«En un principio 2022 almas fueron las que creó. Primogénitos fue el nombre que les dio. Tras esto, el flujo de creación se detuvo.» Extracto del Códice: La Creación.
«Toda alma que llegue a Celestia deberá someterse a un segundo juicio en la Sala del Trono. En ese juicio se valorará si se trata de un alma digna de permanecer en Celestia o bien deberá volver a Infernia para redimir, todavía, la totalidad de sus actos pasados.» Extracto del Códice: Flujo de las almas.
«El alma de Akrom ha de ser la última en regresar a Celestia por mandato supremo.» Extracto del Códice: La Creación.
Agnes se sentía incapaz de alejarse de Héctor. Múltiples sentimientos encontrados la invadían: ira, miedo, euforia, frustración, ansiedad y liberación entre otros… todos al mismo tiempo sumado a la preocupación de que pensaría alguien si entraba y la veía apoyada sobre su pecho. Sería difícil explicar la situación, muy difícil, al fin y al cabo se había colado en un área del hospital en la que no debería de entrar nadie no cualificado o sin identificación.
El sobresalto no se hizo esperara. La puerta de la habitación se abrió de repente dando paso a una enfermera que caminaba lentamente mientras miraba las notas escritas en el memorándum. La enfermera no tardó muchos segundos en reparar en Agnes pero estaba tan acostumbrada a que familiares y parejas se colaran, que dado lo arreglada que iba la chica apoyada en el paciente y como lo acariciaba, de seguro sería su novia.
Agnes se quedó petrificada y no supo reaccionar, apenas se atrevió a moverse. Lentamente y en silencio, mientras miraba al suelo, se fue alejando de Héctor para terminar de pie, mientras trataba de hacerse invisible apoyándose en la pared.
La enfermera revisó, en silencio, los distintos aparatos médicos, mientras Agnes se limitó a observar desde una distancia limitada con la única compañía de los pitidos intermitentes y continuos de la maquinaría.
Al ir a salir la enfermera, apoyó una mano sobre su hombre y le dijo en tono bajo y sincero —Ánimo cariño, ya sabes que no deberías estar aquí —mientras le guiñó cariñosamente el ojo al terminar la frase.
Agnes hubiera deseado hacerle mil preguntas, pero entre la congoja, el susto y el miedo que la invadía se limitó a realizar una mueca en forma de sonrisa en agradecimiento por no llamar a seguridad o ser expulsada de la habitación de inmediato.
Un par de horas más tarde, ya había puesto al día a Héctor sobre como lo había reconocido en sueños, lo mucho que le había echado de menos, lo mucho que le gustaba, lo maravilloso que iba a ser estar juntos al fin y lo estresante que había sido no encontrarlo por ningún lado. Por supuesto lo reprendió por no haber tenido agallas de pararla en el paso de cebra en donde acostumbraban a cruzarse y se mostró muy agradecida por no haberse rendido.
—… eso sí, aún no sé si perdonarte que fueras a tener una cita con mi hermana antes que conmigo, aunque claro tú que ibas a saber que era mi hermanastra. Lo cierto es que no te culpo, tiendo a ser tan distante con los chicos que no reparé en ti hasta que te desplomaste en mis brazos, literalmente. Supongo que deberé agradecerle a Lorena el habernos presentado —le contaba animada. —¿Y si te gusta ella más que yo? —dijo mientras le rugían las tripas. Ya fuera por el tiempo o por la cercanía con él, se sentía mucho más tranquila. Fue al rugir sus tripas encontrándose en un estado de paz cómo no había tenido en días, que tomó consciencia de dónde estaba y qué estaba haciendo.
«Muy bien Agnes, ¿qué harás cuando vuelva su familia?» Ese pensamiento la desbarató. Nerviosa comenzó a pasear inquieta por la habitación. Su mente no paraba de valorar posibilidades y opciones, todas y cada una de ellas más problemáticas y catastrofista que la anterior. Preparó el diálogo más acertado o al menos eso pensaba:
«Me haré pasar por su amiga, seguramente no hayan oído hablar de mi, pero tan pronto como se recupere seguro que me apoya.», todo esto por supuesto, sin dejar de mirarle.
Se notaba intranquila y hambrienta por partes iguales, así que decidió ir en busca de la cafetería. Mientras salía del pabellón se cruzó con la enfermera que había entrado antes en la habitación de Héctor, trató de pasar desapercibida escabulléndose entre cortinas, columnas y puertas abiertas. Le sorprendió lo fácil que le resultó que la enfermera no la viera y agradeció su acción ya que de esta forma «no se cansará de verme y evitaré que me riña o que me eche» pensó orgullosa.
No le hacía especial ilusión alejarse de Héctor pero se notaba mareada por las emociones del día, el susto de la enfermera, los nervios del posible encuentro con su familia y sobre todo por el hambre.
No era de comer de pie y con prisas, pero la situación lo requería. No sabía si quería estar o no cuando llegase su familia, pero a lo que no estaba dispuesta es a que pasase algo en su ausencia.
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Editado: 05.03.2020