La ciudad del Vaticano, sede de una de las religiones, sino la más importante del mundo, millones de creyentes se juntaban en este lugar para admirar los bellos paisajes de aquella bella ciudad ubicada en Roma, en todas las calles del Vaticano, se podían ver las bellas obras de arte de varios artistas del renacimiento como Miguel Ángel y Rafael.
Sin embargo, toda la gente del Vaticano estaba en un peligro mortal. En una celda de la policía del Vaticano, se encontraba preso un hombre, como de unos veinti y tantos años, de cabello pelirrojo, ojos marrones, labios rosados y una mirada meditativa; se le veía tranquilo pese las razones por las cuales se encontraba aquí; este es el arcángel Rafael, cuarto arcángel y la virtud capital de la diligencia, Rafael siempre será del tipo trabajador, le encantaba el trabajo, pero lo que más odiaba era quedarse quieto sin hacer nada, por lo que estar encerrado en aquella celda le parecía una tortura. Al abrirse su celda, recibe la visita de su hermano menor Uriel.
—Me alegro que vinieras hermano, estar aquí sin hacer nada es horrible —dijo Rafael jugando con las cadenas de sus esposas.
—Pareces muy tranquilo pese a que te acusaron de algo muy grave —dijo Uriel con una mirada seria, criticando la actitud despreocupada de su hermano.
—Bueno... yo no lo describiría como "algo muy grave" —le dijo haciendo la seña de las comillas con sus dedos.
—¡¿Que no es muy grave?! Rafael, creo que intentar asesinar al Papa, la figura religiosa más importante del mundo es algo sumamente grave —exclamó Uriel tratando de mantener su respeto por su hermano mayor—. Necesito que me digas qué fue lo que pasé y comó fue que te acusaron a ti.
—En una conferencia de su santidad, hubo un tiroteo; cuatro personas resultaron heridas y ninguna acabo muerta, por suerte, la policía del Vaticano investigó los casquillos de las balas y eso los llevo a mi. De alguna manera alguien me culpó de todo esto, alguien puso el arma en mi habitación.
—Bien, estaré investigando y veré si puedo sacarte de aquí, no puedo permitir que el "Deus ex Machina" quede preso y ya no pueda volver al Vaticano.
Uriel salió de allí con una misión, tenía que probar la inocencia de su hermano y encontrar al responsable de todo esto; habló con el supervisor de su hermano en la policía del Vaticano para obtener respuestas del caso.
—No sé que hace aquí Sr. Heaven, pero no es el momento indicado para meterse en una investigación tan seria como esta —dijo el señor Santi tomando su tasa de café matutina.
—Ya se lo expliqué agente Santi, me contrató el hombre que tiene encerrado para probar su inocencia y no me largaré hasta obtener la información que lo llevo a su arresto.
—Le pediré que no se meta en esto, lo que pasa en el Vaticano no es asunto de gente mundana —respondió de manera terca.
—Al principio no quería recurrir a esto, pero que conste que me lo puso fácil —Uriel le tomo del brazo al hombre y uso su Tercer Ojo para meterlo en un trance y de sus gabetas saca el archivo del caso.
Uriel descubrió que la razón por la que empezaron a sospechar de Rafael y fue porque un testigo ocular lo identifico después del tiroteo, después fue que encontraron el arma en su habitación, la analizaron y resultó que los casquillos eran idénticos a los del arma. Uriel salió de las oficinas de la policía del Vaticano después deshacer el trance en aquel agente y fue a la escena del tiroteo; colarse por allí era fácil cuando puedes volar por los techos.
La habitación era bastante grande, tenía varias sillas para los que iban a estar allí, en el centro del escenario estaba el gabinete en donde estaba hablando el Papa antes del tiroteo; sacó de su bolsillo su Tesoro Sagrado, el Ojo del Ayer. Dicha esfera de cristal flotó hasta llegar al centro del techo y mostró un holograma del pasado, Uriel miraba atentamente lo que paso, mientras el Papa hablaba, un tipo con gorra y lentes oscuros disparó discretamente al techo para causar pánico y luego empezó a disparar al azar a todas las direcciones, lastimando a las cuatro personas que mencionó Rafael. Todo aquel espectáculo le parecía curioso a Uriel, el verdadero objetivo del tirador era causar pánico, no matar a su santidad. Hizo que su tesoro sagrado volviera a su modo de camuflaje y salió de la escena del crimen para buscar al hombre que según la policía del Vaticano identifico a Rafael después del tiroteo.
Lo buscó varias horas hasta que finalmente dio con él, era un turista que venía desde Florencia, tenía cámara, gorra, gafas de sol, lo típico en los turistas. Uriel lo acorraló, le mostró su identificación de detective privado y empezó su interrogatorio.
—Oiga amigo, ya le dije a los oficiales todo lo que sabía —dijo bastante nervioso—. Yo se que fue lo que vi, se que fue ese sujeto quien disparo.
—Desvío de la mirada, aceleración del ritmo cardíaco, sudoración —dijo Uriel de manera analítica—. Lo siento, pero dudo mucho que puedas engañarme, sé que me estás mintiendo; te lo pediré de una manera amable: dime la verdad de lo que ocurrió por las buenas o podemos hacerlo por las malas —Uriel se puso como el policía malo, tronando sus dedos uno a uno para provocar miedo.
—¡Esta bien, esta bien, diré la verdad! —exclamó explotando de nervios—. Realmente no ví nada, un sujeto me pago dos mil euros para que yo diga que ví al tipo.