Tras aquel encuentro, todas mis sospechas sobre la posible relación entre esos extraños hechos que habían tenido lugar entre las últimas dos semanas se habían confirmado. El asunto -ahora- era conocer cuál era la explicación que mantenía unidas a las piezas. Estaba convencido de que existía una razón, aunque no me quería aventurar a formular alguna teoría; el problema aún se mantenía en la dificultad que existe cuando quieres explicar un hecho que va más allá de la razón.
Sin embargo, teníamos un patrón que no podíamos obviar. A pesar de que Bryan no estuvo con nosotros en el momento que vimos aquellos ojos rojos dentro de la Casa Ferris, el resto de los chicos sabría inmediatamente de la interconexión entre los hechos una vez que les dijera sobre ese detalle. Además, estaba convencido que eso también disiparía las dudas que James y Robert mantenían sobre la veracidad de los hechos. Es decir, una cosa es ver -o pensar ver algo- en un momento de adrenalina y en un lugar con muy poca luz; y otra muy diferente es observar algo con relativa calma y la suficiente luz como para estar seguro de que la imaginación no jugara una mala pasada.
- Deberíamos estar yendo al departamento de policía, no donde tus tontos amigos – dijo Bryan, quejándose mientras llevaba en su mano izquierda una bolsa de tela con restos de los cuerpos de cuervos que habíamos visto la noche anterior.
- ¡Que no! Piensa, Stinson, piensa – respondí ofuscado.
- ¡¿Pensar qué?! ¡Es la policía! Para esta clase cosas deben estar preparados
- ¿Así? ¿Quieres ir a la policía, Bryan? Y, dime, ¿Qué les dirías? ¿Qué viste qué exactamente? – respondí con tono sarcástico.
- Q-que, que vimos una… un… - Bryan continuó tartamudeando.
- ¿Un animal? ¿Un perro, acaso? ¿Un lince? ¿Una persona? ¿Una criatura? Tal vez, ¿Un monstruo? O, peor aún, ¿Un fantasma?
Bryan se quedó mirando al suelo, dubitativo ante la falta de respuestas. Era demasiado escéptico como para no temer pensar que había visto algo que no se pudiera explicar de forma “tradicional”. Para complicar las cosas aún más, él ni siquiera estaba seguro de lo que había encontrado aquella noche en los arbustos al lado de mi casa. ¿Qué era exactamente? ¿Por qué estaba ahí? ¿Quién iba a creer que era verdad? Era difícil admitirlo.
Después de avanzar unos metros más llegamos a la casa de James. Horas antes avisé a los chicos de la necesidad de reunirnos y les di una breve descripción sobre lo había pasado la noche anterior. Nuestros padres finalmente nos habían devuelto las radios, pero esto era algo que debíamos hablar en persona.
La bolsa que cargaba Bryan y los libros de biología que llevaba en mi maleta era lo único que teníamos para intentar descifrar aquello que se había cruzado en nuestro camino por segunda vez. Logramos coger algunos restos de cuervos que quedaron a medio comer luego de que la criatura se espantara por haber sido descubierta. El resto de los cuervos vivos, que esperaban inmutados por su turno para ser devorados, se fueron volando una vez que el extraño se fugara del lugar; como si su instinto animal hubiera vuelto a sus cuerpos y les indicara que debían volar lejos de allí.
Luego de una breve espera tras tocar el timbre, James se asomó por el pequeño agujero de la puerta que permitía ver quién se encontraba del otro lado. De inmediato, abrió la puerta parcialmente y saltó hacia nosotros.
- ¡¿Te está amenazando, Toby?! –preguntó James, sujetando en una de sus manos un paraguas, apuntando hacia Bryan.
En aquel momento recordé que había obviado un detalle sumamente importante: Bryan Stinson era el otro testigo y, por tanto, estaba también yendo a la casa de los Carter.
- ¡¿Qué mierda estás haciendo, Carter?! – respondió enfurecido y extrañado el bravucón.
- ¡Detente! ¡Detente! – contesté de inmediato – ¡Él viene conmigo!
- ¿¡Qué?!
- Sí, lo sé. Lo sé. Créeme que lo sé, pero él también lo vio. Estuvo ahí.
- ¿Qué hacía Bryan fuera de tu casa y en la noche? – preguntó James. Mi aclaración resultaba aún más extraña para él.
- Uno de ustedes, idiotas, dio mi nombre al oficial la noche que encontraron a Harry. – intervino Bryan - Por su culpa, mis padres casi me dan una paliza.
- Ya te dije que nadie dijo nada – añadí.
- Sí, no somos soplones, IDIOTA – siguió James.
Tras aquel breve incidente, los 3 entramos a la casa. Así como era inviable contar a los policías, nuestros padres tampoco eran una opción muy viable de contemplar. Acabábamos de salir de un largo castigo con total restricción e intentar hacerlos parte de toda la extraña situación significaría no solo que deliramos, sino también que podría haber algo realmente peligroso afuera y eso restringiría nuestra libertad de movernos. Ergo, interferiría con cualquier intención de investigar qué pasaba.
Por tal motivo, optamos por reunirnos en el ático de la casa de James. No era un lugar que frecuentamos mucho, usualmente pasábamos el rato en la sala de estar o en el sótano, pero necesitábamos asegurarnos un lugar en el que no fuera fácil el acceso. Ahí, sentados en uno de los gabinetes de los lados, se encontraban Amanda y Robert esperándonos.
- ¿Qué rayos? – dijo Amanda, mientras examinaba de cerca los huesos y restos de los cuervos encontrados anoche.