Vestido Blanco

Capítulo I: Recuerdos...

 

 "Maldita sea, estoy jodidamente enamorado de ella". Me invade la melancolia durante la larga noche; mientras deslizo las yemas de mis dedos por su delicada y desnuda piel blanca. Lo que podría ser la última vez que la admire mientras su regazo se encuentra en mi pecho. Pero se preguntarán... ¿Por qué jodidamente? ¿Por qué maldecir? Y ¿Por qué la última vez? A veces pasa que el amor se trata de sacrificios, y lastimosamente a pesar de nuestro infinito cariño las desgracias nos sofocan, y un pasado lleno de penurias y tristezas hace que el sacrificio sea necesario. Pero sean ustedes espectadores de nuestro hermoso amor que ha sido marcado por el pasado y que en medio de la oscuridad aun somos luz que cautiva.
 
 Todo empezó en nuestra niñez. Mi padre solía criarme como un rey, viviendo en una lujosa y antigua casa con un olor peculiar a madera, con un jardín bien podado en donde íbamos a patear el balón de vez en cuando en los días soleados. Tenía cualquier juego de mi preferencia, grandes regalos en mis cumpleaños, una buena atencion y entre diversas cosas que me mantuviesen en el entorno de nuestro hogar y que todo niño deseara tener... Tal vez esa forma de consentirme fue por la muerte prematura de mi madre a los meses de mi nacimiento. Algo que afectó mucho más a él por tener memoria plena de ella. En cambio, a mí, sin tener recuerdo de sus mejores días solo me quedo observar fotos junto a quien ayudó a criarme; La Sra. Rami, Nuestra mucama quien ha estado a nuestros servicios desde épocas remotas en donde florecía el amor entre mi madre y mi padre. Sus largas historias sobre la mujer que me dio a luz y como conservo su tranquilidad y optimismo hasta sus últimos días creo una bonita imagen en mis pensamientos, creyendo tener ráfagas de momentos junto a ella, navegando en la paz que trasmitía al hablar. O así lo expresaba mi querida Sra. Rami, quien se encargó de enseñarme cada uno de los valores que un hombre respetable debe tener, aunque jamás pudo corregir mi timidez e inseguridades que yacían de mi. Pero no todo eran historias y enseñanzas, también le importaba que compartiera con jovenes de mi edad. Por lo que acostumbró a llevar a su hermosa nieta a nuestra amplia casa para así jugar y conocernos durante nuestra niñez.

  Lo admito, desde temprana edad Paula es hermosa y encantadora, su inocencia se asimilaba en su rostro pecoso, su blanca piel como la nieve, aunque con rodillas manchadas por moretones que expresaban ser una niña traviesa que al correr caía pero aun así se levantaba. Tenía sus defectos al ser caprichosa. Vivía reprochándose sus orejas “extremadamente pequeñas” y que su cabello largo y castaño no era tan liso como lo deseaba; para ser una niña era bastante autocritica. Y para mí, siempre ha sido perfecta. Sus ojos grisáceos causaban en mi un torbellino de sentimientos, que al yo ser tímido me hacían enrojecer cuando posaba su mirada fijamente en la mía. Esos sentimientos se afinaron más al probar sus rojos y suaves labios, con tan solo nueve años, bajo aquel frondoso árbol del patio que fue de mi padre, en donde jugábamos a ser reyes del mundo, y que nuestro inocente amor perduraría en la eternidad.

  Aún puedo recordar los juegos al escondite, la risa que con mis tontas actuaciones podía producir en Paula, sus besos en mis mejillas, verla correr detrás de mi para matarme a cosquillas, o aquella hermosa frase que ha perdurado en mi mente "Cuando seamos adultos, me encantaría casarme contigo". Sin saber muy bien su significado, la inocencia y comienzo de ilusión podían decirme que era amor sincero.

  Mientras crecíamos los pequeños besos bajo el árbol se hacían más intensos, las promesas de niños comenzaban a encarrilarse, y las miradas eran más profundas. Aunque peleas inmaduras invadían algunos de nuestros días, ambos sabíamos a nuestra corta edad el gran amor que florecía en nosotros. Seguía pasando el tiempo y comenzábamos a tener más responsabilidades estudiantiles, en donde ella siempre se sintió en deuda y agradecida ante mi padre; debido a que fue el quien mantuvo todo sus gastos, por el hecho de que sus padres la abandonaron a corta edad en busca del “Sueño Americano” Pero su abuela mantenía que estaban perdidos en los narcóticos, por lo que al tiempo se confirmó su teoría y la Sra. Rami y ella se volvieron personas de muy bajos recursos.

  No podía pedir nada más, lo tenía todo en esa época. Un padre que a pesar de ser un tipo empresario, correcto y enfocado en los proyectos del pueblo para su mejora y seguridad; también sabia como dedicarme tiempo y que su cariño jamás me faltara. Siempre lo recuerdo elegante y refinado con su paraguas negro para protegerse del fuerte sol viéndome jugar a las afueras del campo de futbol, esperando hasta el final del partido con una sonrisa para decirme “Eres mi jugador favorito”, aunque en ocasiones no eran mis mejores minutos, de igual manera él estaba allí, orgulloso de tenerme. Cuando estaba metido en mis líos juveniles podía dejar de hacer cualquier cosa importante solo para aconsejarme con su frecuente frase “Leo… Fuerte como un León ¿Eh?” Solía creer que debía rugir ante mis adversarios, y cuando tuviese la dicha de tener una familia, protegerla como un León feroz protegería a la suya. Que frases de viejo que tenía… Pero al fin y al cabo jamás me abandonaría. No tenía la presencia de mi madre pero la Sra Rami era una figura tan querida que pudo hacerse sentir como tal, y sin obviar, el enamoramiento entre Paula y yo hacía mejor aquella época.




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