Venciendo al tiempo

Parte 1. Juicio al Dios del tiempo

El día hacer por salvar la vida de la persona que más quería, su padre.
Se casó con el amor de su vida, con la persona con la que más había disfrutado desde su juventud, y de ese amor surgió un nuevo heredero a la corona, su hijo Carlo.
El joven Carlo trajo un soplo de aire fresco a la familia, era un niño alegre y feliz que trasmitía ese valor a todos los que estaban cerca de él.
Como cada día Terno después de su reunión con sus asesores llevaba a su anciano padre al patio para que pudiera admirar la belleza del jardín, un jardín que en esa época estaba en su máximo esplendor de belleza; todo estaba en flor y su olor inundaba el aire de un aroma embriagador. El joven Carlos estaba también en el jardín jugando con su abuelo.
-Abuelo mira que flor más bonita,
Abuelo, mira una mariposa, 
Abuelo mira una lagartija, voy a cogerla para ti.
El joven príncipe corría por el jardín persiguiendo todo aquello que veía para llevárselo a su abuelo.
-Se ha escondido abuelo, pero buscaré otra para dártela.
Y se iba buscando por todos los lugares para llevarle el trofeo a su abuelo.
-No he podido coger ninguna, pero mira abuelo te he traído esta flor tan bonita que he encontrado.
Su abuelo como de costumbre no habla, solamente en algunos momentos deja caer lágrimas que llegan al suelo.
-Papá, ¿por qué llora el abuelo?
-Será que le ha entrado algo en el ojo. Y deja de molestarlo
-Pero quiero jugar con él. Quiero que me enseñe a luchar con las espadas y montar a caballo. ¿Cuándo se va a poner bien?
Ahora son las lágrimas de Terno las que resbalan por su cara, pero se gira para que su hijo no le vea llorar.
-Pronto hijo, pronto se pondrá bien.
Vete a jugar con el hijo de las caballerizas.
-No, no quiero jugar que siempre me gana cuando jugamos a correr, quiero que le castigues, tú eres el Rey.
-No hijo, no se puede castigar a las personas, solo a las que hacen el mal. Intenta jugar a otras cosas en las que puedas ganarle, y cuando seas mayor y más fuerte, no dudes en retarlo. En esta vida no hay que dejar de superar retos y ese es tu reto, vencer a tu amigo.
La Reina llega al jardín cuando el niño sale corriendo de los jardines.
-Hola,Terno, que le pasa a nuestro hijo que paso corriendo como una liebre y no se ha parado ni a saludar.
-Se iba a jugar con su amigo.
-¿Qué tal está? -lo hace dirigiendo su mirada al padre Rey.
-Como siempre, no ha pronunciado palabra en todos estos años, los médicos no me dan muchas esperanzas, me dicen que no creen que llegue al verano.
-Voy a ir a la ciudad a dar una vuelta por el mercado, ¿vienes?
-No, prefiero quedarme un poco más aquí.
-Nos vemos luego.
-De acuerdo.
Terno se queda allí mirando al horizonte y hablando con su padre, una conversación que no tiene respuesta.
Al poco llega Carlo con su amigo en una carrera que vuelve a perder.
-La próxima vez te venceré.
-No puedes ganarme, soy más fuerte, más grande y mejor que tú.
-Dice mi padre que te ganaré si sigo practicando.
-Si lo dice el Rey será verdad -al darse la vuelta ve que está sentado cerca de ellos.
-Majestad, perdone.
-¿Por qué he de perdonarte?
-No sabía que estaba aquí, sino hubiera dejado ganar a Carlo.
-¿Por qué has de dejarlo ganar?
-Por qué es su hijo, es el príncipe.
-¿Y eso le da un valor superior a ti? ¿Crees que porque es de familia real es más guapo, más rápido, mejor que tú?
-No sé señor, será el próximo Rey.
-Sí, será el próximo Rey, pero necesitará personas a su lado que lo valoren por sus actos, no por sus títulos.
Así que cuando te venza que sea porque ha sido mejor que tú, no porque tenga una corona.
El joven príncipe aparece con unas espadas de madera.
-Venga lucha de caballeros.
El chico se queda mirando al Rey.
-Pero, yo no soy un caballero.
-Bueno, Carlo mira a ver si la sirvienta tiene un traje de chica para tu amigo, ya que no se considera hombre para una lucha de caballeros.
