¡RING!. Gritaba el viejo reloj despertador de color gris metálico, mientras sus dos campanas eléctricas un poco oxidadas chocaban entre si. Dando a conocer que ya eran las cinco en punto de la mañana y ya era hora de levantarse, para desayunar algo y finalmente marcharse a laborar.
Un largo y delgado brazo envuelto en una pijama azul-grisácea a rallas surgió de entre las mantas que cubrían la cama, cerró su pálida mano formando un puño y golpeó la parte superior de el reloj despertador haciéndolo callar, para luego regresar al fondo de las mantas. Era como ver al Monstruo del Lago Ness surgir de las profundidades del lago y devorar un pequeño bote de remos con un pescador, para después de esto, volverse a sumergir en el lago.
- Hora de trabajar. Dijo una voz profunda y ronca que parecía la de un jefe de la mafia de Nueva York en los años veinte.
La manta se levantó gracias a dos largas y delgaduchas columnas de carne envueltas en las mangas de una pijama a rayas. Su cuerpo se enderezó de entre las sábanas pulcras y blancas para sentarse sobre el colchón, meter sus pies en unas pantuflas de color café y levantarse para continuar su rutina matutina hasta llegar a su baño.
El hombre llegó hasta el lavabo de cerámica blanca y apoyó sus manos mientras miraba hacia el fondo de el tubo que bajaba y culminaba en las alcantarillas.
El hombre enderezó su cabeza y quedó mirándose frente a su reflejo. Tenía el cabello negro y desordenado, unas pronunciadas ojeras bajo sus ojos y en el bolsillo superior derecho de su pijama se alcanzaba a leer un monograma en letras cursivas amarillas de las letras RS de Rudolph Schwartz.
- A comenzar otra vez. Se dijo para si mismo algo somnoliento mientras se pasaba las manos por la cara, estirándola con sus dedos al bajar.
Este fastidio era totalmente justificado, ya que durante todo un año Rudolph había estado viviendo justo al lado de Verderben, un relativamente nuevo Campo de Exterminio que había empezado a funcionar unos pocos años atrás.
Debido a que para los funcionarios de más altos rangos de el régimen fue solicitado mudarse a nuevas casas edificadas a sólo unos cuantos metros fuera de el campo junto con sus familias, con el propósito de laborar de una manera más efectiva. Sin embargo había una cuestión que le desagradaba, y no era la laboral, el siempre había estado comprometido con su labor militar. La cuestión era que Rudolph no tenía familia. Su padre Edwin había sido llamado a servir en la Primer Guerra Mundial a los treinta y tres años y falleció tres años después, a los treinta y seis años de edad en 1917 a manos de un italiano, que le cortó la garganta con su cuchillo de combate. Mientras que su madre Agatha trabajó duro para sacar a su hijo adelante, vendió muchos de sus muebles, varias de sus joyas mas valiosas y ropa, para finalmente obtener varios trabajos, entre ellos costurera, mesera en un restaurante, conserje en una fábrica y en el que trabajó hasta su muerte en 1939 a sus cincuenta años, debido a una avanzada peritonitis que la consumió desde adentro, cocinera en la cafetería de una base militar.
A la muerte de su esposo, para concentrarse enteramente en proteger, educar y mantener a su hijo, esta rechazaba a los hombres que buscaban una relación amorosa con ella, incluso a los de una gran posición económica incluyendo a un hombre que tiempo después, en 1932 obtuvo un puesto elevado dentro de el Partido Socialista Alemán. Vaya que lamentó el haberlo rechazado.
- Tal vez el haberle correspondido hubiera resuelto mis problemas económicos. Dijo ella con amargo arrepentimiento antes de morir en la pobreza, mientras su hijo se encontraba subiendo de rango en la Schutzstaffel, mejor conocida como SS.
Y en cuanto a una esposa, Rudolph en su juventud no había sido el más agraciado físicamente hablando, siempre tuvo una complexión muy delgada y su repentino surgimiento del acné a mitad de la preparatoria no le ayudaba. Esta etapa estuvo plagada de malos momentos. Como una ocasión en la que unos adolescentes sin razón aparente lo golpearon al terminar las clases mientras iba de camino a su casa, o aquella otra ocasión en la que una adolescente lo golpeó con su bolso de mano cuando el trató de hablarle.
Pero en cierto modo, todo ese rechazo le resultó beneficioso, ya que gracias a esto, el pudo tomar una mayor concentración ante sus estudios de leyes, los que logró concretar en 1934 de manera satisfactoria, a diferencia de las personas que lo molestaron, cuyo destino no fue muy lindo. Todos eran judíos, los cinco lo eran, y todos con mala suerte.
El primero, Asaf . Luego de concluir sus estudios, se casó en 1938 a los veintiséis años, sin embargo al año siguiente, fue capturado junto con su esposa y ambos llevados a un Campo de Exterminio, tras la toma de la Polonia por parte de los Nazis, donde más tarde murieron. El, calcinado dentro de un horno crematorio y ella en la cámara de gases,.
El segundo, Ashir. Logró escapar a Estados Unidos antes de el inicio de la Gran Guerra, para después convertirse en inversionista en Wall Street, donde luego de una estafa monetaria, quedó arruinado y tres meses después se suicidaría saltando de un puente en 1945.