Solía dormir mucho a medio día, y me echaba muchas siestas cortas irregularmente. Esto hacía que siempre me despertara muy pronto por las mañanas, siendo el primero de la familia.
Ese día, el día de la celebración de mi primer año en ese nuevo mundo, pensé que también me había despertado el primero, por lo que hice lo mismo que en mi segundo primer mes de vida: moverme alternamente por la cuna de madera haciendo que esta vibre para despertar a mis familiares.
Esta técnica hizo que, a diferencia de la primera vez, vinieran mis hermanos a verme en vez de mis padres.
Cuando me vio el mayor de los dos, este se fue corriendo, bajando la escaleras mientras gritaba que yo estaba despierto.
El menor de mis hermanos se quedó conmigo, jugando hasta que llegaron mis padres.
“¿Ya estás despierto Driss?” preguntó mi madre a pesar de verme con los ojos abiertos y energético.
No sabía cómo reaccionar ante esa pregunta, lo único que sabía era que quería salir de la cama y ver si me habían regalado algo.
En mi anterior vida era común que en tú cumpleaños te regalaran algo y, ya que solo tenía un año, el sentimiento de intriga me superaba, queriendo saber si tendría algún regalo y, si era así, qué era.
Por ello, ante la pregunta de mi madre, solo me agarré a los barrotes de mi cama de pie y empecé a saltar.
“Cuidado que te vas a hacer daño” me dijo preocupada ante mi descuidada acción. “Espera un poco jugando con tus hermanos”
Esta respuesta no era la esperada por mí pero, ya estaba aprendiendo a controlar mis sentimientos, pude aceptar a mala gana la respuesta de mi madre.
La tenue luz que entraba en mi cuarto empezó a ganar más fuerza, indicándome el paso del tiempo mientras esperaba.
Se me hizo eterno, pero al fin volvió mi madre con una gran sonrisa junto a una clara expresión de cansancio.
“Ya está, gracias por comportarte tan bien mientras esperabas Driss”
Seguidamente de estas palabras, mi madre me cogió y junto a mis hermanos bajamos las escaleras del castillo hacia la sala principal del lugar.
Mientras bajábamos las escaleras, mi madre me dijo una mala noticia que, a pesar de ponerme triste, no me arruinó el momento.
“Tu padre no va a poder estar hoy con nosotros, al menos hasta por la noche”
“¿Por qué?” pregunté desanimado.
“Por su trabajo, ya lo entenderás cuando seas mayor”
Lo que mi madre no sabía era mi verdadera edad mental, y aún menos que yo era el mayor conocedor de ese sentimiento. Es por esto por lo que no me costó aceptarlo.
Me sentí muy orgulloso por mi padre, aunque me hubiera gustado que estuviera.
“¿En qué trabaja papá?”
“¿Eh?, ¿por qué te interesa?”
A mi madre le sorprendió mucho mi madura e intrigada respuesta. Al fin de cuentas solo tenía 1 año.
“Curiosidad”
“Es el que manda en el país. Es un cargo muy importante, nos defiende a todos de los malos y permite que todos sean felices” me explicó mi madre de una forma muy infantil para que lo entendiera.
Mi padre era el rey del país en el que vivía.
Era consciente de que había nacido en una importante familia, pero no sabía que era una familia tan sumamente importante.
«Espera, entonces mi madre, la mujer que me está llevando en brazos, es la reina» pensé mientras miraba a mi madre llevándome en brazos hasta el salón del castillo.
Me quedé un rato pensando en mis padres y en sus importantes cargos hasta que caí en la cuenta de algo más impactante.
«¡Soy un príncipe!»
No había caído en ello, en la importancia de mi cargo por ser hijo de los reyes.
No sabía si esto sería bueno o malo, pero sabía que tendría que convivir con ello fuera como fuera, por lo que empecé a mentalizarme.
Las escaleras eran largas, lo que explicaba que mi madre hubiera llegado tan cansada a la habitación.
Cuando por fin llegamos al final de ellas, me encontré en el salón del castillo con Calia y su familia.
No la había visto desde la celebración de mi primer mes, por lo que su cambio corporal me llamó mucho la atención.
Como yo, Calia ya podía andar, encontrándose de la mano de su madre esperando nuestra llegada.
Cuando me vieron, inclinaron la cabeza levemente, lo que hizo que mi madre se avergonzara y les dijese que no eran necesaria esas formalidades.
“¡Por favor no!, que somos amigos. No son necesarias estas formalidades. Driss, ¿recuerdas a Calia?” me preguntó cariñosamente.
Me limité a asentir con la cabeza para responder.
“Pues resulta que ella ha nacido el mismo día que tú, así que felicítala”
Esta frase junto a la que me había dicho antes me hizo entender el porqué de mis limitados encuentros con Calia.
Mis padres eran los reyes, lo que hacía difícil los encuentros con otras personas.
Ya que eran amigos de, por lo menos, mi madre, querían poder verse a pesar de las dificultades, por lo que debieron acordar que los encuentros serían en las celebraciones mías y de Calia, aprovechando que nuestro día de nacimiento era el mismo.
No me dio tiempo a felicitar a Calia porque llegaron mis hermanos pequeños corriendo y jugando, llevándose toda la atención de los presentes.
“¡Pero mira cómo han crecido” dijo la abuela de la otra familia.
“Sí, pero no es nada comparado con lo que han crecido Callia y Leda” dijo mi madre refiriéndose a Calia y a su hermana mayor.