La instalación en Austria se levantaba como una fortaleza inexpugnable entre las montañas, oculta del mundo exterior. Su estructura gris y brutalista reflejaba la frialdad de la organización que controlaba su interior. Lucía y Sophie avanzaban con pasos silenciosos por el sendero oculto entre los árboles que rodeaba el perímetro. El aire era gélido, y el viento arrastraba hojas secas, pero ninguna de ellas lo notaba. Estaban completamente concentradas en la misión.
Lucía había entrenado para este momento. Cada respiración, cada movimiento estaba en sincronía con el control mental y físico que había aprendido bajo la rigurosa guía de Sophie. Sabía que un solo error podía costarles no solo la misión, sino sus vidas.
Sophie se detuvo de golpe, levantando una mano para indicar a Lucía que hiciera lo mismo. Ambas se agacharon, escondiéndose detrás de una roca. Frente a ellas, a unos veinte metros, había un pequeño grupo de agentes de seguridad de Epsilon. Vestían de negro, con cascos y visores que brillaban levemente en la penumbra. Lucía observó cómo recorrían el área, pero gracias a la información de Sophie, sabían que este era uno de los puntos ciegos de la instalación, por donde la vigilancia era menos estricta.
—Cuando pasen, nos movemos —susurró Sophie.
Lucía asintió, sintiendo su pulso acelerarse. Se concentró en su respiración, recordando los ejercicios que había practicado. Miedo y adrenalina eran útiles, pero solo si los controlaba. Y ahora, estaba lista para convertir esos sentimientos en energía.
Los guardias desaparecieron en la distancia, y Sophie hizo una señal para moverse. Ambas se deslizaron entre los árboles, avanzando hacia el punto de entrada que Sophie había identificado. Era una pequeña puerta lateral, casi invisible desde la distancia, diseñada más como una salida de emergencia que como una entrada principal. Perfecto para lo que necesitaban.
Sophie sacó un dispositivo electrónico de su mochila, una pequeña herramienta que había fabricado para desactivar temporalmente las alarmas y abrir las puertas de seguridad. Lucía se mantuvo atenta, vigilando los alrededores, asegurándose de que no hubiera ningún movimiento inesperado.
—Esto tomará unos segundos —murmuró Sophie mientras trabajaba en el panel de la puerta.
Lucía asintió de nuevo, su cuerpo alerta, cada músculo preparado para reaccionar al más mínimo sonido. Finalmente, un leve clic resonó en el aire frío, y la puerta se abrió lentamente.
—Vamos —dijo Sophie en voz baja, y ambas entraron a la instalación, cerrando la puerta detrás de ellas.
El interior del edificio era tan frío y estéril como Lucía había imaginado. Los pasillos estaban iluminados por luces fluorescentes que emitían un zumbido suave. Las paredes eran de un blanco brillante, interrumpido solo por las puertas de acero que conducían a las diferentes secciones del complejo. El ambiente era clínico, casi inhumano, como si todo en ese lugar estuviera diseñado para suprimir cualquier sensación de vida.
Lucía sintió una descarga de tensión en el aire. Este era el corazón de Epsilon, un lugar donde experimentaban y manipulaban vidas humanas. Ahora ella estaba dentro, y no podía evitar sentir una mezcla de ansiedad y determinación. Aquí era donde habían hecho cosas terribles, tal vez incluso a otros como ella.
Sophie la guió por los pasillos, moviéndose con una precisión que solo alguien con su experiencia podría tener. Sabía exactamente a dónde ir, y cada giro parecía calculado. Lucía no dijo nada, su mente estaba completamente concentrada en la misión.
Finalmente, llegaron a una sala de servidores. Esta era la clave: la fuente de toda la información que necesitaban. Si podían acceder a esos servidores, podrían descubrir los datos sobre los experimentos de Epsilon, exponer sus métodos y, quizás, encontrar a los demás sujetos de prueba que aún estaban atrapados en su control.
—Aquí es donde necesitamos actuar rápido —dijo Sophie mientras se acercaba a una consola en la pared y comenzaba a trabajar en el sistema.
Lucía se acercó a la puerta, observando el pasillo para asegurarse de que nadie las viera.
—Tienes unos minutos antes de que las alarmas se reactiven —dijo Sophie, mientras conectaba su dispositivo al sistema—. Este lugar tiene una seguridad avanzada, pero si todo sale bien, podremos copiar la información antes de que se den cuenta de que estamos aquí.
Lucía respiró hondo, la tensión aumentaba a cada segundo que pasaba. Sabía que estaban corriendo contra el tiempo.
El dispositivo de Sophie comenzó a descargar los datos, y el proceso se desarrollaba más lentamente de lo que hubieran esperado. Los segundos parecían estirarse interminablemente.
De repente, un sonido metálico resonó por el pasillo. Pasos.
—Sophie… —murmuró Lucía, con los ojos fijos en el corredor vacío, pero no por mucho tiempo. Sabía que alguien se acercaba.
—Aún no hemos terminado —respondió Sophie sin apartar la vista del dispositivo—. Necesitamos esos datos.
Lucía asintió, sabiendo que no podían abandonar la misión, pero la presencia de los guardias se acercaba rápidamente. Tenía que hacer algo para ganar tiempo.
—Voy a distraerlos —dijo Lucía de repente, su voz cargada de determinación.