Viajeros

2. Marcas

Desperté con un fuerte dolor de cabeza y cierta incomodidad en la garganta, la habitación se encontraba en un extraño silencio, en ningún momento abrí los ojos.

Todos los recuerdos de la noche anterior vinieron a mí de un momento a otro y no estaba segura de si aquello hubiese pasado.

Me mantuve todo el tiempo con los ojos presionados.

Creo que fue porque no quería abrirlos y darme cuenta de que todo era real. Pero mi cobardía se acabó cuando escuche una voz a unos metros de mí.

—No hace falta que finjas estar dormida— No conocía aquella voz que salió en un frío susurro y no puedo negar que si me asuste, porque es obvio, hay un desconocido en tu habitación ¿Quién no se asustaría?.

Abrí los ojos lentamente y lo primero que vi fue el techo de mi habitación. Ya era de día y las ventanas de mi habitación estaban abiertas, pues el lugar estaba iluminado y el aire frío corría por la habitación.

Giré mi rostro a la izquierda, de dónde provenía aquella voz.

Sentado, en la silla de mí escritorio estaba un muchacho de unos veinte años que me miraba atento. Vestía completamente de negro, tenía el cabello algo largo pero corto a los lados, y algunos rulos se escapaban de la coleta que llevaba en la nuca.

Sus codos estaban apoyados en las rodillas, su espalda encorvada y sus manos sosteniendo su rostro.

Me reincorporé rápidamente, lo que hizo que me mareara un poco, él lo notó y se acercó para ayudarme, pude ver en sus ojos cierto deje de preocupación, que tan rápido como vino se fue.

—¿Quién eres y qué haces en mi habitación? —Pregunté tan rápido que dudo que pudiese haber escuchado alguna de mis palabras.

En ese momento se abrió la puerta de la habitación dejando ver al chico extraño de la fuente.

—Pensé que demorarías siglos en despertar— Dijo acercándose a mí, me dio una taza de té que traía en manos, yo miré la taza humeante y luego se la devolví.

—No tomare esto— El líquido que contenía era muy poco y estaba hirviendo, tenía un olor a hierbas algo extraño y un color verde muy fuerte. Sin duda no tomaría eso.

Vaya—Dijo el chico de negro mirando al pálido, levantó las cejas divertido. —Sí que eres difícil—Volvió su rostro a mí y yo rodé los ojos.

—Dime quien en su sano juicio tomaría un té verde de un desconocido de cabello blanco— Ambos se rieron, pero en realidad no era un chiste.

—Tienes razón, pero el té no lo hizo él—Lo señalo al peliblanco. —Lo hice yo— Se señala a él mismo.

—A ti tampoco te conozco—.

—Pero mi cabello es oscuro—.

—Vale, parad— Dijo el peliblanco que se acercó al escritorio para dejar allí la taza de té, caminó hasta la silla en la que se encontraba el pelinegro quien no le quitaba los ojos de encima. —¿Me dejas la silla?— Le preguntó con una sonrisa, el otro entrecerró los ojos pero al final accedió resoplando y negando con el rostro.

—Maldita gata engatusadora—murmuró mientas salía de la silla. —Te escuché— Le dijo el pálido sentándose. —Lo sé— Le mostró el dedo medio y se sentó en la alfombra.

Yo estaba atenta a todo aquél espectáculo hasta que ambos me miraron, que incómodo.

—Vamos a lo importante…¿Recuerdas algo de lo que ocurrió en la noche?— Asentí. En el momento que tuve conciencia recordé todo, absolutamente todo, desde yo con la taza de café mirando perdidamente por la ventana hasta el momento en el que quedé inconsciente.

— ¿Quieres preguntarme algo?— Su voz era suave y de alguna forma ese miedo que intentaba ocultar se desvaneció un poco.

— ¿Podrías pellizcarme?— Le extendí mi brazo, él frunció el ceño. —Quiero saber si esto es un sueño— Su rostro se relajó y rió mientras negaba con la cabeza, miró mi brazo, yo también lo hice, pero algo me llamó la atención, algo que antes no se encontraba allí. Sobre mi oscura piel, justo en el comienzo de la muñeca había una marca de un verde muy claro y llamativo, era una marca pequeña con la forma de una hoja, acerqué mi brazo para poder verla mejor. — ¿Qué rayos? —Murmuré inspeccionando el dibujo.

— ¿Te gusta? —Preguntó el pelinegro.

— ¿Tú lo hiciste? — Él asintió. — ¿Por qué? — Pregunté confundida.

El chico sin nombre miró al otro chico sin nombre —pero de pelo blanco—, como pidiendo autorización para hablar, el peliblanco asintió y el otro volteó a verme.

—Soy un controlador herborista, yo curo a las personas con hierbas y magia, cada mago tiene una marca, esa es la mía— Apuntó a mi brazo, subió la manga de su suéter hasta el codo dejando ver una marca igual a la que estaba en mi muñeca, solo que mucho más grande, ésta ocupaba todo el antebrazo. —Cuando un herborista cura a otro mago la marca queda en éste también— Me acerqué para ver mejor su brazo, era en verdad hermoso, como un dibujo hecho con la más pura de las paciencias, jamás en mi vida podría haber hecho aquello, observe el dibujo por última vez, y por debajo pude notar una cicatriz, bastante profunda a decir verdad que iba desde la muñeca hasta la mitad del antebrazo, intenté que no notara que me estremecí al ver aquello.



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Editado: 03.03.2018

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