Víctor |sueños oscuros spin-off|

Capítulo 4| Ataque

Ni siquiera estoy seguro de cuánto tiempo pasó desde que llegué a ese lugar hasta el instante en que el rugido del Recolector nos puso en alerta. Cuando noté que la bestia estaba acercándose a nosotros con paso lento pero infalible, traté de hacer que los demás me siguieran para subir a los árboles y ponernos a salvo.

Me apenas decir que, debido a que ninguno de ellos podía ver más allá de la arena feroz del desierto, me tildaron de loco y el pánico se desató. No supe qué más hacer, así que corrí de nuevo hasta un árbol y me subí en él. Al hacerlo, me di cuenta de que, ante la vista del chico de cabello castaño, había desaparecido.

La bestia llegó al lugar pocos segundos después, comenzando a tomar uno por uno a cada espíritu presente entre sus enormes y espeluznantes garras, para luego arrojarlos en el costal que sostenía e ir por el siguiente.

Los gritos de pánico parecían ahogarse en la nada cuando el costal los envolvía. ¿Desde cuándo un pedazo de polietileno entretejido podía aislar el ruido? Me encogí más entre las ramas del árbol y enfoqué la vista en aquella bestia monstruosa. Estaba revisando el pergamino de forma minuciosa.

La criatura giró la cabeza hacia donde me encontraba. Tragué saliva nervioso, preguntándome si me habría visto o no. Empuñé las manos y mantuve el silencio. La criatura comenzó a caminar en mi dirección y, cuando estuvo justo frente a mí, comenzó a olfatear. Entonces tuve una idea bastante loca. El chico de cabello castaño había dicho que el Recolector solo podía detectar aquello que tocara el suelo, así que tomé una de las naranjas agrias que colgaban del árbol y la lancé a un par de metros del árbol.

La criatura se detuvo en seco y giró la cabeza, antes de agacharse para seguir con sigilo la trayectoria de aquella fruta. El chico tenía la razón de forma parcial. El Recolector no solo podía detectar las cosas que tocaran el suelo, sino también las que se movían en él. Quizá, lo que detectaba era el movimiento.

Me puse de pie sobre la rama en la que me encontraba, ahora completamente seguro de que El Recolector no podía verme. Aproveché mi posición para esforzarme en leer el pergamino, ya que se encontraba abierto.

Aún en este instante, que estoy escribiendo lo que ocurrió en este cuaderno que encontré en el submundo, me cuesta trabajo digerir lo que decía. En ese momento no lo supe, desde luego, y a pesar de ello sentí el más horrible escalofrío correr por mi columna.

El pergamino contenía una lista con los nombres de los recién fallecidos y su fecha de muerte. Todos los nombres de las personas que murieron al mismo tiempo que yo estaban tachados con una línea roja. El único nombre que continuaba perfectamente legible, era el mío.

La bestia no me había capturado todavía, pero si no hacía algo al respecto, pronto estaría atrapado en su maldito costal. Cuando la criatura se levantó una vez más para retomar su camino, dejando esa marca viscosa a su paso al enterrarse en el suelo, tomé mi decisión. Me escondería de él tanto como me fuera posible.

Tal vez pareciera una cobardía, pero no podía permitir que me llevara a quien sabe dónde, hasta no estar seguro de que Susy se encontraba a salvo. Miré a la criatura desvanecerse en la tierra y sonreí.

—Que empiece el juego —susurré tras bajar del árbol.




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