Lleva el cabello semi recogido, como si estuviese alterada o ocupada. O ambas cosas.
Acaba de asomar su cabeza por encima de la pequeñas pared del fondo. Estoy acostado pero notar su presencia me da fuerza para levantar el cuello y devolverle la mirada.
Desde aquí solo puedo ser su hermoso pelo y sus ojos.
Sus ojos no son como los Juan.
Juan lleva fuego en los ojos. Los ojo de Juan son duros, hundidos y se adivina a través de ellos, solo la nada misma.
Los ojos de Juan están siempre igual.
Eso le sucede a los humanos a los que se les muere el alma. El alma muerta deja los ojos secos.
La señorita sin nombre, tiene los ojos con luz y cambian por instantes. Tal vez, en alguna oportunidad, me miró con cariño y ternura. Hoy trasmiten pena, seguramente hacia mi.
Pero además de pena, llevan también un destello. No es un fuego como el de Juan, es un destello.
Centelleo de justiciera, de fortaleza, tal vez es el resplandor de los humanos que luchan por cambiar el mundo.
Ella es joven, tiene la cara bien distinta a la de la esposa de Juan. Pero su destello no es solo por su juventud. Creo que también los humanos bien grandes, esos que llaman ancianos, pueden tener fulgor en sus ojos, si son de aquellos que trataron o tratan de hacer un mundo mejor.
Baja su cabeza de a poco. La escasa parte de la cara que dejó ver, acaba de desaparecer.
No la veo más. Y entonces, vuelvo a apoyar mi cuello en el lodo.
Me pregunto. Estaré enfermo? Ya no me puedo ni mover, mi piel es finita, me pica todo el cuerpo y tengo en el cuello un enorme ardor.
Pero lo peor de todo, no confio en nadie. La joven bonita decidida a cambiar el mundo se acaba de ir y yo estoy aquí. Solo.
Sin esperanza ni aliento. Ya ni en ella confío.
Y me duermo. Me duermo, por lo que creo que es un largo rato.
Allí, libre de espacio pero atrapado en mi desvencijado cuerpo, siendo yo tan joven, estoy tendido, rendido y somnoliento.
Libre también de Juan y su esposa. No volvieron a salir. Porque no para de llover. Algo estarán comiendo ellos, yo ya no como nada. Y ya no me importa.
De repente, me despiertan unos susurros. Si bien no la veo nuevamente , percibo que es la chica en la que no confío. Creo que se encuentra con alguien más.
Traen una enorme soga, larguísima, tal vez con ella quieran terminar mi vida.
Miserable vida, al fin.
Acaso, cuando la pena es tanta y no pueden hacer nada por ti, los humanos hacen eso contigo.Eliminarte.
Ellas se van a acercando; una desde más lejos, otra desde más cerca, pero yo me voy corriendo.
De repente, quiero volver a confiar.
Pero muchos humanos engañan y simulan ser lo que no son.
Por eso, en instantes me retraigo, y vuelvo a ser el perro sucio y huraño en el que me transformé en mi corta vida.
Tengo dientes filosos. Esa es mi única herramienta. Podría usarlos si me siguen molestando .
De modo súbito, una de ellas, visiblemente perturbada salta otra vez la cerca y queda del otro lado.
Por fin se irán ambas, pienso.
Pero la otra, a la que yo conozco queda dentro.
Sus ojos muestran miedo, como los míos.
Que sucede entre dos seres con miedos. Se atacan o deciden confiar el uno en el otro?
De esa decisión, dependen grandes consecuencias de la vida.
Ella lleva algo en la mano. Se acerca temerosa y lo deja. Huele a comida.
Pero mientras ella siga allí con esa enorme soga, yo seguiré aquí .
Luego cuando ella decida irse, me arrimaré a la comida y vaciaré en un instante el pequeño recipiente donde se encuentra el sabroso platillo.
Mas ella no se va, sigue allí. Mira con insistencia la ventana. Tal vez le tiene miedo a Juan y no a mi.
Tengo hambre. Tengo frio. Dolor y picazón.
De repente me pregunto que importancia tendría si esta chica ,en efecto, quiere dañarme .
Tal vez,deba confiar.
A lo mejor, la decisión de confiar cambie mi vida.
Además, ya saben. Los perros pueden reconocer a las buenas personas, mejor que los humanos a ellos mismos..
Me acerco a la comida. Ella tira de manera veloz una soga con un gran nudo en un extremo, la arrastra con firmeza y un momento, me tiene ya amarrado.
Grito de dolor. El cuello no aguanta más.
Y se arma un verdadero barullo. Juan mira desde la ventana, solo aquello que la copiosa lluvia le permite ver . Se retira un instante y cuando ya estamos trepando la pared mi nueva amiga y yo en sus brazos, Juan se asoma.
Sale al fondo violento, irascible, sacado de si. El fuego de sus ojos todo lo abraza.
Lleva un un revolver en la mano. Pero luego, al ver que desaparecemos de escena, deja la toda sangría planeada sin efecto.
Un perro arruinado, pequeño e inservible no vale un homicidio, aunque siempre pensé que a Juan no le costaba mucho matar.
Acabo de vivir la aventura de mi existencia.
Del otro lado de la pared con un enorme piloto, mi nueva amiga era esperada por la otra chica, subida a una pequeña y vieja moto en marcha.
Con la soga puesta, me meten en un bolso, y salen a toda velocidad. Ríen con enorme felicidad y valentía desafiante. También lloran. Creo que tienen una enorme alegría. Aun estoy confundido si están festivas por mi. Creo que si.