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Capítulo 9: Crescendo.

Meredy

 

Desciendo del escenario estresada, el anuncio de esa reportera indeseable nos tomó desprevenidos arruinando el ambiente solemne de los discursos. Los estudiantes salían apresurados del auditorio a expandir la novedad sobre la “inesperada” presencia de Calhelia Blake entre los presentes. Sin poder reconocerla teniéndola frente a sus narices, la fachada invisible que tanto le costó a mi amiga construir no sería derribada tan fácilmente, ninguno de sus aliados pensábamos permitirlo.

 

Samantha me hace señas de sus próximas tareas, debía ambientar musicalmente las competencias deportivas a punto de empezar. Ninguna estaba contenta con los reporteros siguiéndonos ansiando ser guiados directo a nuestra amiga. La gente conocía la relación estrecha que manteníamos en la infancia pero creyeron que concluyó cuando se extendió la mentira de que Calhelia decidió continuar sus estudios en el extranjero. Pudimos mantenerla cerca sin levantar sospechas. Siempre procurando inscribirse a los cursos de nuevo ingreso para no relacionarse abiertamente. Su intención era llevar la vida de una adolescente común lejos de la presión social que acarreaba portar su apellido. Ahora corriendo la especulación de su regreso a Prado Alto debíamos mantenernos alejadas públicamente.

 

Me disgustaba tratarla como a una completa desconocida con tal de mantener su anonimato.

 

Llego a la parte trasera de la tarima dispuesta a escabullirme de la prensa por la salida de emergencia.

 

—Me ha gustado tu propuesta. Cuenta con mi voto.—hablan a mis espaldas cuando estoy a punto de escaparme.

 

Muerdo mi labio inferior conteniendo los improperios ¿A caso siempre nos toparíamos de forma casual?

 

—Gracias por apoyar, Nathaniel.—digo disimulando mi fastidio.—Por cierto, aquí tengo tus ganancias de la apuesta de ayer, hiciste bien confiando en mi equipo.

 

Le extiendo los billetes. Él sonríe divertido aceptando el pago.

 

—Esperaba charlar contigo un rato acerca de tu campaña presidencial.

 

—¿Qué te interesa saber?—invoco la poca paciencia que me queda para mostrarme amable.

 

—¿Si tienes un plan de contingencia en caso de estar a punto de perder?— sus delicados ojos verdes brillaban curiosos.

 

—Pues…esperaba convencerlos mediante la negociación de mis propuestas.—explico insegura.

 

Nathaniel asiente, no le sorprendían mis intenciones.

 

—Quería sugerirte…

 

—Adorable palabrería barata, Thomson.— saluda Dominick Harly, genial, es  momento de ser acorralada por idiotas.

 

—Grata tu compañía, Harly.—entorno los ojos a mi principal rival—Esperaba más de ti este año, la gente se aburre de ser sobornada con lo mismo siempre, ¿No crees?

 

—Al menos mis ideas divierten. Las tuyas parecen sacadas de una convención de vejestorios.—dice sintiéndose el ser más ingenioso de la tierra.

 

Aplaudo su comentario—Bravo, Harly. Ya casi aprendes a defenderte al nivel intelectual de niños de doce años, es un progreso.

 

Escucho la risita disimulada de Nathaniel, presenciando la discusión en silencio.

 

—Tu amargura incrementa, Meredy. Cuidado terminas adoptando gatos desesperada por afecto.—sonríe engreído—Tranquila, cuando me convierta en el nuevo presidente les pagaré a mis amigos a ver si se animan a darte un poco de cariño.

 

—Ella no necesita ese tipo de colaboraciones.—se involucra Nathaniel serio.

 

—Vaya, ya has conseguido quien te defienda. Es todo un logro, deberías dejarle los asuntos de poder a los hombres, preciosa. Sabemos manejar el tema de forma más eficiente.—agrega orgulloso de su hombría.

 

Si ruedo los ojos tan seguido terminaré viéndome el cerebro.

 

—Ese comentario no sólo fue machista y errado. También bastante estúpido.—interviene Brenda Robín, la segunda candidata, apreciaba sus argumentos directos. —Viniendo de tu cerebro no me sorprende ni un poco.

 

—¿Quién te ha invitado a meterte, Caga murciélagos?—le espeta Dominick bruscamente.

 

—Mi necesidad de mandarte a la mierda cada vez que abres esa boquita.—le dice la chica ruda sonriendo.

 

—Tienes suerte de que no me rebajo con mujeres, su única función es dentro de mis sabanas.—insinúa descarado.




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