Una tarde, en una celebración por el cumpleaños numero 71 de Gino Marchesse, un hombre que aunque tenga el cabello en su totalidad blanco y brillante como la nieve se le ve fuerte, considerado siempre como una persona carismática y de elegante sencillez. El presidente de la empresa Toro Rosso por más de 50 años. Allí se encontraba gran parte de la familia, hermanos, hijos, primos, sobrinos, nietos. Su hijo mayor Fabiano era su orgullo, su mano derecha. En él Gino tenía pensado hacer el anuncio de que sería el nuevo presidente.
En una oportunidad Gino llamó la atención de todos. Reconociendo que no es un gran orador pero sus palabras siempre eran dignas de apreciar.
— sinceramente quiero decirles que estoy muy agradecido… Amigos gracias por el apoyo brindado, a cada empleado que ha laborado en la empresa, todos han sido y son importantes. Mi más profundo respeto a todos ustedes — seguidamente fue interrumpido por un breve y fuerte aplauso — hay algo que es muy importante para cada persona — fijó su mirada en su hijo Fabiano, pero a quien miraba era a la niña que tenía en brazos — para mi, ha sido mi familia — dijo sonriendo — eso es lo que me ha dado la fortaleza, la sabiduría para tomar las decisiones en esta vida. Dirigir una empresa tan grande no es fácil pero gracias a todos ustedes se ha mantenido el sueño de mis padres y abuelos. Pero lo que quiero anunciarles quizá no se lo esperaban y menos hoy… Luego de pensar y meditar mucho, he decidido que mi hijo, Fabiano, tome las riendas de la empresa, que sea mi sucesor — incluso Fabiano se sorprendió al escuchar— él ha estado por mucho tiempo a mi lado y se que lo hará muy bien. Yo le dedicaré más tiempo a la familia, eso es lo que deseo ahora. De nuevo, gracias familia y amigos — todos aplaudieron nuevamente y brindaron.
Gino al término de su alocución iba siendo abrazado entre espaldarazos y apretones de manos. Al hacerse un poco de espacio llegaba corriendo hacia él una niña de vestido azul y blanco, de cabello largo con un lazo de iguales colores, es su nieta, la pequeña Ciara de 5 años.
— ¡abuelo! — gritó ella.
Él la alzó entre sus brazos y le dio un beso en la mejilla.
— ¿abuelo por qué estás triste? — pregunto Ciara.
— no estoy triste cariño, solo que estoy un poco conmovido — dijo él, haciéndole cosquillas en la nariz.
Al instante llegó Fabiano, entre sonriendo pero por la sorpresa de hace un rato.
— así que te retiras y no me consultaste — dijo estrechando la mano de su padre.
— que te puedo decir soy jefe y creí que sería mejor anunciarlo en un momento especial como este ¿no crees?.
— yo presidente… ¿desde luego sabes que te voy a extrañar por allá?.
— lo harás bien hijo… Aprendiste del mejor.
— no seas creído… pero daré mi mayor esfuerzo papá.
— ¡ahora los dos están tristes! — dijo Ciara y los dos rieron a carcajadas demostrando lo contrario.
En ese momento llegó una jovensita muy bonita de cabello rubio y resaltantes ojos verdes. Se acercaba a ellos con la cara un tanto seria.
— ¡mira abuelo ahí viene mi hermana! — Ciara gritó alegre al verla.
Es la hija mayor de Fabiano, Jeanne, de 12 años de edad. Ella a los 7 años fue adoptada por él y su esposa en Italia. De familia francesa, quedó huérfana cuando una noche su casa se incendió, en ese siniestro murieron sus padres, abuela paterna, un tío y tres hermanos, siendo la única que sobrevivió.
Desde que llegó a la familia Marchesse ha ido olvidando aquel horrible suceso y ha recibido el amor y la educación necesaria y es muy unida a Ciara.
— hija — dice Fabiano — ¿como estás, te sientes mejor? — pregunta con algo de preocupación pues no se ha sentido bien.
— estoy mejor, gracias… Además no quiero perderme tu cumpleaños abuelo — dijo abrazándolo.
— ¡ah querida! gracias, ya verás que te sentirás mejor cuando pruebes el pastel — dijo Gino.
— jajaj no creo... Supongo que me hace falta dormir, no pude dormir bien anoche— dijo Jeanne entre un corto bostezo. En su rostro pálido se notaban levemente las ojeras bajo su párpados.
De pronto comenzó a sonar el celular de Fabiano al contestar su rostro cambió con seriedad.
— ¡tío!…— la voz alterada de su sobrina Nora, que le habla muy angustiada.
— ¿que pasa? — dijo Fabiano.
— ¡tío es urgente… se trata de Vito! — decía ella entre gritos.
— ¡Nora cálmate, ¿que rayos sucede?!.
— es que Vito iba conduciendo y sin querer le dio un golpe a otro auto… El problema es que es un Romagnolli. En este momento… ¡ellos están peleando en plena vía pública!, no se que hacer…
Fabiano se llevó la mano a la cabeza, claramente disgustado.
— dime donde están, voy para allá de inmediato… Esta bien — colgó y le dijo a Gino — Vito se está peleando con un Romagnolli, está vez han llegado a los puños.
— ¡ah ese muchacho! Que habrá hecho esta vez, hablaré con él muy seriamente, no lo dejaré pasar más.
— debo ir... Regresaré pronto — dijo al marcharse, entró en su auto y se fue.
Al llegar a la escena Vito estaba sobre el contrincante propinándole unos golpes, Fabiano fue de prisa por detrás y lo abrazó por el cuello y el pecho quitándolo de encima del hombre que se puso de pie con la nariz sangrando.
—¡ya basta maldición! — dijo Fabiano aventando a Vito al pavimento — ¿¡te has vuelto loco!?.
— primo… fue ese desgraciado — dijo Vito cansado por la pelea — él empezó todo.
— ¡me importa una mierda! suban al auto ahora, ya mandaré a una grúa a recoger el tuyo.
El hombre contra quien peleaba es Roberto Romagnolli, aunque es alto y delgado no denota debilidad, se le quedo mirando a Fabiano, luego tomó su chaqueta, se subió a su auto y se marchó.
Vito es de menor estatura, de 1.65, pero con aspecto de fortachón y es de los que golpean primero y luego habla, desde niño siempre fue así, luego de la secundaria dejó los estudios, pretendía estar en la casa como un mantenido pero fue prácticamente obligado a que al menos trabajara en la empresa en el área de empaquetado. Siempre ha estado en contra de eso.