El chico se pone colorado como un tomate y tímidamente dice.
-Su majestad, si soy un chico, pero no tengo el título.
-Así que necesitas un título para poder luchar una batalla de espadas con Carlo.
Carlo déjame tu espada.
¿Cómo era tu nombre?
-Pinto señor, su majestad, mi nombre es Pinto
-Pues sir Pinto, le nombro caballero de la espada de madera por el día de hoy.
¿Ahora ya te ves capaz de enfrentarte al Príncipe en una lucha de espadas?
-Si mi señor,... su majestad. -y el niño se aleja corriendo al lado de su amigo para la pelea de espadas.
-Los dos hombres quedan mirando como los jóvenes luchan con sus espadas. En esto el príncipe tiene algo más de experiencia y va golpeando al caballero de la espada de madera, que no sabe cómo defenderse de las fintas y quiebros que le ha enseñado su padre y maestro.
Sir Pinto se queja de dolor al golpearle la espada del príncipe en la mano, el niño suelta la espada y se va a ver lo que le ha pasado a su amigo.
-Ha sido sin querer, ¿te duele mucho?
El Rey Trento se acerca al niño para interesarse por el chico.
-A ver Sir Pinto, déjeme la mano. Nada es solo un pequeño golpe no hay nada roto, en seguida se le pasará.
-Gracias su majestad.
-Venga volver a coger la espada, Carlo enseña a tu amigo a luchar, quizás un día su espada te salve la vida.
-Si padre.
El Rey vuelve a sentarse con su padre.
-Sí, sé que no lo apruebas, tú prefieres que los Reyes estén por encima del resto de personas y no se relacione con los plebeyos, sé que no has aprobado la boda con mi Reina. Pero ahora yo soy el Rey, e intentaré modernizar este reino.
Los niños siguen peleándose, el chico va retrocediendo ante los ataques del príncipe que no le da tregua. Uno tras otro va parando los golpes que le lanza el príncipe, y retrocediendo, retrocediendo llega hasta donde están sentados los reyes. El último golpe no consigue pararlo con su espada y el chico cae contra el Rey padre, este pierde su posición y cae al suelo.
Como un resorte se levanta Terno a levantar a su padre, el niño queda en estado de shock, ha tirado el suelo al Rey, se pone de rodillas y empieza a llorar.
-Lo siento, lo siento.
Terno no lo escucha, al tocar a su padre siente el frío de la piel, los ojos en blanco y la lengua fuera de la boca. Empieza a gritar llamando a sus hombres.
-¡Ayuden al Rey, ayuden al Rey!
Al instante llegan dos soldados.
-¿Qué ocurre majestad?
-Ayúdenme a levantar al Rey y llamen al médico.
Más hombres llegan corriendo, al verlo uno de los que llegaba sale corriendo en busca del médico.
El Rey está sujetando en brazos a su padre mientras los soldados y el capitán no saben qué hacer. Carlo quiere sujetar también a su abuelo para que se despierte.
-Niños váyanse a su cuarto -les dice el capitán.
-¡Padre, padre...! -grita Termo-¡Que venga ya el médico!
- Señor ya han ido a buscarlo.
Los niños han abandonado el lugar entre lágrimas, Terno está sujetando en brazos a su padre, los soldados y el capitán están mirando sin saber qué hacer.
El médico llega corriendo y se acerca a los Reyes.
-Majestad déjelo sobre el banco para que pueda examinarlo -el médico pone mala cara.
-¿Qué ocurre médico?,
¡Dele esas medicinas que le hacen recuperarse!
-Mi señor, el Rey está muerto, a falta de un examen más exhaustivo me da la impresión que lleva tiempo ya muerto, la rigidez de las extremidades, y el blanco de la cara son signos claros de ése diagnóstico.
-No puede ser, he estado hablando con él todo este tiempo; ha sido el niño que al tropezar con él se ha caído y algo le ha pasado.
¡Dele algo para reanimarlo!
-Mi señor, nada se puede hacer ya por el Rey.
-¡Nooooooooo!, no me diga que no se puede hacer nada por él.
-Lo siento señor, lamentablemente la edad que tiene su padre no le permitía tener la fortaleza que tuvo antes, y las gripes que ha tenido esta última vez no ha podido superarlas.
