Me desperté en una habitación que no conocía, por la luz que se filtraba por la ventana pude darme cuenta que era de noche.
Me incorporé de a poco ya que aun me sentía mareada, hasta que escuché ruidos en el exterior, por lo que me acosté inmóvil.
—Esposa…— decía con burla. —. Vengo a disfrutar de lo que compré — lo sentí parado al lado de la cama. Mi corazón latía frenético imaginando todo lo que podía pasar —. Vamos, despierta. No creo que el sedante que te di sea tan fuerte —trataba de controlar el miedo que estaba sintiendo, al darme cuenta que tenía razón, me habían dado algo.
Sentí como alzó mi vestido, para luego tratar de voltearme, su aliento tan cerca que el olor a alcohol llegó hasta mi nariz. Bufó — No me gusta la necrofilia — me soltó, luego salió de la habitación dando un portazo.
Lloré toda la noche hasta que vi el sol salir.
Por lo que me fui al baño y me encerré en este.
Ese hombre no iba a tocarme, no lo permitiré.
Llevaba toda la mañana encerrada, con hambre y sueño, pero no podía simplemente salir de aquí y que él apareciera, hoy no podía hacerme la inconsciente.
Horas después traté de ir en busca de mis cosas a la habitación, pero no había nada, ni mi móvil, por lo que traté de salir del cuarto y me percaté que tenía seguro; estaba encerrada.
Hasta ya entrada la tarde fue que entró un hombre de traje con una bandeja.
—Su comida, señora — lo miré con desagrado.
—No tengo hambre —Espete, desde el otro extremo de la habitación; escondida tras el sofá. —¿Dónde están mis cosas? — pregunté.
—El señor las tiene en su despacho revisando las. — respondió, con simpleza.
—¿Revisándolas? ¡¿Qué coño les pasa?!— estaba enojada, furiosa.
—Si, claro. Debe aprobarla —respondió como si fuera lo más obvio. ¿Qué clase de broma es esta?
Dejó la bandeja sobre la cama, pude ver como sobresalía un arma desde su chaqueta, lo miré horrorizada, dando dos pasos atrás, luego caminó hacia la puerta. —Un consejo — me miró.
—No lo necesito — espeté, antes de siquiera pensarlo.
—Si quiere sobrevivir lo necesita — lo mire extraño. —Se complaciente, y nunca digas no — casi me reí ante sus palabras, solo que me parecía intimidante desde que vi su arma. —No lo quiere ver enojado — mostró su mano derecha, faltaba un dedo. No entendí su referencia, o no quise entenderla.
Cuando salió de la habitación comí un poco de la bandeja ya que tenía mucha hambre.
Minutos después trajeron lo que quedaba de mi ropa.
Bufé al revisar lo poco que quedaba en la maleta, rápidamente fui al baño a darme una ducha antes de que alguien entrara. Tome unos pantalones y mucha ropa para usar, mejor estar vestida. Al terminar me quedé en el baño encerrada, ya era muy noche por lo que pude ver por la ventana.
—Esposa… — me tensé al escuchar su voz en la habitación, me había quedado dormida.
La manija de la puerta se movió.
—Esposa…
Me escondí bajo el lavamanos, a la espera de que se fuera mientras trataba de tranquilizar los latidos de mi corazón. —Sal de ahí, vamos a hacer esto por las buenas — susurró, su voz se escuchó ronca y tranquila, demasiado tranquila; espeluznante.
— ¡Tráiganme la maldita llave del baño! —Gritó.
#895 en Novela contemporánea
vendida celoso posesivo controlador, mafia casamiento y dolor, vendida y obligada
Editado: 17.11.2024