar muerto, más bien parecía un muñeco de goma, su cara estaba inflamada y tenía unas bolsas grandes debajo de sus ojos. Me acerque y le toque la mano, estaba tibia y relajada y lo saludé.
–¿Hola Dani, como estas? Y solo escuche el silencio de esa habitación.
–Dani, conoces a Steffi? Le volví a preguntar. Por favor responde con alguna señal.
–¿Por qué me dejaste esta nota? ¿Necesitas ayuda?
No hubo respuesta, Dani estaba ahí sin poder hablar, sin poder comunicarse con nadie, estaba ahí solo atrapado con esas personas que vió Steffi en sus imágenes. Me senté en la silla que estaba a un lado de la cama de Dani y lo observé por unos minutos. Existía cierta paz en él, estaba como relajado. Su vida no era nada, pero estaba en paz, pensé en estar en paz como Dani, pero mi cabeza era todo un lio, tenía mucha angustia, mucha ansiedad, no tenía con quien hablar, no quería preocupar a mi abuela, había pensado en morir y que toda esa angustia terminase de una vez, me dolía el pecho y a veces me costaba respirar. No había ido a trabajar en días, no podía pensar en nada concreto, no podía ver Netflix, ni escuchar música, ni leer un libro, no podía concentrarme en nada. Mi vida había dejado de tener sentido de nuevo y creo que estaba mucho peor que antes.
Sali llorando del hospital hacia el departamento, caminé 10 cuadras hasta llegar a la esquina donde me encontré al el Negro fumando marihuana.
–¿Oye te ves pésimo, estas bien amigo? Pregunto el negro con cierta preocupación.
–No estoy bien, estoy muy mal, muy mal. Le dije
–Fuma un poco de hierba, esto te va a tranquilizar. Me dijo
–No quiero fumar esa mierda, siempre que fumo eso, me dan espasmos en la cara.
–Arthur mañana me voy con mi mamá y un primo a los Saltos del Niagara, acamparemos en el parque que está al lado. ¡Vamos! Llevaré mucha cerveza. ¡Vamos! Me insistió.
–Si, creo me serviría salir de esta ciudad un rato y tomarme unas cervezas en el bosque.
–Bueno mañana llega temprano a mi casa y nos vamos.
Vi cómo se alejaba el negro lentamente por la calle hacia la parte Este de la ciudad. Entre al departamento y no estaba mi abuela como de costumbre. Revise mi celular esperando algun mensaje de Steffi y nada, no había nada. Le volví a escribir.