-Si estaba bien, estábamos aquí disfrutando de este sol y... -el Rey empieza a llorar y a apretar el cuerpo de su padre contra él.
-No te puedes ir, no me puedes dejar solo, no puedes abandonarme.
-Señor, los hombres, como el resto de los seres vivos, tenemos un tiempo de vida, lo importante es saber administrar ese tiempo, y buscar disfrutarlo antes de que llegue nuestra muerte.
-¡Quiero parar el tiempo!
-¿Cómo dice señor?
-¡Quiero detener el tiempo!, que las personas no mueran porque les ha llegado su día.
-Señor, no se puede detener el tiempo.
-¿Por qué no?, ¿quién dice que no es posible?
-Pues no lo sé, pero si no se ha hecho antes es que no se puede hacer.
-Pues yo lo detendré.
-Señor, ¿podemos llevar el cuerpo del Rey a sus aposentos para que las damas negras puedan lavarlo y amortajarlo?
-No.
-Pero señor debemos...
El capitán se acerca al médico y le pide que se vaya, él se hará cargo de la situación cuando su Rey se lo ordene.
Después de unas horas llega la Reina corriendo al jardín a ver a su marido y se lo encuentra sentado abrazando a su padre.
-Terno, ¿qué ha ocurrido?
-El Rey ha muerto -dice entre lágrimas.
-Tranquilo ya me hago yo cargo del Rey. Capitán mande a dos hombres que venga a por el Rey y lo lleven a sus aposentos.
-¡No! -dice Terno.
-¿Por qué no mi señor? El Rey ha de ser purificado para su entierro.
-No se va a enterrar, me quedaré con él.
-Cariño, eso no es posible, tu padre, el Rey, ha muerto, su alma ya ha abandonado el cuerpo, solo estás sujetando un cuerpo sin vida.
-No es un cuerpo sin vida, ¡ES MI PADRE!
-Si mi amor, es tu padre, pero debe ser enterrado para que su cuerpo y su alma puedan descansar.
-¡Acabaré con el tiempo!
-¿Qué dices?
-Detendré el tiempo para que esto no vuelva a suceder.
-Estás muy afectado, no sabes lo que estás diciendo.
El Rey aprieta los puños dirigiéndolos al cielo y grita.
-¡Dios del tiempo te pido que lo detengas, o yo mismo te obligaré!
Su mujer le abraza y le pide que se calme.
-Debo hacerlo, debo conseguir parar el tiempo. No quiero que tú mueras, ni nuestro hijo por culpa de ese despiadado Dios.
-Pero el Dios no tiene la culpa, el paso del tiempo es necesario.
-¿Por qué es necesario?
-Porque sino nosotros no habríamos nacido, no habríamos crecido, no nos habríamos conocido y no nos habríamos amado.
El Rey no la está escuchando, solo tiene un odio que va creciendo como fuego cuando se prende en un bosque seco por el calor del verano. 
-¡Acabaré con ése Dios!
-Déjame llevar al Rey a sus aposentos.
-No.
¡Capitán!, llévese a la Reina, deseo que no me moleste nadie más.
-Si mi señor.
Y así llego la noche, Terno no se separó de su padre con el que seguía hablando y de vez en cuando se le veía levantar los puños amenazando al cielo.
El capitán se acerca a su Rey.
-Mi Rey debe comer algo, lleva horas sin probar bocado y temo que pueda enfermar.
-No capitán, deseo seguir aquí con mi padre sin que nos molesten, así que déjenos en paz.
-Si mi señor.
El médico y la Reina quieren pasar a los jardines a ver al Rey pero el capitán se lo impide.
-Capitán apártese, debemos ir a ver al Rey.
-Perdóneme mi Reina, pero el Rey me ha pedido que no le molesten, y he de cumplir sus órdenes.
-Capitán, no se da cuenta de que el Rey necesita ayuda en estos momentos, que no es capaz de pensar con razón.
-Yo no opino sobre mi Rey, solo cumplo sus órdenes.
-Mi Reina -dice el médico.
-Será mejor que lo dejemos por hoy, ya por la mañana vendremos y haremos lo que se debe hacer, ahora dejemos que se despida de su majestad como nuestro señor considere oportuno.
-Pero puede enfermar.
-Mi señora por un día no pasa nada.



#12860 en Fantasía
#17328 en Otros
#2184 en Aventura

En el texto hay: tiempo, aventrua

Editado: 27.02.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.