«El alma de cualquiera que muera, en Celestia o en Infernia, será arrastrada hasta Terra por el gran vórtice: Umbra. Si se trata de un ser oscuro, al entrar en Terra perderá, para siempre, todos sus recuerdos. Si en cambio, se trata de un ser de luz, al entrar en Terra, olvidará sus recuerdos anteriores, los cuales le serán devueltos cuando abandone Terra, siempre y cuando llevase una vida de amor y servicio. En ningún caso se conservarán los recuerdos de su paso por Terra.» Extracto del Códice: Flujo de las almas.
«Sea quien sea, si la vida que vivió en Terra estuvo más llena de envidias, celos, rencores, odios y egoísmo, que de amor y servicio hacia los demás, al abandonar Terra, el alma será arrojada a Infernia tras borrar todos sus recuerdos desde su creación.» Extracto del Códice: Flujo de las almas.
«Sea quien sea, si la vida que vivió en Terra estuvo más llena de amor y servicio a los demás que de envidias, celos, rencores, odios y egoísmo, al abandonar Terra, el alma será enviada a Celestia dónde será evaluada de forma final. Aquí se decidirá si se le concede un cuerpo y el derecho a permanecer en Celestia o si es arrojada a Infernia conservando aquellos recuerdos que no fuesen borrados previamente por Terra.» Extracto del Códice: Flujo de las almas.
«El estado de vigilia es un estado en el que se está despierto o en vela, cuando se debería estar durmiendo.»
«Vigilia. Eso es. Es la mejor palabra para definir mi modo de dormir, si es que acaso duermo. Nunca sé si estoy durmiendo o no, si estoy despierto o soñando. Dormir, dormiré algo, al fin y al cabo sigo vivo... »
Una secuencia de golpes fuertes en la puerta lo sacaron del trance. —¡Dormilón, vas a llegar tarde otra vez! —le chilló Laura desde el otro lado de la puerta.
Mirando perezosamente su despertador vio la hora: nueve y diez, diecisiete de Abril del 2013
«Nueve y diez, nueve y diez...» pensó.
—¡Mierda! ¡Las nueve y once, hoy sí que no llego! —dijo en voz alta mientras salía de un salto de la cama.
Recogió unos vaqueros del suelo de la habitación, dando pequeños saltos se los puso, a la vez que buscaba los calcetines. Ojeó la mesa buscando, la cartera, el móvil y las llaves. Cogió todo mientras se ponía las zapatillas y la camiseta roja del día anterior. Hoy no había tiempo para sutilezas.
Entró en el baño para darse un aseo rápido. Terminaba de comerse un plátano en el ascensor y aún le dio tiempo de arreglarse el resto de la ropa con la finalidad de no parecer un vagabundo.
—No llego, hoy no llego —se repetía una y otra vez mientras corría por la calle. «¡Nueve y dieciocho, mierda! ¡Ya debe de estar llegando al semáforo!»
El bullicio de la ciudad no existía, ahora mismo solo existía una visión de túnel hasta el final de la calle, hasta el cruce, donde estaba la razón de su existencia, su motivo diario para levantarse.
«Una sola cosa que tengo que hacer bien al día y casi siempre la lío. Ni siquiera sabe de mi existencia. Ya van a hacer casi 2 años sin avance alguno. Debería dejar de hacer esto, no es sano... se acerca el verano, otra vez. ¿Será este el año que acabe la carrera?. Esto es un sin vivir.» La mente de Héctor no paraba de dar vueltas mientras sus piernas luchaban por no tropezar.
Sus pensamientos le atormentaban, su mente inquieta le jugaba muchas malas pasadas. Se había sentido vacío toda su vida hasta aquel día... había llevado una vida fría e insulsa hasta el día en el que la conoció, mejor dicho, en el que la vio.
Fue el 19 de Marzo de 2011 mientras Héctor se dirigía camino a la universidad. Ese día no estaba para fiestas, total, nunca le habían gustado mucho, además el ajetreo en Valencia en esas fechas era exagerado. Demasiada gente, demasiado ruido, demasiado... de todo.
Aquella mañana de Marzo tenía la intención de estudiar algo más sobre la antigua Grecia en algún recóndito lugar de la universidad, huyendo de las personas y especialmente de sus compañeros de piso, que sin duda, no pararían hasta sacarlo de casa. En aquel entonces cursaba su primer año del grado de historia y era consciente de lo mucho que aún tenía por aprender. Estudiar el pasado era el método más eficaz que conocía para evadirse de su vacío existencial... y hoy sin duda era el día perfecto para ponerlo en práctica. Más perfecto de lo que nunca hubiese imaginado.
Al llegar al cruce de la calle que estaba a pocos cientos de metros de las universidades, su vida cambió. Esbelta, de su altura, quizás un poco más, preciosa, de ojos grandes y verdes, de boca sensual, rasgos marcados, con la mirada perdida en el infinito y ensimismada en su mundo. Llevaba una mochila amarillo mostaza a conjunto con una carpeta de gatos del mismo color. El vaivén de sus caderas era hipnotizador, su pelo trenzado iba balanceándose de una forma tan sensual, que se quedó mirándola sin poder remediarlo.
La chica levantó la vista por inercia, para cruzar el semáforo y sus ojos se cruzaron.
Aquel día de Marzo, Héctor se bloqueo, todo se paralizó, sucedió antes de que pudiera reaccionar. Sintió que el tiempo se detenía, era como si la naturaleza misma del universo hubiese dejado de existir, como si el entrelazado del espacio y del tiempo se rompieran bajos sus pies
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Editado: 05.03.2020