VÍnculos

capitulo 30

Tomo aire suficiente para llenar un tanque de oxígeno y se acercó lentamente a la caja. Era insensato y lo sabía. Pero la curiosidad imprudente en un niño es casi inevitable. Sobre todo, en ella que no solo sentía gusto por saber las cosas, sentía necesidad. Cuando algo pasaba, por más peligroso que fuera, ella se acercaba a indagar hasta saciar su curiosidad. En aquel estado de intriga el peligro dejaba de existir. Solo se encontraban ella y un misterio que clamaba fuerte por ser descubierto. Era una danza hipnótica y emocionante. Ella mirando y buscando con atención cada pista, y el enigma esquivando sus intentos de conseguir respuestas. Logrando así que ella se esforzara hasta llegar y balancearse en el borde de un abismo peligroso como lo era buscar respuestas a preguntas no autorizadas. No en vano existe el dicho " La curiosidad mato al gato". No es un cuento, es una advertencia dirigida especialmente a las personas que buscan lo que no deben.

La caja se movía como si hubiera un animal atrapado dentro de ella. Helena miro la caja. Tenía la misma hoja de advertencia. Aunque estaba algo asustada, quito la hoja para abrir la caja. De todos modos, ya lo había hecho con otras cajas. Una mas no haría la diferencia. Abrió muy despacio cada tapa de la caja. Dentro de esta había libros parecidos a los de las otras cajas. Pero había uno de un tamaño especialmente voluminoso que tenía un leve resplandor rojo. Eso era una mala señal. Sabia de sobra que las cosas que resplandecían representaban cosas mágicas. Las cosas mágicas que había visto habían sido buenas y malas. Una voz interior que no sonaba como la suya, le decía que era una mala idea. La ignoro. La curiosidad puede ser peligrosa. Saco el libro que empezó a brillar con más fuerza en cuanto lo toco. Lo abrió justo por la mitad. Estaba en un idioma que no conocía. Había varias ilustraciones de plantas. Los párrafos tenían una floritura fluida y elegante. Las paginas avanzaron solas muy rápido. La niña intento dejar el libro a un lado. Sentía desconfianza de lo que pudiera pasar. Sintió nuevamente una brisa cálida erizarle cada poro de piel. El libro brillo con más fuerza y se extendió por su brazo. Helena abrió la mano, pero el libro seguía pegado a su palma. Grito con todas sus fuerzas. Las hojas se desprendieron con violencia y empezaron a volar como una parvada de cuervos enojados. La luz que desprendían formaba figuras raras en el aire. Después una palabra. " Soy tu origen"

Cuando estaba al borde de las lágrimas las hojas se arremolinaron en una fila, volvieron a su lugar y el libro se despegó de su mano cayendo inertemente normal en el lugar preciso de la caja en el que se encontraba antes. No lo pensó dos veces. Con el miedo helando su sangre tomo su mochila y regreso corriendo por las escaleras hasta llegar a la superficie y cerrar de golpe la puerta.

 

 




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