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Capítulo 10: Arquitectura de la infancia.

El estacionamiento estaba abarrotado de camarógrafos luchando por capturar la primicia del delincuente pirómano que se infiltró a la institución más prestigiosa propiciando la cancelación temporal del festival deportivo a punto de transmitirse en canales nacionales. Los policías avanzaron sin detenerse a dar declaraciones, metieron a Víctor a la patrulla manteniendo alejados a los periodistas, entre ellos estaba Belinda Spencer acribillando a mi hermano con numerosas preguntas predispuesta a obtener mi ubicación, obviamente sin éxito.

Caminé cabizbaja mezclándome con mis compañeros, pude regalarles un gesto de saludo a mis amigos que mantenían la distancia y rechazaban cualquier entrevista resguardándose en el Challenger blanco de Heraldo. Ellos decidieron irse una vez confirmaron mi estabilidad, ya encontraríamos la manera de ponernos al tanto de las siguientes estrategias a ejecutar.

—Primo, me adelantaré a la farmacia para conseguirte medicamentos. —Le avisa Nathaniel subiendo a una moto azul eléctrico—Concluye tus asuntos, nos vemos.

— ¿Qué planeas hacer ahora?—pregunta el chico de cabello negro. Viendo a su primo alejarse rápidamente.

— ¿Conoces el nombre de un buen hotel? Aún no es posible que regrese a mi hogar. —saco el teléfono dispuesta a revisar mi cuenta bancaria de contingencia rogando tener lo suficiente, hace mucho que no la utilizo.

— ¿No es un riesgo quedarte sola? Ha pasado una hora desde que intentaron asesinarte. —debate con seriedad.

—No tengo más opción, las otras propiedades de mis padres también están custodiadas. —explico estresada.

—Puedes quedarte en mi casa, nadie lo sospecharía. —ofrece sin atisbos de vergüenza.

— ¿Hablas en serio?—espero que desmienta la broma.

—Sí, estarías más segura. Yo no vivo ahí, relájate. —Ahuyenta mis inseguridades—Tendrás a tu disposición la estructura completa.

— ¿Por qué sigues ayudándome? No te corresponde.—digo sintiéndome culpable.

La serenidad de su mirada me sorprende.

—Ya te di una respuesta, simplemente me cuesta hacer caso omiso a una persona acorralada. —cierra su chaqueta de cuero por completo ocultando las nuevas manchas de sangre tiñéndole la camisa.

—No saliste ileso de la pelea, necesitas curarte. —presto atención a su condición, le pido que me sig  a a mi auto.

Ocupa el asiento de copiloto, las muecas de sufrimiento no tardan en aparecer cuando contrae su abdomen para sentarse.

— ¿Dónde te reunirás con tu primo?—pongo en marcha el motor.

—En nuestro departamento compartido. Primero deberías quedarte en mi casa, resolveré esto después.—desvía el tema restándole importancia a su dolor.

—Al menos déjame devolverte el favor preocupándome por tu salud. —le reprocho.

—Debemos ir a las Acacias, queda a unas cuadras de la plaza principal. —cede la dirección resignado.

Avanzo predispuesta dejando atrás el ajetreo de Daymond Parks. Concentrarme en otras cosas me permitirá ser objetiva y retomar la calma de las emociones amenazando desbordarme. Las calles de Prado Alto se van mostrando habitadas de comerciantes, turistas, trabajadores comunes, también estudiantes aprovechando la oportunidad de almorzar en las mejores tiendas.

—¿Es necesario fingir indiferencia respecto a tu relación con esa persona?—habla Naguell rompiendo el silencio pacifico.

—¿Qué quieres saber?—suelto a la defensiva.

—No sé, el motivo de sus instintos homicidas si es posible.—plantea sarcástico—¿De dónde lo conoces?

Aprieto fuerte el volante, no podía contarle que Víctor Dasher pertenecía a mi pasado, y que alguna vez fue mi único amigo en un mundo luchando por consumirme. No podía simplemente resumir el sufrimiento de la traición de un chofer que marcó precio a las cabezas de las personas que amo.

—Los medios de comunicación se encargaran de ponerte al corriente.—evado su petición.

—Lo dudo pero tendré que conformarme.—sus ojos azules se posan en la ventana—Gira en la siguiente intercepción.

Le hago caso avistando la zona residencial compuesta por las construcciones modernas más lujosas de este pueblo, las familias adineradas suelen ocuparlas cuando vienen a vacacionar. Analizo los limitados datos que tengo de Naguell Callwer, su apellido no me parece conocido en lo absoluto, no creo que mis padres estén asociados económicamente. Lo cual me alivia de cierta forma aunque no puedo relajarme, no tengo claro si sus familiares estén interesados en asociarse a la empresa en un futuro y utilizan a sus hijos para crear lazos convenientes. Es importante averiguar cuanto desea Naguell ascender socialmente y cuáles son sus verdaderas aspiraciones.

—Hemos llegado.—anuncia señalando el edifico Green Soul.

—Tu familia se ha esmerado obsequiándote un departamento ahí.—analizo deteniendo mi mustang en la entrada.

—No es mío, le pertenece a Nathaniel.—aclara sin dar detalles.

Entramos al lugar, su recibidor está adornado llamativamente con muebles de cuero naranja, candelabros de cristal, pisos de mármol pulcramente encerados, paredes repletas de cuadros famosos. La finalidad es deslumbrar a los visitantes y obligarlos a rogar por la estadía que le restaría miles a sus billeteras. Naguell saluda educadamente al vigilante usando su nombre “Martín”, quien le contesta sonriente deseándole un día de buenas sorpresas, lástima que no lo sugirió temprano.




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